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Titulitis, una patología letal para pobres, sabios, y poco afortunados

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España sufre de titulitis aguda. Es extraño el caso en el que algún español no ha rechazado una argumentación o la labor de una persona, por más buena que fuera, por el simple hecho de que quién lo realizaba era una persona sin un título en la materia. Es más típico aún observar de forma extraña al que no tiene el bachillerato, o más aún al que no posee la Educación Secundaria Obligatoria. En España, por cada respiro que damos surge un título académico y por supuesto una centena de defensores férreos de que sin ese título no se puede saber de esa materia. Estas situaciones, no solo son comunes. Son un absurdo y algo extremadamente prejuicioso, y realmente dañinas.

Manuel y Mª Dolores

No sé si letal sería el término. Yo creo que sí; la titulitis mata de forma social y de forma económica y física a las personas de bajos recursos. El hecho de tener que acceder a un título para realizar determinadas labores crea una barrera de entrada en el mercado laboral e intelectual que en muchos casos es difícil de sortear. Cuando argumento me gusta y suelo emplear ejemplos, reales o imaginarios, y eso es lo que voy a hacer.

Maria Dolores y Manuel, naturales de Erustes (Toledo), son una pareja de aquellos emigrantes que buscaban una vida mejor en la urbe de Madrid, ambos tienen unos 60 años y 50 de ellos han sido allí, en Erustes. Maria Dolores es hija del que era doctor del pueblo y estuvo durante 35 años ayudando a su padre en su consulta en tareas de enfermería. Ha aprendido de él distintas formas de diagnóstico, conocimientos avanzados en anatomía gracias a diversos libros y enseñanzas que le daba su padre, y a una amplia formación en primeros auxilios. Vamos, con total atrevimiento y contundencia, diría que Maria Dolores es una enfermera en toda regla (pero no con todas las de la ley).

Manuel

Por su parte, Manuel, es hijo de los que eran profesores del pueblo. Dos personas cuanto menos sabias, que enseñaron a la generación de su hijo conocimientos básicos en materias como matemáticas, lengua, biología o historia. Su hijo al terminar la escuela, decidió quedarse con sus padres para ayudarles. Expandió sus conocimientos a partir de la base de sus padres y lograron que en la escuela de Erustes se diera formación en inglés y filosofía. Gracias a un familiar, el hijo pudo irse un año a trabajar a Londres de lavaplatos. Allí aprendió inglés. En esa estancia en Londres también comenzó a realizar un curso online sobre filosofía, en el cuál aprendió una mayor cantidad de conocimientos sobre filosofía que los que ofrecían sus padres en la escuela. En resumen, Manuel, termina obteniendo unos conocimientos mayores a los de sus padres, además, tiene un método de enseñanza infalible que hace que la escuela de sus padres mejore notablemente los resultados de los alumnos.

Cómo el lugar de nacimiento y estatus económico invalidan un conocimiento y formación de décadas

Sin embargo, no todo es tan feliz, el dinero que hay y que produce la actividad económica de sus padres, y la suya propia, es bastante reducido. Ninguno de los dos puede ir a Madrid a estudiar una carrera. Y desde las nuevas leyes y la obsesión por los títulos, el legislador (sin estudios en algún caso), obliga a que en la escuela haya titulados en magisterio. Y en la consulta, titulados en enfermería. Manuel y Maria Dolores, se ven abocados a irse del pueblo. Se asientan en Móstoles en un piso y comienzan a buscar empleo. Los empleos disponibles son escasos.

No tienen formación oficial y por tanto, nada que acredite su validez en base al criterio de quién otorga esas titulaciones y se ve beneficiado de ese sistema (pues reciben la formación que este quiere y ve adecuado a sus intereses), el estado. Ambos sufren una barrera de entrada al mercado laboral por un motivo, su falta de formación titulada. Ambos tienen conocimientos, experiencia y formación de sobra para ejercer de lo que ejercían sus padres. En caso de no existir las titulaciones, o al menos no estar dictadas por ley, las empresas del sector educativo o sanitario podrían realizar una prueba, o no, a Maria Dolores y a Manuel, de esa forma, ambos podrían realizar libremente su proyecto vital a pesar de la dificultad que les causa su lugar de nacimiento y estatus económico.

¿Quién era el estado para decir que Manuel no era profesor? ¿Quién era el estado para decir que Maria Dolores no era enfermera?

Claudia, una mujer con un golpe de mala suerte

Claudia es una trabajadora del departamento de calidad de una empresa sanitaria desde que tiene 23 años. Cuando comenzó, no se requería formación en ese puesto y llevaba 15 años en ella. De repente, el legislador, mediante el Real Decreto 192/2023, decide que para ese puesto es necesario tener la licenciatura en farmacia. La empresa sabe perfectamente que Claudia realiza de forma idónea el trabajo, por lo que deciden seguir confiando en ella, realizan unos ‘arreglillos’ y durante 5 meses logran apañar la falta de formación reglada. Las dos partes ganan.

