Nos encontramos en medio de una revolución tecnológica que va a cambiar muchas cosas en el medio y largo plazo.
Nuestro cerebro es experto en resumir la realidad -tremendamente compleja- encontrando patrones útiles con los que trabajar. En esas representaciones simplificadas mandan las variables consideradas fundamentales, espíritus a los que parece que asignamos vida propia, pero que se relacionan entre sí como autómatas, respondiendo, en el seno del modelo, de manera casi siempre previsible, a los estímulos que reciben de sus compañeros. Mientras esa realidad no sufre cambios estructurales, los modelos -sometiéndolos, como mucho, a pequeños ajustes-, funcionan, haciéndonos creer que están escritos en piedra y que las variables con las que se conforman son ideas platónicas, hipostasiadas y no relativas a ese mundo de cuya observación salieron. Pero la realidad, también la económica, puede evolucionar de manera brusca, y en esa transición radical no está tan claro que versiones simplistas de “curvas” como la de Phillips o Laffer (por citar algunas de las que he oído citar recientemente) puedan servirnos de brújula. La cuestión es si, precisamente ahora, estamos o no inmersos en ese cambio estructural, brusco y radical.
Prácticamente todos somos conscientes de que nos encontramos en medio de una revolución tecnológica que va a cambiar muchas cosas en el medio y largo plazo; muchos lo son también de la debilidad que arrastraban ya las economías actuales, que cabalgaban sobre ingentes déficits públicos, mantenían artificialmente una inercia cada vez más lánguida y estaban trufadas de instituciones cada vez menos “antifrágiles”; pero quizás no todos seamos conscientes del posible catalizador, en forma de virus, al que nos enfrentamos.
En efecto, si no aparece pronto una vacuna y pasamos tiempo viviendo bajo la amenaza constante de la covid y sus consecuencias (enfermedad, colapso hospitalario, confinamientos, etc.) nuestros patrones de comportamiento puede que cambien hasta hacerse costumbre (también los de consumo). Pero los cambios bruscos, generalizados y duraderos en la demanda, no se solucionan con bajadas puntuales de precios, ni siquiera si son apoyados con ayudas públicas directas o indirectas (difíciles de financiar y mantener en el largo plazo) que sólo tendrían por objeto alargar la agonía de un modelo inviable, por obsoleto, de oferta. Si eso fuese así, si la tecnología y la covid acaban alterando nuestros usos y costumbres de manera radical, y en poquísimo tiempo, cuanto antes se destinen los pocos recursos disponibles a cambiar las estructuras productivas, menor y más rápido será un dolor que parece, en parte, inevitable. Y, en ese caso, todas las discusiones, útiles hasta hace poco, sobre los objetivos de inflación de los bancos centrales, sobre los volúmenes de deuda -pública y privada- y masa monetaria, sobre la subida o bajada de medio punto en los tipos de interés, sobre la pendiente de la curva de tipos o sobre los efectos de las subidas o bajadas, de un par de puntos, en los impuestos etc., serán bizantinas, iguales a discutir sobre el color o la textura de la tirita que se quiere poner a un paciente desangrado.
O los Gobiernos reaccionan y liberalizan las economías (no sólo la coordinación mercantil, sino también la ayuda mutua) de manera radical para que todos -cada uno en su medida- ejerzamos de empresarios de nuestra vida y patrimonio y nos adaptemos, con quienes nos rodean, a un futuro cada vez más incierto de la manera más rápida, barata y eficaz posible, o acabaremos todos igual de arruinados (el dinero no se come, por mucho que se imprima)… Igualdad en la indigencia que parece que buscan algunos.
4 Comentarios
Es posible que mucha gente se
Es posible que mucha gente se quede marginada de la revolución tecnológica y el estado policial de vigilancia absoluta. Vamos a ver a mucha gente yéndose en masa al mercado gris y al mercado negro. Probablemente, los «buenos chicos» se quedarán totalmente marginados de la realidad auténtica del mercado libre: el agorismo.
El fin súbito de las regulaciones, de los permisos, del control de capitales, del monopolio de los tribunales de justicia, del monopolio intelectual, de la universidad, de la mil veces maldita educación obligatoria, de la corrupción estatal de las organizaciones religiosas. Mientras eso pasa, los bizantinos seguirán temblando por el miedo que les dan los hunos que les extorsionan con una epidemia que acabó hace mucho tiempo, y para la que no hace falta ninguna vacuna. Tontos de capirote.
El problema de fondo está en
El problema de fondo está en los monopolios, efectivamente, empezando por los colegios; aquí, en Iraq, en EEUU y en todas partes: https://www.independent.org/news/article.asp?id=13245&omhide=true
Artículo de William Evers sobre la reapertura de los colegios con ocasión de Covid-1984 (recordemos a Orwell) y los intereses creados.
Conclusión: En una situación crítica, requiere coraje sobrevivir.
Ilustra el problema de los
Ilustra el problema de los monopolios el comentario de «Forastero en Tierras Covidianas» al anterior artículo de Jaime Juarez «Los Otros»:
«Un colega me dijo una vez cómo el diccionario Webster (privado) vino a formarse. Webster dijo que los malfactores intentarían cambiar la Constitución no mediante enmiendas sino mediante un sibilino ataque legal: cambiando las definiciones de las palabras.
Esto es, Webster señalaba el peligro (y la tentación para los malfactores) que significa sustituir o reemplazar las instituciones espontáneas como el lenguaje, cada lengua (emergidas espontáneamente, de uso voluntario) por monopolios de uso obligado (habitualmente, pero no siempre, estatales).
Conclusión 1: La tecnología (
Conclusión 1: La tecnología («material», neutral) es solo un subproducto resultante de los procesos de mercado. El peligro, el problema de fondo, radica en la subversión de las instituciones espontáneas (a modo de tecnología «interpersonal» que están en la base de los procesos emergentes del mercado libre, de las lenguas, de la moral, de las religiones, de la investigación científica, del derecho material, etc.) por parte de grupos de intereses organizados que utilizan la coacción para sustituirlas y apropiarse del juego dictando heterónomamente «sus» reglas. Ejemplo: el proyecto de ley de la Memoria Democrática (en España).
Conclusión 2: «There are lessons to be learned from schooling in Iraq and the United States. Established interests will try to protect the status quo, and people will try to take dishonest advantage. These need to be guarded against. In a challenging situation, it takes courage to prevail.»
Referencia: «The challenge of marxism» (El desafío del marxismo):
https://latribunadelpaisvasco.com/art/13675/el-desafio-del-marxismo