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El porqué de la prolongación de la recesión en EEUU

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En el anterior artículo resumíamos brevemente dos posturas en el debate acerca de la prolongación de la recesión en la economía norteamericana. Por un lado, está la explicación típicamente keynesiana de Paul Krugman, según la cual la recesión todavía perdura por la austeridad de los agentes económicos –que respondería a diversas razones relacionadas con los animal spirits–, quienes demandan (consumen e invierten) por debajo de lo deseado.

Por el otro lado, señalaba la explicación que ofrece Robert Higgs, que apunta a la extrema incertidumbre de tipo institucional generada por las autoridades de la política económica. Este ambiente incierto sería el principal responsable de retrasar la recuperación al obstaculizar el despegue de la inversión privada.

Como decía, existen explicaciones adicionales a estas dos, algunas de las cuales comentaré a continuación. En primer lugar, tendríamos la tesis monetarista que, en términos muy simplificados y sin pretender hacerle justicia, se centraría en la súbita contracción del crédito por parte del sector bancario. Al mantener gran cantidad de reservas (más allá del mínimo requerido) y dejar de prestar a empresas y familias, se seca y contrae la sangre que mueve la economía, argumentan.

En otros términos, se habla también de que la velocidad de circulación del dinero (el número de veces que la unidad monetaria se gasta) ha caído de forma acusada por una serie de causas. Para compensar esto, se defiende una política expansiva de la autoridad monetaria.

Aunque pudiera parecer que la estrategia de Bernanke ha respondido precisamente a esta preocupación, algunos autores de esta línea, como Scott Sumner, piensan que la política monetaria desde finales de 2008 ha sido realmente contractiva respecto a lo que necesitaba la economía en ese momento. En otras palabras, se debería haber sido más expansivo con el objetivo de evitar la caída del PIB nominal que finalmente se produjo.

Esta explicación presenta, a mi juicio, diversos problemas, entre los que se puede destacar: 1) el enfoque casi exclusivamente agregado –haciendo amplio uso del PIB como indicador clave de la coyuntura, por ejemplo–, sin entrar en el verdadero fondo de la cuestión, es decir, el análisis de las distorsiones microeconómicas que se habían producido en la etapa de la expansión; 2) o el analizar la crisis y la intensa contracción crediticia como, esencialmente, un shock exógeno y no como un proceso consecuencia de la previa etapa de expansión insostenible. Desde el punto de vista de Sumner, la caída del PIB nominal era algo que habría que haber evitado, y no la inevitable resaca tras una época de borrachera crediticia que condujo a malas inversiones y a un excesivo endeudamiento.

Tal y como señala la teoría austriaca del ciclo, la economía debe pasar por un proceso de ajuste que depure los errores en las decisiones del pasado. Y esto implica no solamente una recolocación de factores productivos, sino también una reducción de la deuda (desapalancamiento), lo que tiene efectos contractivos sobre la demanda y la actividad económica agregada.

Esto nos lleva a la segunda explicación acerca de la prolongación de la recesión, que trata sobre el incompleto proceso de reajuste que se ha producido hasta ahora. Por un lado, al desapalancamiento de los agentes económicos todavía le queda mucho recorrido, como concluía un reciente estudio del Bank for International Settlements (BIS). Las políticas gubernamentales aplicadas como respuesta a la crisis serían en buena parte responsables de ello, especialmente en lo que se refiere al masivo endeudamiento del gobierno federal, factor que compensó en gran medida el brutal desapalancamiento privado –uno se pregunta qué hubiera pasado si no se hubiera aumentado la deuda pública–. Pero también, como señalaba Juan Ramón Rallo en estas páginas, es posible que el mantenimiento de bajos tipos de interés durante un periodo extenso genere desincentivos en los agentes a reducir la deuda y reajustarse.

Por otro lado, el proceso de recolocación de los factores productivos –intersectorial, de los sectores que se sobreexpandieron durante la burbuja a aquellos que prometan rentabilidades interesantes; pero también intrasectorial–, especialmente en el caso de los mercados laborales, puede llevar tiempo, incluso en economías dinámicas como la norteamericana. Más allá de que el ajuste en precios y salarios relativos pueda alargarse por cuestiones de rigidez en éstos, existen cuestiones adicionales de interés.

Por una parte, aquí pueden encajar las aportaciones de los tres economistas recientemente galardonados con el Nobel acerca de las fricciones, el enfoque de la búsqueda y el emparejamiento en el mercado de trabajo. Además, el encontrar un empleo satisfactorio para quienes lo hayan perdido, puede requerir destrezas y habilidades distintas a las anteriores. Éstas deben adquirirse, cuestión que puede llevar un tiempo considerable.

Pensemos, por ejemplo, en aquellos que se formaron específicamente en el campo de las finanzas para trabajar en Wall Street. Si el sector financiero se reduce en la crisis de forma permanente –respecto a su sobredimensionado tamaño–, los nuevos desempleados deberán reciclar su capital humano. O aquellos que, con baja cualificación, pudieron emplearse en el sector de la construcción deberán adquirir nuevas destrezas. Las características de este proceso dependerán de la especificidad y complejidad de la estructura de capital de una economía.

Asimismo, estos comentarios remiten a la idea del “recálculo” (Recalculation) que ha venido elaborando Arnold Kling. Tras manifestar la crisis que los “viejos patrones de especialización e intercambio” no eran sostenibles, la economía y los agentes se enfrentan con el “problema del recálculo”, en el cual los patrones nuevos que deben crearse no lo hacen con la suficiente rapidez como para compensar la destrucción de los antiguos y evitar el desempleo generalizado. La gran cantidad de nueva información que se ha generado –y la que se ha modificado– con la disrupción de la crisis, tiene que ser procesada por los agentes económicos, lo que también lleva tiempo –“demasiada información para ser procesada en demasiado poco tiempo”–.

En definitiva, los problemas y cuestiones que se acaban de apuntar, junto a la existencia de “incertidumbre de régimen” (Higgs), podrían formar una relativamente completa explicación de la prolongación de la recesión económica en los Estados Unidos. La teoría austriaca del ciclo puede explicar los orígenes de la crisis, y quizás muy parcialmente por qué se está prolongando, pero no permite una narrativa completa de este fenómeno, que debería complementarse con aportaciones adicionales. De la misma forma sucede con la explicación acerca de la Gran Depresión, a pesar de lo que sugiriera Hayek –diciendo que ésta “se debió totalmente a la mala gestión monetaria del gobierno”–.

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