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¿Libertad frente a prosperidad?

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Hay quienes contraponen, como hace ver el título de este artículo, libertad y prosperidad. O, dicho de otro modo, se preocupan por si el liberalismo debe defenderse desde posturas más éticas, esto es, defendiendo la libertad como valor supremo, o desde otras más crematísticas, como la prosperidad.

No nos compliquemos demasiado con esta disyuntiva, pues no son sino dos caras de la misma moneda. La secuencia vendría a ser ésta: libertad – variedad (desigualdad) – prosperidad. No es algo novedoso lo que aquí escribo, desde luego, sino fruto de autores que han indagado sobre esta materia.

Pero antes de entrar en faena, voy a permitirme una breve reflexión sobre la variedad como desigualdad. Debería extrañarnos, si bien ya nada lo hace, que los defensores del igualitarismo también lo sean de la variedad. Y ya no hablamos de igualdad de resultados, en cuyo caso es más que evidente que poca variedad cabe si todos acabamos expulsados de la ciudad para ser forzados a trabajar el campo perfectamente uniformados, como en la Camboya de Pol Pot, sino de la igualdad de oportunidades.

Hay una extraña querencia en los entornos más conservadores (o socialistas más light) de considerar esta forma de igualitarismo como un ideal. Pensemos, por poner ejemplos extremos, en dos "familias", una, tradicional y tradicionalista, y otra, hippy que vive en una comuna. Como seres que defendemos la libertad y la variedad, no pondríamos mayor objeción a que, siempre cada uno en sus dominios, tuviera a bien resolver su vida como le apeteciera. Qué puede esperarse de esto: ¿igualdad de oportunidades en los hijos de cada familia o comuna? Tampoco, sinceramente, creo que sea un fin buscado a priori por ninguno de los grupos. Entiendo que buscan otra meta: congregarse con quienes se sienten más cómodos e identificados. No es cuestión de entrar en cuestiones como nación, región, localidad (que todo constriñe en según qué circunstancias), pero todas estas categorías administrativas no hacen sino limitar esa posibilidad de explorar formas nuevas de asociación, como parece obvio.

Otro ejemplo sería el de padres de ciencias (con mentes muy analíticas y estructuradas) frente a padres de letras o a padres deportistas. Thomas Sowell, que no sólo ha escrito de economía, en uno de sus libros trata el autismo a raíz de que un hijo suyo padecía alguna de sus formas. Sacó la conclusión (no sé si avalada por análisis más empíricos) de que padres matemáticos (o de ramas analíticas) tendían a tener más hijos con esta anomalía que otros. Pero tampoco quería llegar a este extremo de analizar la influencia genética (que también es determinante).

Mi punto es que la influencia de estos entornos diferentes (variedad), en estos casos, contribuiría a que los hijos (los que queremos que gocen de esa igualdad de oportunidades) tuvieran acceso a experiencias, información y formación completamente distintas. Y esto no es nada malo; al contrario, como veremos más adelante. Su mente, su cuerpo, sus bienes y todo ese arsenal de experiencias y conocimiento es lo que poseen para lanzarse al mundo. Esto nos lleva a que, para alcanzar la manida igualdad de oportunidades, mucho alarde de ingeniería social tendríamos que hacer para manipular, someter y perturbar a esas familias hippies, tradicionales, de ciencias, de letras o de deportistas… Creo que contravendría bastante el ideal de libertad en el que descansa el liberalismo, y que otras formas políticas de corte socialista también se jactan de defender, no sin sermonearnos antes con formas de vida alternativas. En realidad, para ellos, la libertad es una excusa para colgarse el papel de víctimas, de minorías, pues en el fondo quieren convertir estos estilos de vida en obligatorios y universales en pos de su ideal uniformador. Así todos gozaremos de mismas oportunidades…, o, más bien, de ninguna.

