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Los taxistas no podrán conseguir que se elimine el Sol

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Contaba el genial economista francés, Frédéric Bastiat, en su sátira Petición de los fabricantes de velas como éstos y demás integrantes del sector de la iluminación solicitan a la Cámara de Diputados de la Monarquía que proteja su negocio de una terrible potencia extranjera que ejerce una competencia desleal y feroz sobre ellos. Éste no era otro que el Sol.

Sátiras aparte, similitudes no faltan con el caso de Uber y los taxistas. El gremio de taxistas ha arremetido contra el servicio norteamericano y ha exigido su prohibición con argumentos falaces, como que supone competencia desleal o que es inseguro para los usuarios.

Empecemos por la primera falacia, que supone pensar que el servicio de transportes de viajeros por cuenta ajena en vehículos de turismo mediante retribución económica solamente puede/debe ser ofrecido por taxis tradicionales. El sector lleva décadas monopolizado por los taxis tradicionales, todo ello gracias al favor de los gobiernos, que lo han blindado frente a la competencia.

Esto representa un perjuicio para los usuarios porque en un mercado sin libre competencia la soberanía del consumidor queda mermada debido a que los oferentes de ese servicio no tienen el imprescindible incentivo de servirles cada vez mejor, es decir, de adaptarse a las necesidades del consumidor de forma más eficiente y a menores precios. No tienen la imperiosa necesidad de mejorar su modelo de negocio para aumentar continuamente la calidad de su servicio con el objetivo de diferenciarse de la competencia.

Esto, que pudiera parecer una situación ideal para los monopolistas, en este caso los taxistas, es la semilla de su propia destrucción. ¿Qué ha pasado cuando ha aparecido Uber? Que los taxistas se han encontrado encorsetados, adormecidos y sin ninguna capacidad de reacción y readaptación debido a décadas de privilegios y monopolio. Se han olvidado de que la sociedad no está para adaptarse al taxi, sino que son los taxistas los que deben adaptarse a los cambios en la sociedad.

Un mercado libre es un proceso dinámico en el que difícilmente existe el estancamiento en la oferta y en el servicio, ya que no hay barreras de entrada a nuevos competidores. Y esto es precisamente lo que pretende evitar el sector tradicional del taxi: la existencia de proveedores alternativos. Pero su impotencia no ha hecho más que aumentar las descargas de la aplicación de Uber.

Y es que, aunque parezca lo contrario, hay otras maneras de proveer el servicio de transportes de viajeros por cuenta ajena en vehículos de turismo mediante retribución económica. Una de ellas es Uber, que permite gestionar el servicio de forma completa (reserva, recogida y pago) e incluso en mejores condiciones que el servicio tradicional.

Esgrimir que el servicio de Uber es inseguro para el ciudadano es otra falacia sin sentido en un mercado desregulado y libre. Para empezar, hay que decir que a nadie se le obliga a utilizar Uber. Quien lo hace puede estar perfectamente dispuesto a correr el riesgo de contratar los servicios de un conductor no acreditado y homologado a cambio de un mejor precio y facilidades de gestión y pago. Pero el sistema permite calificar los conductores y los servicios prestados de forma continua, y de esa manera sólo acabarán persistiendo los conductores que tienen el apoyo de los usuarios. Lo más previsible es que los principales conductores de Uber acaben siendo taxistas no dueños de licencia (como ya está pasando), lo cual implicará un aumento de licencias de facto. De la misma manera, hay que decir que la existencia de Uber no va a hacer que todo usuario lo elija como opción, ya que habrá multitud de consumidores que escogerán el taxi tradicional.

Como siempre, la mejor solución es dejar a los procesos de mercado actuar para que progresiva y espontáneamente se vayan seleccionando de forma no intencionada las mejores formas de ofrecer un servicio. Siempre es más beneficioso y realizable que pedir, como en la sátira de Bastiat, que se elimine el Sol.

@jmorillobentue

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