"No puede descartarse ningún escenario sobre el futuro de los bancos españoles, por muy impensable que hubiese sido hace seis meses, antes de la crisis griega".
Lo impensable, algunos lo llevamos temiendo desde hace años. Simplemente las cifras estaban ahí, para quien quisiera enterarse: el 60% de todos los créditos del sistema bancario español están vinculados directamente con el mercado inmobiliario, un mercado que vivió una burbuja de aproximadamente el 50% en sus precios. Si alguien pensaba que el especulador sistema bancario estadounidense iba a sucumbir ante una gripe de su ladrillo y el sólido sistema español iba a ser capaz de sobrevivir ante un cuadro clínico terminal del suyo, entonces es que le faltaba algo de perspectiva.
Desde luego, el proceso que describe el informe de JP Morgan no tiene nada de novedoso y se lo conoce desde antes aun de la Gran Depresión. Algunos economistas, como Irving Fisher, incluso convirtieron la trampa deflacionista como la base de su explicación del ciclo económico: sobreapalancamiento a corto plazo de los bancos, inflación de los activos que sirven como colateral a la banca, necesidad de refinanciación de las deudas a tipos de interés crecientes, liquidación de los activos a precios de descuento, pérdidas extraordinarias, quiebra de bancos y nueva liquidación de activos, aparición de mayores pérdidas, pánico entre los depositantes, otra ronda de liquidaciones y desaparición de la banca y de los ahorros de las clases medias que, en realidad, no estaban en ninguna caja fuerte sino inmovilizados en unas viviendas carísimas.
Es lo que tiene ese perverso proceso que alientan y sustentan los bancos centrales de descalzar los plazos del activo y del pasivo, de endeudarse a corto plazo y prestar a largo: las entidades españolas han de refinanciar este año la friolera de 64.000 millones de euros en papel comercial y cédulas hipotecarias, las cuales, no lo olvidemos, se emitieron con unos vencimientos de 10 años para sufragar hipotecas de 30 ó 40; y eso por no hablar de la eventual espiral de fuga de depósitos (otras deudas a corto plazo) que anticipan los analistas de JP Morgan.
No serán pocos quienes crean que este es un problema con una sencilla solución: bastaría, sostienen los inflacionistas, con que el Banco Central Europeo se ponga a prestar seriamente a la banca española para solventar su falta de liquidez; punto pelota. Pero me temo que no es tan sencillo: una cosa es proporcionar liquidez contra buen colateral (tal y como sabiamente recomendaba Walter Bagehot) y otra, muy distinta, es extender crédito contra cualquier basura que se presente a descuento. Quienes acusan al BCE de no expandir el crédito como ha hecho la Reserva Federal de EEUU olvidan un dato importante: durante el último mes a los bancos españoles se les ha cerrado el grifo del interbancario y ha sido el BCE quien los ha mantenido a flote con unos préstamos históricamente elevados.
¿Puede esta situación mantenerse en el tiempo, en torno a una década? Pues no. La diferencia entre la banca española y estadounidense no es que la Reserva Federal actuara a finales de 2008 exactamente igual que el BCE, sino que el gobierno de EEUU la recapitalizó con varios cientos de miles de millones –poniendo fin a los temores de insolvencia de sus grandes bancos– y en España el FROB sigue en un cajón.
No es que sea favorable a rescatar a los bancos a la Bush, pero es evidente que algo se tiene que hacer a menos que queramos declarar la quiebra voluntaria (mi propuesta pueden encontrarla aquí).
Y mientras el sector privado español tenía estos muy serios problemas para refinanciarse en los mercados de crédito, ¿qué se le ha ocurrido hacer al visionario Gobierno de España? Seguir la copla keynesiana de que endeudándose y tirando de demanda las cosas se iban a arreglar sin ningún ajuste en los precios y en la estructura productiva. Muchos inflacionistas se centraron en criticar la escasa laxitud monetaria del BCE durante 2009 y se despreocuparon de los agujeros presupuestarios de Zapatero, pues ahí tienen el resultado. Reza JP Morgan: "Es evidente que las capacidades y los costes para financiarse del Estado y de los bancos se han unido de manera indistinguible".
No será porque no se lo advertimos.