En un momento dado, en un afán de hacer cumplir con lo impuesto, se envía por parte del Ministerio de Trabajo una inspección y se descubre que Claudia, ejerce sin titulación. La empresa es sancionada y ella inmediatamente despedida, a pesar de los ruegos de su jefe y ella al inspector para poder salvar la situación. Claudia, se ve en la calle con 40 años, embarazada de 3 meses, y con una hipoteca por pagar. En esta situación, decide abortar, pues ve inviable mantener por sí misma sin trabajo a su futuro hijo, esto le lleva a una depresión y cae en el alcoholismo.

Su situación empeora con el tiempo, esa formación tampoco es suficiente para lograr conseguir una mejor vida, los precios suben por el aumento de regulaciones y la inflación, ella está estancada y no puede abandonar su adicción. Claudia, en cuestión de menos de 5 años ha perdido por la imposición de la titulación su empleo estable, el proyecto de vida que quería tener con su hijo y su hogar, tiene una adicción y se ve abocada a puestos laborales donde no quiere desarrollarse, con esta situación y en completa soledad, Claudia decide optar por la peor vía y bajo los efectos del alcohol y con una depresión severa, se suicida.

Todo esto, al imperio de la ley y al criterio del estudioso en derecho pero sin idea de su profesión, les daba igual que ocurriera y aún así, obligaron a la empresa a contratar a personal licenciado para esos puestos, por lo que esa imposición y la titulitis, han hecho que Claudia se encuentre en una situación económica y mental nada fácil de superar.

¿Quién era el estado para decir que Claudia no podía hacer su trabajo?

Raúl, un pequeño sabio en la fábrica de hielos

Raúl es de Cebreros (Ávila). Desde pequeño ha sido puro nervio y siempre ha sentido intriga por lo que le rodeaba. Un día, con 12 años, decidió hablar con el alcalde de su pueblo y a partir de esa charla comenzó a interesarse por la política y el derecho. Eusebio y Virginia, los padres de Raúl, son una familia tradicional. La madre es ama de casa y el padre trabaja en la vendimia y distintos trabajos de temporada. Por suerte, Raúl tiene acceso a una gran biblioteca con decenas de manuales de derecho, un código civil, otro penal, una constitución y centenares de artículos sobre la temática en casa de Rogelio, que es el juez del pueblo.

A los 15 años comienza a leerlos, ya ha terminado su formación obligatoria y aprovecha los momentos en los que deja de trabajar con su padre para aprender de ello. Cuando llega a los 20 años, tiene unos conocimientos en derecho bastante amplios. Quiere ser abogado y montar su despacho en el pueblo, de forma que pueda ayudar a las gentes de la comarca en su defensa y de esa forma lograr que no tengan que gastar dinero en ir a pleitos en Madrid o Ávila o contratar abogados de allí. Rogelio, le dice que para ello debe sacarse la titulación en derecho, un máster en abogacía y además, un examen del Ministerio de Justicia, a pesar de querer ser un abogado privado. Esto es inviable para Raúl, no puede irse a la ciudad a estudiar, tiene que ayudar a su padre y no hay dinero. Además, aunque podría tratar de educarse a distancia, la cantidad de años que debe dedicar a la formación (en muchos casos totalmente ajena a la profesión que quiere desarrollar), hace que Raúl descarte por completo la opción de ser abogado.

Raúl tiene 50 años, trabaja en la fábrica de hielos que llegó cuando él tenía 45 al pueblo, tiene ya un proyecto de vida que se ha limitado por no haber podido ser abogado. Raúl era verdaderamente un erudito en el derecho, podría haber sido un abogado excelente, le encantaba sobre todo los asuntos mercantiles, pero lamentablemente, el no tener un título no le permitió poder defender a quién libremente acudiera a él para ejercer su defensa en un juicio. La zona perdió un abogado excelente, él perdió parte de su ilusión y está realizando algo que nunca quiso hacer por la responsabilidad con su familia y la inviabilidad económica, y todo, porque existía un título que nada más que acredita unos supuestos conocimientos, que por supuesto, él ya tenía.

¿Quién era el estado para decir que Raúl no sabía de derecho y abogacía?

Conclusión

Los títulos no son la mejor forma de acreditar conocimientos, de hecho, hasta el propio estado desconfía de ese modelo cuando realiza exámenes para acceder a un puesto en la administración pública, cuando podría guiarse por las notas que se sacan durante el proceso de adquisición de los títulos. Los títulos, crean barreras de entrada para aquellos que no pueden acceder a esa formación, por el motivo que sea. Y los títulos, arruinan en muchos casos mentes que podrían ser brillantes de no ser porque existen estos papeluchos que en muchas ocasiones son empleados para desacreditar a las personas sin ni siquiera acreditar si tienen el conocimiento.

En este artículo, no me opongo a que haya procesos de selección, es normal, es natural que los haya, no me opongo a que haya formación. Me opongo, de forma firme, a que el sistema esté basado en un modelo que dinamita a los autodidactas, que crea barreras de entrada, que nos subyuga a unos planes de estudio estipulados, que en muchos casos son insuficientes y cuyo único objetivo es la adoctrinación por parte del de siempre, el estado. Me opongo, de forma firme, a que haya vidas arruinadas porque no se tuviera el tiempo o los medios materiales para conseguir el título que acredite unos conocimientos, que hay otras muchas formas de adquirirlos que estudiar donde se otorguen estos títulos, y que sobre todo, no siempre son adquiridos.

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