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Líos de faldas

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José Luis Ábalos, firme candidato al Premio Juan de Mariana 2025, fue el encargado de defender, allá por el verano de 2018, la moción de censura que el Grupo Socialista había puesto a Mariano Rajoy para desbancarle de la presidencia del gobierno. No vamos a detenernos ahora en cuestiones sobre cómo los socialistas aunaron una mayoría con absolutamente lo mejorcito del arco parlamentario, incluido el mismo Partido de los Negocios Vascos que le había aprobado los presupuestos a Rajoy. Nos vamos a quedar con que el elegido para atacar al Partido Popular por la condena en el Caso Gürtel fue José Luis Ábalos, secretario de organización del PSOE.

La sentencia definitiva del Tribunal Supremo, mínimamente enmendada, establecía que el Partido Popular se había beneficiado “a título lucrativo” de la existencia de una trama corrupta comandada por Luis Bárcenas, el que fuera tesorero del partido. Esto es, los jueces no apreciaban que el partido tuviera conocimiento de esta trama corrupta de su tesorero, pero sí que se había beneficiado de ella a través del pago parcial de las obras de su sede con este dinero obtenido de forma ilícita.

Pues bien, Pedro Sánchez aprovechó este hecho para presentar una moción de censura, posteriormente victoriosa, sobre la base de que el PP era la corrupción personificada y que no podía seguir en el poder ni un minuto más. Y aquí llegamos a la inolvidable apelación parlamentaria del maestro Don José Luis Ábalos Meco.

Comienza la lucha contra la corrupción desde el PSOE

En política, desde la noche de los tiempos, Ábalos fue ascendiendo en el escalafón del partido hasta llegar la Secretaría de Organización, el número 3 de partido y el que confecciona las listas electorales, de la mano de Pedro Sánchez. Ahora lo tienen relegado al Grupo Mixto, sin secretaria y sin coche oficial (pobrecillo), aunque Sánchez ha olvidado que se pateó España buscando avales para su reelección como secretario general de partido, en una peregrinación con el propio Ábalos, Félix Bolaños y, oh casualidad, Koldo García. El personaje de Ábalos no se entiende sin Koldo, ni Koldo se entiende sin Ábalos.

Curtido en la seguridad privada como escolta en el País Vasco durante los terribles años del terrorismo, Koldo se ganó la confianza de Ábalos cuando se convirtió en su chófer allá por 2018. Su relación era tan amistosa que acompañó al ministro Ábalos a recibir a la vicetirana venezolana Delcy Rodríguez aquella noche de enero en Barajas, pese a la prohibición de pisar suelo comunitario, algo a lo que parece que ya se ha acostumbrado.

Ahora, Koldo es investigado por, entre otras cuestiones, la compra de un apartamento en Benidorm a nombre de su hija de dos años (que se ría la hija de Bono), según el juez, con dinero obtenido en las comisiones por la venta de mascarillas a precio de oro (nunca mejor dicho). Ahora mismo es repudiado y nadie se acuerda de él, aunque la investigación avanza y continuamente salen cada vez noticias más interesantes.

Jesica como empleada de compañía

Pero, lo más interesante del amigo Ábalos es lo que hemos conocido este mes. Resulta que el paladín contra la corrupción pepera, el azote de los poderosos que utilizan su cargo con beneficios personales, contrató a una amiga suya, Jessica, como auxiliar administrativo en Iveco, una empresa dependiente del Ministerio de Transportes del que Ábalos estaba al frente.

De hecho, esta persona acompañó a Ábalos en un viaje oficial por Emiratos Árabes a finales de 2018, cuando aún no tenía ningún cargo en empresas públicas o ministerio. Pero bueno, como hay que aparentar, en marzo de 2019 ya estaba colocada en dicha empresa pública. De momento, el gobierno se ha negado a hacer público su salario, aunque se han publicado correos electrónicos en los que esta persona pedía, más bien exigía, la nada desdeñable cifra de 1.500€ diarios por acompañar al ministro a viajes fuera de la Comunidad de Madrid.

Sin ir más lejos, desde que Sánchez llegó al poder y hasta 2022, los salarios nominales han aumentado de 1.714,93€, en catorce pagas, a 1.797,54€, la friolera de un 4,81%, mientras que, en el mismo periodo, la inflación acumulada ha sobrepasado un 10%. La pérdida de poder adquisitivo, especialmente entre jóvenes y clase media, es propia de una economía en recesión.

Pero lo peor de todo no es eso. Lo peor es que no hay visos de que esto cambie.

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