Las dotes adivinatorias de ZP en materia política son más bien limitadas, como acreditó cuando anunció el pleno empleo para esta legislatura o la incorporación de España a la Champions League de las economías europeas, así que no cabe depositar muchas esperanzas en que esta vez vaya a tener razón.
El problema es que lo único que los nacionalistas catalanes consideran razonable es que el TC renuncie a su papel de garante de la legalidad constitucional y se limite a elogiar el texto hasta su última coma. Pero si hay una ley en España que es no inconstitucional, sino abiertamente anticonstitucional, es precisamente el estatuto redactado a instancias de ZP en una noche de alcohol y nicotina con Mas en La Moncloa.
Nadie espera que el Tribunal Constitucional cumpla con su papel y deje el texto estatutario lleno de tachones rojos o lo devuelva a los toriles parlamentarios, pero si quiere mantener cierta imagen va a verse obligado a introducir algunas modificaciones, aunque sólo sean de estilo. Pues bien, tampoco esa ligera reforma estética es considerada razonable por el nacionalista Montilla y sus colegas de Gobierno en la comunidad autónoma, que amenazan con separarse de España si los jueces se atreven a opinar en contra, por ejemplo, de que Cataluña negocie con el Estado en igualdad jerárquica al margen del resto de comunidades.
Carod ya ha dicho que pensará seriamente abandonarnos a nuestra suerte y entre la población de Albacete, Segovia y Murcia ya cunde el pavor ante la perspectiva de que el vicepresidente de la Generalidad, de acuerdo con su jefe, cumpla su amenaza y se autodetermine de forma irrevocable. En algunos pueblos de la meseta ya deben estar solicitando permiso al obispo para sacar al Santo Patrono en procesión y rogarle que Carod permanezca en España, pero más nervioso debe estar Zapatero, puesto que cuenta con los votos prestados por el PSC para estar en el poder y eso es, razonablemente, una amenaza mucho más seria para él que acabar con el régimen constitucional de una nación discutida y discutible.
El estrambote definitivo de todo este sainete sería ver a un cordobés proclamando el Estat Catalá desde los balcones de la Generalidad. No cumplirán su amenaza, pero si lo hicieran la imagen sería deliciosa. La Cataluña de Montilla, Carod, Tardá y el resto de la muchachada nacionalista disfrutaría así de un acto fundacional muy apropiado.