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Viva el Capitalismo, viva la Navidad

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"Uno dice ‘Feliz Navidad’, no ‘Arrepiéntete y llora’".

Ayn Rand.

¿Qué celebramos en Navidad? En principio, todos diríamos que celebramos el nacimiento de Jesucristo, el hijo de Dios de la religión cristiana. No obstante, la celebración del 25 de diciembre se remonta a las fiestas paganas popularizadas por los romanos denominadas Saturnalias. En ellas se celebraba un nacimiento, pero el del Sol. En tanto la Biblia no sugiere ninguna fecha determinada para el nacimiento de Jesús, todo apunta a que el emperador Constantino en el siglo IV d.C. ajustó "festividades paganas" al nuevo calendario oficial cristiano.

En cualquiera de los casos, la Navidad supone y conlleva tiempo de celebración. Y no parece casual que la que probablemente es la celebración más importante en Occidente haya alcanzado tal grado de aparato y pompa en la que innegablemente es la era de mayor progreso de la humanidad, la era del Capitalismo.

Es ensordecedoramente frecuente oír censuras a la Navidad porque, argumentan, es "demasiado comercial", "demasiado materialista" y otros sermones de similar especie. Parece ser que Jesucristo nació y vivió pobre y sería una afrenta nuestro capitalista deseo de opulencia. El querer alcanzar las estrellas es nuestra "tentación", pretender vivir plenamente es un "pecado". No hay pozo lo suficientemente negro y hondo al que arrojarse para calmar las ansias de tan inhumana filosofía. El lúgubre y sórdido anticapitalismo, falazmente excusado como cristianismo, pretende que celebremos la Navidad crucificándonos como si fuera el Viernes Santo cuando olvidan que lo que celebran los cristianos no puede ser tan vital como un nacimiento. Y no el de un Dios, sino el de un humano. Como bien señala Ayn Rand, decimos "Feliz Navidad" y no "Arrepiéntete y llora". Muchos de aquéllos que combaten el Capitalismo y la prosperidad son adalides en ésta nuestra Tierra de un claro proyecto: convertirla en un Valle de Lágrimas.

Muy al contrario, la opulencia, exuberancia y boato de la Navidad no pueden ser sino motivo de orgullo y regocijo máximos para gloria de la raza humana. Ponemos luces de colores –lo más luminosas posibles- a nuestros árboles y casas frente el ‘oscurantismo antielectricidad y anticapitalismo’, comemos en abundancia alimentos que sólo comían los más nobles medievales y regalamos cosas que jamás soñaron alcanzar los reyes del Antiguo Régimen. Ni los más observantes cristianos pueden eludir el hecho de que Jesús recibió de los Reyes Magos oro, incienso y mirra, no ratas y polvo. No puede haber amor auténtico por la Navidad sin amor coherente por el Capitalismo.

No es una época de subvenciones e impuestos, sino una época de apoyo muto, solidaridad auténtica y transacciones voluntarias. Navidad es mercado libre. Regalamos para hacer felices a nuestros seres queridos empleando nuestro propio dinero ganado con nuestro esfuerzo. Y lo hacemos porque queremos, no porque reclamen los otros "tener derecho" a los regalos. Lo saben bien los niños: obtener algo –los regalos- requiere esfuerzo –ser buenos- pues de lo contrario no se obtiene nada –carbón-. Y Santa Claus, como el mercado libre, premia a los niños buenos con independencia de su clase social o raza.

Todo esto choca frontalmente con la fiesta anti-Navidad: Halloween. Pues Halloween no celebra la vida sino la muerte, no se basa en transacciones voluntarias sino en la amenaza y coacción típicas del Estado: "truco o trato". La Navidad es una oda al Capitalismo; Halloween, la fiesta del socialismo. En verdad, los colectivistas equivocaron la conjunción cuando querían en realidad decir: "Socialismo y muerte". Quizás no sea casual que se diga que "la muerte y los impuestos son cosas seguras en este mundo", el hombre del saco se llama en los tiempos modernos Agencia Tributaria y Halloween nos deja el campo lleno de lo que más produce el socialismo: cadáveres.

En Navidad los disensos y desacuerdos tienden a desaparecer, tal como sucede en el ágora del mercado libre donde cooperamos capitalistamente dándonos la mano, y no estatistamente, metiendo en haciendas ajenas nuestras manos. La Navidad, como tiempo de Capitalismo, es tiempo de paz. Nada es más hostil al mercado pacífico y libre que la guerra. Incluso éstas, las guerras, cesan habitualmente en Navidad. Defender el Capitalismo con guerras y belicismo no deja de ser como defender la libertad con cadenas. Aquí sí podemos decir: Capitalismo o Guerra.

Esta Navidad, mientras los políticos están de vacaciones y nos dejan vivir, haz eso precisamente: ¡vivir! Compra una bonita postal hecha por algún artista no subvencionado y envíala con algún regalo a quien desees a través de tu agencia privada de paquetería favorita. Y brinda frente al abeto cuya tala hundirá en cólera a los ecologistas más colectivistas de este mundo.

Decía Ayn Rand que el amor es la expresión de los valores de una persona. La Navidad es un festival de expresión de valores. Pero para ello, poder expresarlos de la forma más acabada imaginable, sean materiales o inmateriales, necesitamos una dosis creciente y lo más inabarcable concebible de la premisa que los hace posible: el Capitalismo.

@AdolfoDLozano

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