Y vayamos al último punto: la prosperidad. Si la libertad permite la variedad, qué puede traer de bueno ésta al orden social, extenso y complejo en el que vivimos. Un autor del XIX próximo al anarquismo liberal, Auberon Herbert (citado por el propio Rothbard), puede servirnos de ilustración.

Este recurre a Herbert Spencer, de quien es fiel seguidor, para hacer ver la importancia de la diferencia en un ensayo sobre la educación. Con el objetivo de criticar la uniformidad en los contenidos educativos en Gran Bretaña, nos dice:

(…) Let him remember that canon of Mr. Herbert Spencer, so pregnant with meaning, that progress is difference. Therefore, if you desire progress, you must not make it difficult for men to think and act differently; you must not dull their senses with routine or stamp their imagination with the official pattern of some great department. If you desire progress, you must remove all obstacles that impede for each man the exercise of his reasoning and imaginative faculties in this own way; and you must do nothing to lessen the rewards which he expects in return for his exertions. (…)

"State Education: A Help or Hindrance?". Fortnightly Review, Julio 1880.

En el campo de la sociología, Spencer desarrolla una postura evolucionista (lamarckista). Contrapone, como en la bilogía, la simpleza de lo homogéneo frente a la complejidad de lo heterogéneo. Para él, la sociedad es un organismo social que evoluciona desde una forma más básica y simple a otra más compleja gracias a la ley de la evolución (de forma bastante parecida a lo que posteriormente desarrollaría Hayek). De ahí que este tipo de autor tienda a tener una visión bastante optimista de la población creciente (a diferencia de enfoques maltusianos). Más personas implican más oportunidades y más probabilidad de heterogeneidad. Lo igual no produce nada nuevo, no produce evolución, no produce nuevo conocimiento, no produce nuevos medios, ni siquiera nuevos fines. El respeto a la libertad del individuo es ético per se, pero además posibilita que éste busque su felicidad a partir del descubrimiento de sus propios fines y medios. Sólo así, dejando que los individuos actúen guiados por sus pasiones y que se agrupen con otros por intereses, ideología, edad, trabajo, equipo de fútbol o Dios sabe (hoy día no solemos pertenecer a un único grupo cerrado, sino a muchos), se podrán poner sobre la mesa múltiples propuestas de valor (si así lo que queremos llamar) en el mercado.

Desde el ingeniero hasta el músico; desde el tenista hasta el científico; desde el inversor hasta el religioso; desde el inventor hasta el empresario; desde el matemático hasta el poeta… Y miles de ejemplos más. Sólo generándose propuestas de valor desde múltiples ramas de la sociedad se podrá crear nuevo conocimiento y nuevos bienes y servicios que satisfagan crecientemente a las variopintas personas.

Asimismo, aparecerán muchos más "errores", pero también muchos más "aciertos". Sin variedad, con homogeneidad, el error es pequeño, pero la creación casi nula. Con variedad, ¿cuántas empresas de informática han perecido desde los 80 gracias a que surgió esta rama de la economía? No lo sé. Muchas, muchas más que las que han creado valor de manera continua en el mercado. Pero cuánto valor o riqueza han creado las que han tenido éxito: a lo Taleb, abrumadoramente más que lo perdido por los fracasos empresariales.

¿Debemos impedir la destrucción creativa de Schumpeter porque haya error –destrucción-? Ni hablar. Cuánta riqueza y bienestar se han creado por las oportunidades que nos brinda el hecho de que las personas sean tan dispares. Cuántas nuevas ramas de la economía, cuántas innovaciones en campos ya explorados y yermos. Qué es eso de la igualdad de oportunidades. No, hombre, todo lo contrario. Haya desigualdad de éstas. Que la gente pueda alimentar su espíritu y, con ello, crear nuevas ideas, mercados y servicios, y, ojo, crecientes oportunidades para los demás. Esto nos traerá el progreso, la libertad y la felicidad (entendida como búsqueda de propias metas).

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