¿Por qué entró Bannon en el salón de los mayores y por qué le han acabado expulsando?
El pasado miércoles, el presidente Donald Trump reorganizó el Consejo Nacional de Seguridad. Ningún movimiento a ese nivel puede pasar desapercibido, pero ese reajuste incluía una decisión de mucho calado: sacar del mismo a su estratega e ideólogo, Steve Bannon.
Bannon, en realidad, estaba como Justin Timberlake en un cuadro de Rubens; fuera de lugar. El Consejo Nacional de Seguridad es una creación vinculada a la Guerra Fría, y está formada, por sus estatutos, por el presidente, el vicepresidente, y los secretarios de Estado (Exteriores), Defensa y Energía; por orden, Donald Trump, Mike Pence, Rex Tillerson, James Mattis y Rick Perry. En la actualidad, y por voluntad del presidente, se suman el asesor de Seguridad Nacional, H. R. McMaster, y el secretario del Tesoro, Steve Mnuchin. Se trata, en definitiva, de las personas que tienen capacidad de mando sobre los recursos estratégicos del país.
En calidad de asesores, y por estatutos, está el jefe del Estado Mayor Conjunto, el Director de la Inteligencia Nacional, y el director de la Política Nacional de Control de Drogas. En un último nivel están los asesores que van por invitación del presidente, y es en éste donde tenía su silla Steve Bannon, al lado, por ejemplo, del jefe de gabinete del presidente, Reince Priebus.
¿Por qué entró Bannon en el salón de los mayores y por qué le han acabado expulsando? ¿Qué mar de fondo explica este movimiento, tan temprano (77 días de presidencia), tan inopinado? Para dar respuesta a esas preguntas tenemos que empezar por decir quién es este Rasputin de la Casa Blanca.
Procede de una familia irlandesa de clase trabajadora de Virginia, pero Bannon es de los que descuellan en cualquier ambiente. Pasó por la marina, se graduó en la Harvard Business School, e inició una carrera como financiero, primero en Goldman Sachs, y luego con su propio banco de inversión. En ambos sitios, su especialidad eran los medios de comunicación y el entretenimiento. Ha producido 18 películas, y ha dirigido y producido varios documentales. Esta faz de activista de derechas es la que le llevó a conocer a Andrew Breibart, que había creado un periódico digital que llevaba su apellido. A la muerte de él (2015), le sucedió como CEO de la publicación.
Le dijo a Ronald Radoch que él se veía como un nuevo Lenin cuyo objetivo era destruir el Estado o, más bien, la élite adherida a ese órgano de poder, auto legitimada y excluyente. The Washington Post le citó diciendo: “Nos autodenominamos ‘El club de la lucha’. No vengas buscando calidez y amor”. No; “nos vemos como personas virulentamente anti stablishment; y en particular en contra de la permanente clase política”. Posee el atractivo del zelote que identifica a un enemigo lo suficientemente identificable como para ganar adeptos, pero lo suficientemente ambiguo como para que le sirva para el interés político del momento.
Bannon cree que vivimos en un mundo en crisis, que se desmorona ante nuestros ojos. Su paraíso perdido es el de un mundo con dos polos ideológicos claros, y en el que el bien (un capitalismo moderado por una moral conservadora) triunfa sobre el mal. Pero la “contracultura” inoculada desde los años 60’ ha acabado por destrozar esa trama moral que daba cohesión y sentido a la vida en sociedad. Esa “contracultura” no emerge de los arrabales de la sociedad, piensa Bannon, sino de intelectuales adheridos a la política.
En realidad, su bestia negra es el giro copernicano de la izquierda marxista, que ha pasado de ser materialista a seguir el marxismo culturalista ideado por Antonio Gramsci, que es el que finalmente ha triunfado. Esa ideología, según lo ve él, ha disuelto las grandes verdades que busca restablecer, y que se acuñan en palabras como nacionalismo, religión, prudencia, familia, y todo lo que podamos asociar (o, más bien, asocie él) al sintagma “valores judeo-cristianos”. Todo ello ha sido arrumbado por esa pseudo élite global, que oculta con su apariencia pluralidad una esencial coincidencia de valores alternativos, ajenos a la tradición histórica; valores que nos impondrá y que nos acabarán destruyendo, si no es por la labor de héroes como el propio Steve Bannon. Este es el núcleo de su pensamiento. Un pensamiento influido por otro italiano; un anti Gramsci llamado Julius Evola.
A partir de ahí, de saber quién es Bannon y qué piensa, es más fácil seguir el curso de las trepidantes últimas horas. Bannon ha sido el director ejecutivo de la campaña de Trump. Se lo ha pagado creando un puesto sólo para él: Jefe de estrategia de la Casa Blanca. Karl Rove tuvo un papel prácticamente igual, pero sin asiento administrativo. Bannon tiene un concepto ideológico y un tanto obsesivo de la guerra. Y logró que Trump le colocase en el organismo nuclear en materia de defensa, aunque en la posición que ya he descrito.
El núcleo del poder es muy estrecho, y las luchas por ocuparlo son brutales. Especialmente si alguien que está ahí se ha propuesto acabar, aunque sea de forma quijotesca, con el statu quo. La lista de enemigos de Bannon es nutrida y selecta. En ella está H. R. McMaster, quen según el New York Times es quien ha orquestado la salida de Bannon. Bannon paralizó el despido de Erza Cohen-Watnick, que McMaster había pedido. Haya maniobrado o no contra Bannon, el general ha reforzado su poder dentro del órgano que decide las guerras en los Estados Unidos.
Otro enemigo es Jared Kushner. Es el yerno de Donald Trump, esposo de Ivanka, y quien, de nuevo según el NYT ha actuado de “secretario de Estado en la sombra”. Kushner es un votante del Partido Demócrata, y de uno de los Estados más a la izquierda de los Estados Unidos, como es Nueva York. Y ha mostrado su radical oposición al objetivo de Bannon de “desmantelar el Estado administrativo”, en particular, y a su persona y todas sus políticas, en general. Kushner forma parte de esa élite que nuestro hombre aborrece abierta y sinceramente.
Según el New York Times, entre otros medios, Bannon amenazó con dimitir si se se sacaba del Consejo de Seguridad Nacional. Por otro lado, fue una de las grandes donantes de la campaña de Trump, Rebekah Mercer, quien le obligó a reconsiderar su dimisión, según varios medios estadounidenses (Politico). Axios va más lejos que el resto de medios y recoge el rumor, pues por el momento es sólo eso, de que Trump estaría dispuesto a echar de la Casa Blanca tanto a Bannon como a su jefe de gabinete, Reince Priebus. Según Axios, Bannon ha ido dejando por los pasillos de la Casa Blanca las palabras “me encantan los duelos con pistola”.
Es sólo una metáfora, claro. Pero la lucha entre Bannon y Kushner es descarnada, y es un choque entre el business as usual y la revolución reaccionaria de Steve Bannon. La guerra ha comenzado.