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Los lobos blancos de Minnesota

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Ha sido uno de los temas más controvertidos de la pretemporada de la NBA. En dicha liga, compuesta en más de un 75 % por jugadores de raza negra, un equipo, Minnesota Timberwolwes, ha confeccionado una plantilla en la cual dos tercios de la misma está formada por jugadores blancos, entre ellos, nuestro gran Ricky Rubio.

Ante tamaña injusticia, las acusaciones de racismo, sobre todo por parte de los "profesionales de la indignación racial", no se han hecho esperar. Así, Tyrone Terrel, Presidente del Consejo Afroamericano de St. Paul, ciudad gemela de Minneápolis, se pregunta en voz alta: ¿Cómo es posible que el equipo se asemeje a los Lakers de George Mikan del año 55? Y se responde "creo que todo es parte de una estrategia, no es casualidad".

Otro destacado activista, Ron Edwards, después de señalar su inquietud por ver un equipo con solo un titular negro en pista, coincidió con el mencionado Tyrone Terrel en señalar que, sin duda, hay una intencionalidad clara en la composición del equipo lobuno para tratar de atraer a los aficionados blancos, mayoritarios en el estado… Una estrategia claramente racista que se debería, según ambos activistas, a la composición del alto staff directivo de la franquicia, en la cual no hay directivos negros…

La respuesta de la directiva de los T-Wolves no se hizo esperar, con el Director Deportivo, Richard Kahn, y el Head Coach, Rick Adelman, insistiendo en que los jugadores fueron elegidos por su talento y disponibilidad, y que la razón de dicha inusual composición racial (que, por otra parte, refleja con mayor exactitud la composición racial de la población total de los Estados Unidos en otros campos profesionales, por si no han caído los partidarios de las cuotas raciales…) era pura casualidad, y negando absolutamente que en la composición del roster hubiesen influido motivos raciales.

Dicha respuesta, junto con algunos datos adicionales sobre la trayectoria de los Timberwolves, como la composición del staff de entrenadores, con paridad en el color de los entrenadores asistentes, como la larga trayectoria de Kevin Garnett, ahora en los Celtics (otro equipo siempre bajo sospecha…), como jugador franquicia o los comentarios de su único starter no caucásico, Brandon Roy, de que el único problema que tenía con tanto blanco en el equipo era a la hora de elegir la música para la sesión de pesas, ayudaron a quitar hierro a la polémica… Parecía que, finalmente, la composición racial del roster era fruto de la más absoluta casualidad.

Pero ¿y si no hubiese sido así? ¿Y si el staff de los Timberwolves, buscando, como sugieren los mencionados activistas profesionales, un perfil de jugadores con el que se sintiesen más identificados sus aficionados medios, en su mayoría blancos, hubiesen tenido en cuenta la cantidad de melanina y no solo las estadísticas al decantarse por un jugador?

Pues… que están en su derecho. Las franquicias de la NBA son negocios privados, empresas, y los gestores de dichas empresas tienen todo el derecho del mundo a contratar a quien les parezca oportuno, teniendo en cuenta los factores que consideren más adecuados para sacar adelante su negocio… Si opinan que, ante unas estadísticas similares, el aficionado medio, el cliente a fin de cuentas, pagará más por ver cómo las "enchufa" un all american boy rubio de ojos azules y origen sueco o un catalán a medio afeitar que un negro tatuado gangsta style, pues perfecto. Eso es una decisión empresarial, una decisión libre y responsable con la que podamos estar o no de acuerdo, pero una decisión plenamente legítima.

Como también lo sería que los Wizards, ante un hecho similar y dada la composición de su base de seguidores en Washington, tomasen la decisión contraria o que los Rockets, al fichar a Jeremy Lin, estuviesen buscando el mercado televisivo asiático, cuyos telespectadores prefieren ver jugadores con los ojos rasgados, como demostró la explosión mediática del retirado Yao Ming.

O, como también es perfectamente lícito que en la liga española, perdón la LFP (curiosamente, la única liga mundial que en su logo no tiene los colores nacionales ni el nombre de la nación donde se juega…), el Athletic de Bilbao componga su plantilla solamente con jugadores españoles o franceses de origen o crianza vascos, lo cual, aunque limite claramente sus opciones de ganar alguna vez algo, parece tener un gran atractivo de cara a las aficionados que acuden a San Mamés, muy apegados en su mayoría a las tradicionales prácticas vascongadas de discriminación étnico racial basadas en el legado de Sabino Arana, fundador del PNV (a pesar de que algunos de dichos jugadores hayan defendido la camiseta de la selección esp…, perdón, de "la cosa").

Porque la discriminación, nuestro derecho a discriminar, es parte fundamental de nuestra libertad como individuos. Discriminación para elegir con quién nos relacionamos, a quién le vendemos, a quién le compramos, con quién compartimos el tiempo de ocio, con quién nos acostamos o a quién votamos… (de hecho, que el 95 por ciento de los votantes afroamericanos se haya decantado por Obama creo que indicaría algo acerca de prejuicios raciales a la hora de ir a las urnas…).

Y a poder elegir los motivos de dicha discriminación, ya sean raciales, estéticos, ideológicos o futbolísticos. Motivos perfectamente legítimos que son solo nuestros y por los que no tenemos que pedir permiso ni dar explicaciones a nadie.

Un derecho a discriminar que emana de la propiedad privada y del respeto a los derechos y preferencias del prójimo, y que, por supuesto, es bidireccional, es decir, cada uno de nosotros tiene todo el derecho a ejercerlo, lo cual, en general, nos parece bien, pero los demás también tienen todo el derecho a discriminarnos, lo cual, en general, nos parece mal… Pero es una de las libertades esenciales del ser humano.

Una discriminación que, por otro lado, es totalmente inaceptable en el ámbito de lo público…

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