A la dolencia típica de la Moncloa, el síndrome del que muchos hablan desde tiempo inmemorial, se ha sumado esta vez la crisis terminal del régimen del 78.
Volvemos a comprobar la fragilidad de esa delgada línea roja que separa la democracia y la libertad, en situaciones difíciles y en sociedades complejas como la de Turquía.