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Jugando con los datos para subir impuestos

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La incapacidad de nuestros políticos para formar Gobierno no les impide que todos a una estén de acuerdo con subir los impuestos, especialmente a un colectivo que no vota y que resulta ser la gallina de los huevos de oro: las grandes empresas.

Tras la fallida investidura, los ojos de Bruselas continúan cerniéndose sobre el Gobierno en funciones. Los ajustes fiscales siguen exigiéndose y la incapacidad de nuestros políticos para formar Gobierno no les impide que todos a una estén de acuerdo con subir los impuestos, especialmente a un colectivo que no vota y que resulta ser la gallina de los huevos de oro: las grandes empresas.

La recaudación ha caído notablemente tanto en IRPF como en Sociedades. Pero la característica común en ambas caídas es que ya se esperaba, que será temporal, y que si resulta ser estructural o permanente será por las propias medidas que el Gobierno tome (subidas fiscales) o las que no ha tomado o nunca llegue a tomar (reformas liberalizadoras que dinamicen la economía).  

Aclaraciones sobre la recaudación por IRPF y Sociedades

La caída de las retenciones de trabajo en el IRPF explica fundamentalmente la reducción de la recaudación de este impuesto. Una disminución prevista dado que se debe a la reducción de su tipo impositivo. Además, puesto que es un dinero que adelantan los contribuyentes al Estado a cuenta del saldo definitivo que se liquidará en 2017, esta caída se recuperará el año que viene. A partir de agosto, los tipos serán iguales a los exigidos en el segundo semestre del año pasado, por lo que la comparación de la recaudación mostrará un impacto menor y permitirá calcular de manera más realista la pérdida de recaudación estructural, si la hubiere.

El Impuesto sobre Sociedades (IS) es el impuesto más controvertido, sobre todo después del papel jugado por la Comisión Europea a cuenta de los impuestos correctamente pagados por Apple y, más en general, por el de los distintos gobiernos durante la crisis económica. En España, la caída en la recaudación acumulada de enero a julio ha sido del 85%. Una abultada cifra que induce a confusión. La gran reducción se ha producido en el mes de abril y ha sido debido, esencialmente, a que el primer pago fraccionado que liquidan las grandes empresas se ha reducido a la mitad. Sin embargo, sólo el 10% de esta pérdida de recaudación, que se debe a la reforma fiscal de 2015, es permanente según la propia Hacienda. El 60% de reducción se debe a medidas fiscales temporales que finalizaban este año (es decir, previsibles) como los tipos impositivo incrementados durante la crisis y las medidas que inflaban la base imponible para calcular este tipo de pagos con los que las empresas adelantaran un impuesto sobre lo que todavía no han ganado. Por tanto, al igual que con el IRPF, con estos pagos se anticipa la deuda tributaria definitiva a liquidar el año que viene, por lo que no ingresarlos ahora no significa que se hayan perdido definitivamente sino que se pospone su ingreso. Y, finalmente, el resto de la pérdida de recaudación por Sociedades se debe a la privatización de AENA en 2015 que infló la recaudación de entonces. Aquel ingreso extraordinario no debería usarse para concluir que los ingresos recurrentes han caído.

De hecho, independientemente de cómo finalice la recaudación a lo largo del año, los datos del resto de meses sin contar abril arrojan una mayor recaudación de 172 millones más. Añádase que el pago anual del ejercicio 2015 (que se liquida e ingresa en julio de 2016) todavía no se ha contabilizado en la información que ha ofrecido Hacienda hasta el momento. Es por esto último, por ejemplo, y porque el segundo y tercer pago fraccionado son más cuantioso, por lo que la dinámica de recaudación del IS sigue una tendencia creciente a lo largo del año, de modo que normalmente recaude más del 80% del total durante el segundo semestre del año (en 2015, el 85%). Y no termina ahí el comportamiento sui generis  de este impuesto, pues está configurado de tal modo que contiene una variedad de deducciones o ajustes que hacen que la liquidación de un ejercicio afecte a las siguientes. Por ejemplo, pérdidas que no se han podido compensar porque la recuperación económica es más bien lenta, deducciones para las que no hay suficiente cuota, las propias limitaciones que aprobó Montoro durante lo más duro de la crisis. Una variedad de disposiciones que desliga el resultado contable (los beneficios) de lo que finalmente se paga en cada año. Algo lógico porque hay ajustes o deducciones tan reales y tan justificados como los financieros, o deducciones para evitar que las empresas paguen dos veces por lo mismo (es decir, medidas que no privilegian sino que tratan de evitar distorsiones).

Por consiguiente, si la recaudación tanto en el caso del IPRF como Sociedades ya se esperaba que caería (por terminarse medidas temporales, aplicarse rebajas o no tener beneficios extraordinarios de privatizaciones) y se sabe que en gran parte se recuperará (por ser caídas en pagos anticipados que si no se pagan ahora se hará más tarde), ¿por qué subir otra vez impuestos y, en concreto, a las grandes empresas? ¿Y más con este tipo de argumentos?

El verdadero motivo para subir impuestos

Lo que verdaderamente asusta a los políticos es que la actividad se ralentice y los beneficios de las empresas caigan, lo conduce a una reducción permanente de la recaudación. Ante este escenario, nunca liberalizarán la economía ni la dinamizarán, sino que trataran de controlarla y esquilmarla más férreamente.

Aunque las bases imponibles del IS sean las que más crecen (11,5% en el primer trimestre) eso no siempre significa que sea porque haya más actividad, sino porque hayan ensanchado su ámbito de acción (el PP bajó el tipo impositivo de este impuesto, pero después de subirlo reiteradamente ampliando su base de cálculo). De hecho, los malos datos sobre actividad económica son los que realmente están incentivando a los políticos a aumentar este impuesto con el fin de mantener cortoplacistamente la recaudación.

La alarmante caída de la inversión, que es la conducta empresarial que anticipa la capacidad de creación de riqueza de una economía (la formación bruta de capital fijo ha pasado de crecer al 6,4% en 2015 al 3,9% y 3,5% en 2016 y 2017 según el BBVA, datos mucho peores para las inversiones en bienes de equipo y maquinaria, de los activos más productivos). La disminución de la creación de empleo en términos de puesto de trabajo equivalente a tiempo completo, que disminuye intertrimestralmente. La bajada de las expectativas de crecimiento y la confianza del consumidor. O, finalmente, el previsible menor impacto positivo del precio del crudo en nuestra economía el año que viene.

Conclusión

La demagogia y el perjuicio de esta política económica que comparten todos los partidos es doble: pretender subir los impuestos temporal (próximo Real Decreto del Gobierno) o permanentemente (programas electorales o pactos como el de PP-C’s/PSOE-C’s) a partir de unas cifras provisionales que reflejan caídas temporales y previstas; y tapar las políticas que nos han llevado a una recuperación lenta (en comparación con, por ejemplo, la irlandesa) que provoca reducciones permanente de recaudación a las que se hará frente, precisamente, con medidas perjudiciales que no hacen sino asentar un lúgubre tremedal para la actividad económica lleno de impuestos altos.

 

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