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España, 1984

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Para comprender la profundidad del lavado de cerebro al que pretenden someter a los españoles sus gobernantes, conviene hacer un ejercicio de distanciamiento temporal y espacial a un tiempo no muy lejano.

El 28 de diciembre estaba reservado para los graciosos. Antes de que apareciese el programa televisivo homónimo, el día de los Inocentes era en España el pretexto para gastar bromas, de mejor o peor gusto, entre amigos y compañeros, así como para que los medios de comunicación preparasen mentirijillas, más o menos ingeniosas. En las largas Navidades tradicionales acontecía como un irreverente aldabonazo en el camino hacia el desenfreno general de la Nochevieja y el Año Nuevo.

En la España del “sanchismo”, la mueca de disimulado desdén con que personalmente escuchaba el ritual de las inocentadas se tornó el año pasado en turbación, mezclada con el asco. La televisión pública, lejos de contar ese día una pequeña trola para solaz de los telespectadores, se presentaba como una máquina de propaganda, transmisora de una interminable sarta de mentiras, consignas y marcos mentales para mayor gloria del émulo del Gran Hermano[1] que ocupa el Palacio de La Moncloa.

Tras una introducción en la que se había aludido a los asesinatos de mujeres perpetrados esos días “por sus parejas o exparejas”, la locutora de la edición del telediario de las 15:00 horas de RTVE 1 de ese miércoles 28 de diciembre, se despachaba (minuto 4:00) de la siguiente guisa:

  • “ Y este repunte de casos en diciembre ha obligado al gobierno a convocar al primer comité de crisis contra la violencia de género. Creen que la situación es de extrema gravedad y recuerdan que los crímenes se multiplican, Rocío Merchán, en los días festivos”.
  • (La interpelada, tomando la palabra frente a la sede del ministerio de igualdad en la calle de Alcalá de Madrid) “Así es. En la reunión han estado presentes los ministerios de igualdad, justicia e Interior, además de algunas CC.AA. Durante tres horas han analizado los crímenes machistas que se han producido en el último mes y han estudiado los casos en los que había denuncia previa. El ministerio de igualdad ha apuntado al aumento de la convivencia y a los días festivos como uno de los motivos para este repunte de crímenes. Piden extremar las precauciones, así como la colaboración ciudadana e institucional para evitar nuevos asesinatos. Diciembre, como decís, con 8 casos de violencia de género confirmados y 2 en investigación, es ya el peor mes del año”.

A continuación daban la palabra a la Secretaria de Estado Ángela Rodríguez Martínez (quién se hace llamar “Pam”): “Un 75 % de los casos que hemos estado analizando en el comité de crisis se han dado en días festivos. No es una cifra casual. Queremos pedirle, por favor, a la sociedad que extreme la precaución, que extremen la alerta. No menospreciemos cualquier indicio que podamos tener a nuestro alrededor.

La pieza proseguía con los testimonios de dos “expertos” – Marisa Soleto Ávila[2] y Miguel Lorente Acosta[3] – cuyo cita ahorraré al lector. Se pueden escuchar.

Nótese la enormidad de que el gobierno se había visto forzado a convocar “un comité de crisis” por una serie de ocho crímenes todavía en fase de investigación. No se trataba de hacer frente al ataque de un grupo coordinado contra la población, que requiriese el empleo de medios especiales bajo el mando del gobierno, sino de reunirse después de la comisión de unos delitos irrepetibles para no hacer nada. Porque nada se puede hacer, fuera de las personas concernidas, ante la imprevisibilidad de asesinatos dispersos. Un estado que respete la libertad y los derechos fundamentales no puede colocar un policía debajo de la cama de cada víctima potencial de un asesinato. Puede y debe mantener un sistema penal creíble, capaz de disuadir a los criminales mostrándoles las tremendas responsabilidades que asumen por sus actos.

Ahora bien, el objetivo principal de toda esta febril y paranoica agitación contra un tipo de asesinato o de violencia determinada por el sexo de la víctima no es protegerla de potenciales criminales. El sensacionalismo en las portadas de los medios de comunicación forma parte de un proyecto más amplio. Se trata de un intento de apadrinar la desgracia para trabar una red de intereses dependientes de la financiación del gobierno. Como afirmó con su particular osadía el ínclito orate que lo preside frente a las críticas por las reducciones de penas de su ley de garantía de la libertad sexual: Este gobierno “ha destinado la mayor partida de la historia a la lucha contra la violencia de género».

Cuando se observa que los resultados de todo ese dispendio no cumplen los fines señalados, se toca a rebato para que los mandarines finjan preocupación.


[1] Me refiero a la novela distópica “1984” de George Orwell. No a la telebasura.

[2] Directora de la Fundación Mujer y miembro del Observatorio Estatal contra la violencia de Género en representación de la misma desde el año 2006.

[3] Exdelegado del gobierno para la violencia de género nombrado por el gobierno de Jose Luís Rodríguez Zapatero (2008-2011)

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