Si las líneas rojas de campaña se mantienen inalterables vamos de cabeza a nuevas elecciones.
Por más que nos queramos convencer de lo contrario, el panorama político que ha dejado las urnas es prácticamente idéntico al que ya teníamos. La diferencia –pequeña pero sustancial– es que la burbuja podemita ha reventado cortando de raíz la vía bolivariana a la ruina que se atisbó durante la primera mitad del año. A la izquierda “del cambio” no le llega ni sumando a sus haberes los diputados de ERC y Bildu. Para llegar a algo tendrían que entenderse con los señoritos deConvergencia y los del PNV. Además, nadie quiere acercarse a Podemos, ni siquiera ellos mismos.
El escenario es más dúctil, pero no por ello menos ingobernable. Si las líneas rojas de campaña se mantienen inalterables vamos de cabeza a nuevas elecciones. Me explico, si Rajoy se empeña en gobernar comprando escaños a precio de saldo, o si Rivera mantiene el veto a Rajoy, o si Sánchez sigue considerándose alternativa real de Gobierno ignorando el último revolcón, el bloqueo parlamentario es seguro. Podría salir del paso el PP asegurándose el apoyo del PNV y de ese diputado canario que es del PSOE pero no es del PSOE. Pero eso les valdría para la investidura, los presupuestos y poco más. Habida cuenta de la prepotencia y chulería que son marca de la casa en Génova, sucedería que nos encontraríamos dentro de un año con una moción de censura, vuelta al bloqueo y quizá elecciones en 2017, lo que vendría a confirmar la italianización de la política española y supondría un balón de oxígeno para Iglesias y compañía, que de seguro resucitarían al olorcito del poder.
De modo que si lo que quieren es evitar una nueva campaña electoral y tener que echar de nuevo una moneda al aire no les queda otra que entenderse y ser realistas. El PSOE, disminuido ahora hasta los 85 escaños, es el que lo tiene más fácil. Con abstenerse en la investidura le bastaría. A partir de ahí pasaría a la oposición para tratar de reconstruirse recuperando los cuatro millones de votos que le ha birlado Podemos en los dos últimos años. Si el proceso de recauchutado lo culminan con éxito quizá en 2020 están de nuevo en condiciones de asaltar la Moncloa.
La papeleta que el destino ha reservado a Ciudadanos es, sin embargo, mucho más complicada. Rajoy ha salido fortalecido de las elecciones, negarlo sería de necios. Pero eso no quita para que los de Rivera honren la obligación moral y el mandato electoral de comprometerse en la formación de un Gobierno de centro-derecha. La cuestión es simple. Los tres millones de votos que obtuvo el domingo, sacados en su mayoría del granero popular, pueden servir para amortizarlos en las Cortes durante un semestre o para forzar al Gobierno a efectuar las reformas que se negó a hacer en su primera legislatura. Rivera tendrá que escoger.
Como Rajoy no ha hecho más que ir cubriendo el expediente durante estos cuatro años largos queda mucho por hacer. Ciudadanos tiene 32 diputados en el Congreso, un número tan bueno como cualquier otro para hacer una lista de condiciones sin las cuales no habría apoyo, ni Gobierno, ni perrito que les ladre. Ojo, que no sería la primera vez ni serían muchas las condiciones. Ignacio Aguado le puso el año pasado sobre la mesa a Cristina Cifuentes 76 puntos de inexcusable cumplimiento. La hoy presidenta de la Comunidad de Madrid agachó el lomo y está cumpliendo escrupulosamente como una dama.
Algo similar debería plantearse Rivera. 32 medidas reformistas con su correspondiente calendario de aplicación. 32 medidas de obligado cumplimiento, una por cada escaño sobre el que Rajoyes y Sorayas, Montoros y Nadales podrán seguir amorrados al BOE otros cuatro años. Medidas que deberían abordar necesariamente el adelgazamiento de la administración, el compromiso a bajar impuestos, la desregulación de ciertos sectores asfixiados por la hipernormatividad sorayesca, la liberalización de varios mercados –entre ellos el laboral– y la apertura en canal del melón de la Justicia, que sigue enfeudada a los dos partidos del turno para beneficio de los partidos del turno. El 90% de los votantes del PP las suscribirían sin pestañear. De lo de la lucha contra la corrupción podrían prescindir porque es una obviedad… ¿alguien acordaría un plan de fomento de la corrupción?
Con esas 32 medidas y su preceptivo bombo mediático al presidente en funciones no le quedaría otra que tomarlas o dejarlas. Son lentejas, Mariano, el mismo plato que él acostumbra a servir a todo el que se le acerca. Si no es rematadamente idiota –y no estoy del todo seguro que no lo sea– la tomará, a regañadientes pero lo hará. Lo otro sería exponerse a un acuerdo precario y difícil ya que el PNV no va a entregarle sus cinco escaños a cambio de nada. Un suicidio a cámara lenta con incontables sufrimientos por el camino. Que hagan los cálculos y verán como no les merece la pena.