Desde hace unos meses se están vienen produciendo determinadas declaraciones de las autoridades políticas chinas pidiendo la creación de una nueva moneda de reserva mundial. Puede sorprender el llamamiento, ya que oficialmente no existe ninguna moneda de reserva mundial, sino que los distintos bancos centrales han ido materializando sus reservas en los activos que han juzgado convenientes, aunque de hecho, ha sido el dólar la moneda que mayoritariamente ha venido a ocupar dicho lugar. Aunque hace ya más de un lustro que el euro comenzó su andadura como billete físico, y en sus inicios hubo quien se aventuró a protagonizar que arrebataría al dólar su papel como divisa de reserva mayoritariamente usada, lo cierto es que no cumplió con dichas expectativas, puesto que a día de hoy el dólar supone el 64% de las reservas monetarias del conjunto de los bancos centrales.
Por lo tanto, quizás sorprende el llamamiento realizado desde China para crear una nueva moneda de reserva mundial, cuando su propio banco central podría vender los dólares que actualmente tiene (y que ascienden a un 70% de sus reservas) a cambio de otra divisa que satisfaga más sus intereses. Sin embargo es posible que no desee dar dicho paso, ya que cualquier otra divisa puede tener los mismos problemas que ahora mismo percibe en los dólares.
Las razones por las que las autoridades monetarias chinas se encuentran disconformes con los dólares no son ningún secreto. En los últimos tiempos la política monetaria de la Reserva Federal Estadounidense se ha caracterizado por la bajada al máximo de los tipos de interés y por la monetización indirecta de deuda pública. Dicho de otra forma, el número de dólares puestos en circulación se va elevando cada vez más, sin que las autoridades de la Reserva Federal muestren el más mínimo signo de que van a cambiar dicha tendencia. Por lo tanto, los responsables del banco central chino creen que esa abundancia de dólares perjudicará el valor de los que ya tienen. Por pura ley de oferta y demanda, cuando la oferta de un bien aumenta, su precio disminuye, por lo que prevén que, tarde o temprano, se empobrezcan.
Si acudimos a otras monedas la situación no mejora. El Banco de Japón y el Banco de Inglaterra, parecen seguir una política similar, e incluso el mismo Banco Central Europeo se ha unido a la tendencia de monetización de la deuda. El problema es que no existen muchos proveedores de divisas a nivel mundial de entre los que se pueda elegir, al ser la emisión de moneda un monopolio estatal dentro de cada país o grupo de países.
Por tanto, las autoridades chinas parecen haberse dado cuenta de que las principales monedas existentes hoy en día presentan el mismo problema, por lo que lo mejor es crear una nueva moneda que sirva como reserva a nivel mundial. Para ello se han fijado en los derechos especiales de giro del Fondo Monetario Internacional, cambiando su composición actual (cuya cesta se basa en el dólar, euro, yen y libra esterlina) para dar cabida al yuan dentro del mismo.
La falta de confianza en el dólar no es un fenómeno nuevo. La caída del sistema establecido en Bretton Woods la provocó precisamente la emisión masiva de dólares que provocó la caída del precio de éste desde los 35 dólares la onza de oro, que establecían dichos acuerdos, hasta los 125. Los responsables de la política monetaria china, temen, por tanto, que un fenómeno similar pueda desatarse y quieren protegerse frente a dicha eventualidad, para no quedar empobrecidos si finalmente se repitiese la historia.
El problema, como se ha visto antes, es que no existen monedas que parezcan indemnes a dicha erosión de valor, ya que, aunque en diferente grado, parece haberse producido cierto consenso entre las distintas autoridades monetarias en expandir la oferta de sus respectivas divisas, lo que acabará provocando, tarde o temprano, un envilecimiento de las mismas.
La adopción de una moneda mundial, ya se base en derechos especiales de giro o en cualquier otra moneda o cesta de monedas, no va a suponer la desaparición del problema del envilecimiento de éstas, ya que el problema radica en la emisión de moneda sin contrapartida alguna, lo que inexorablemente las conduce a la pérdida de su valor.
Las autoridades chinas han acertado buscando la forma de evitar empobrecerse ante la más que previsible pérdida de valor que van a experimentar sus reservas. Sin embargo la sustitución de sus dólares por otra moneda mundial no va a evitar este empobrecimiento, salvo que abandonen la idea de buscar una divisa existente o imaginaria, y busquen activos físicos como los metales preciosos (por ejemplo el oro) que tradicionalmente se habían venido usando para este fin.
Los principales perjudicados por la impresión masiva de billetes no serían, sin embargo, las autoridades monetarias chinas, sino los propios usuarios habituales de dichos billetes, especialmente los ciudadanos más pobres. Puesto que los pequeños ahorros de estos últimos suelen estar básicamente en billetes, un envilecimiento de la moneda supone que sus ahorros valen menos, por lo cual son aún más pobres.
Por tanto, ninguna moneda, nueva o antigua, puede evitar el empobrecimiento provocado por la impresión masiva de billetes, y a la que no es inmune, ni los ciudadanos ni los propios bancos centrales extranjeros. Tan sólo una política monetaria donde los tipos de interés se fijen en función de la oferta y la demanda y la emisión de moneda se encuentre respaldada por algún tipo de activo físico como por ejemplo el oro, puede evitar este empobrecimiento, devolviendo a las divisas la confianza perdida.
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