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El paraíso de los free riders

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Una de las conclusiones derivadas de los interesantes estudios en Psicología Evolucionista de Leda Cosmides y John Tooby se refiere a la supervivencia de una sociedad o grupo extenso en función de su actitud frente al resto, lo que llamaríamos, en términos comunes, el comportamiento social.

Que los individuos actúan motivados por su propio interés, como ya explicaron Adam Smith y muchos otros autores, no es una novedad. Efectivamente, sin que ello implique que todos somos egoístas, nuestros genes y nuestra herencia cultural como especie nos lleva a tratar de perpetuarnos, y para ello, desarrollamos el instinto de la supervivencia, por un lado, y por otro, la propagación genética. Por supuesto, eso no quiere decir que nos veamos arrastrados por las pasiones y los instintos. Sino que esa es nuestra tendencia y nuestro fin más allá de la consciencia individual.

Incluso el altruismo aparece como un intercambio recíproco, de manera que damos algo esperando que de alguna forma nos sea devuelto, no en ese momento, o de la misma forma, o por las mismas personas, pero sí tenemos esa expectativa. Sea la búsqueda de un lugar en el Paraíso, la aceptación del grupo, la gratificación de nuestra propia conciencia, los actos que llamamos altruistas son en realidad actos con un componente de reciprocidad. No es que Cosmides y Tooby ignoren la realidad, en la que existen personas verdaderamente altruistas, lo que defienden es que se trata de un "producto secundario", una mutación de un comportamiento generalizado, en el que la recompensa se disocia del receptor, el momento y el lugar más evidente.

Cosmides y Tooby también estudian la cooperación frente al engaño del gorrón (el free rider). Es muy interesante cómo llegan a la conclusión de que, si bien en nuestra sociedad existe la creencia buenista de que todos deberíamos cooperar, resulta que las sociedades cooperativas puras son las más vulnerables al engaño de los gorrones. Por la misma razón que explica que las sociedades pacíficas y desarmadas sean las más propensas a ser invadidas.

Es llamativo, en este sentido, que una sociedad en la que todos fuéramos bien pensantes acabaría en la tiranía de los free riders, en la explotación del que coopera por el que no lo hace. Pero ¿y una sociedad de free riders? ¿Qué sucedería si todos fueran gorrones? Se desmoronaría la sociedad porque nadie pagaría

Y esa es la situación hacia donde se dirigen España y Europa. Todos quieren vivir a costa de los demás, nadie quiere pagar lo adeudado. De repente, las deudas contraídas por el Estado ya no son deudas de la ciudadanía, son deudas de los políticos. Ahora, cuando toca devolverlas. Pero, cuando se contrajeron, era el Estado en nombre de todos el que se endeudaba para pagar los cheques-bebé, o el peaje electoral al lobby de turno. Los desmanes de entonces, que cuando eran denunciados caían en el más flagrante de los olvidos, y se apelaba a que estábamos en vacas gordas y que éramos muy avanzados, con un "estado social" enorme y maravilloso como un sol de verano, se ven de diferente manera. Cada ciudadano votante del partido político correspondiente (en términos nacionales, regionales y locales) entona el "yo no he sido". La soberanía, la representatividad, el estado social… han desaparecido, ahora hay una masa de free riders frente a una masa de votantes, que pagan impuestos, que van a la cárcel, que son tratados como sospechosos en los aeropuertos, y que se encuentran secuestrados por un sistema electoral nefasto.

Este modelo de sociedad en el que los cooperantes y los gorrones conviven se mantendrá mientras esos pagadores sigan manteniendo a los free riders. Cuando los gorrones vean que no hay manera de subir impuestos, o cuando la insumisión fiscal nos dé menos miedo, dejaremos de alimentar este mecanismo tan perverso. Es difícil creer que los propios free-riders van a cambiar el sistema de incentivos en su propio perjuicio. Podría suceder pero no me lo creo. Tal vez una autoridad externa podría imponer que eliminaran esas expectativas de beneficio a costa de los demás, pero en la medida que el fenómeno es generalizado solamente nos queda la insumisión, la rebelión cívica como alternativa.

El punto intermedio, el más "posibilista", es la adopción taimada de medidas de maquillaje para hacer creer que ya no va a pasar más. Para ello tendrían que aceptar esa situación todos los partidos políticos, incluso los pequeños recién llegados. Tendrían que hacerse cómplices todos los medios de comunicación. Tendría que mantenerse ciego el pueblo español. Nada de lo sufrido habría servido para nada: ni el alto paro, ni los comedores atestados de Cáritas, ni el sufrimiento de tanta gente.

Me da lástima reconocer que es lo que probablemente suceda.

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