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ONU, democracia de las dictaduras

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El día 12 de noviembre de 2012, Venezuela consiguió el apoyo de la mayor parte de los Estados miembros de Naciones Unidas para entrar a formar parte del Consejo de Derechos Humanos de esta organización, junto con Brasil y Argentina, en representación de Latinoamérica. El Gobierno caudillista de Hugo Chávez lo ha celebrado como una victoria, y no es para menos. La celebración ha sido incluso transmitida por el propio Centro de Noticias de la ONU.

El gobierno bolivariano ocupará su puesto en el Consejo de 2013 a 2016. Aunque no sea así de forma oficial, se podría considerar que toma el relevo de su principal aliado, la Cuba de los hermanos Castro, hasta ahora presente en el organismo.

Chávez es uno de los principales defensores del tirano sirio Al Assad, así como un íntimo aliado de los Castro y del iraní Ahmadineyad. Además, fue de los pocos que lamentó de forma pública la caída de Gadafi. Esos son sólo algunos ejemplos de sus complicidades con dictadores de diferentes regiones del mundo. No ha de extrañar. El actual Ejecutivo bolivariano no pasaría el examen de alguien que juzgara objetivamente el respeto de los Derechos Humanos.

El gobierno chavista no sólo impide el normal ejercicio de derechos como el de la libertad de expresión –es cierto que en este terreno le ha llegado a superar como represor el ecuatoriano Correa–, sino que además viola principios fundamentales como la división de poderes. El propio Chávez llegó a referirse a esta última como una "nefastaherencia" y un lastre del que desprenderse. La justicia venezolana, por ejemplo, hace tiempo que perdió cualquier atisbo de independencia.

Sin llegar todavía a igualarlo, la Venezuela de Chávez se parece cada vez más a la Cuba de Fidel Castro. Y la presencia de uno y otro régimen en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU muestra a la perfección la triste realidad de la mayor organización multilateral de ámbito mundial. En ella, los gobiernos más liberticidas y los dictadores más crueles tienen voz y voto en pie de igualdad con las democracias. Y seguirá siendo así mientras las Naciones Unidas sigan funcionando como lo hacen desde su fundación –no olvidemos que la URSS fue una de las potencias presentes desde el primer momento– hasta la actualidad.

La ONU es la democracia de las dictaduras. Por mucho que intenten convencer de lo contrario, en las Naciones Unidas no están representados los pueblos, ni mucho menos los ciudadanos, sino los gobiernos del mundo. Y tienen su asiento con independencia de que en sus países haya un régimen democrático o, al contrario, profundamente represivo. Y eso tiene un necesario reflejo en su funcionamiento.

En última instancia, las votaciones en la ONU y en sus distintas agencias y organismos siempre van a favorecer a las dictaduras. Los tiranos se apoyan unos a otros en un indecente "hoy por mí y mañana por ti" siempre dirigido contra la libertad. Y eso garantiza casi de forma absoluta la impunidad internacional de los autócratas. Máxime cuando más de un Gobierno democrático siempre estará dispuesto a alinearse con los enemigos de la libertad por cuestiones del denominado "realismo político", o por una supuesta defensa de los propios intereses económicos. Unos intereses que, por otra parte, tratarán de hacerse pasar como nacionales cuando en realidad sólo lo son de unos pocos.

Cuanto más se elogia el funcionamiento democrático de la ONU, más se favorece a los dictadores y caudillos de todo pelaje al otorgar legitimidad a su voto en la organización. La democracia de las dictaduras goza de buena prensa, pero no por eso es menos enemiga de la libertad.

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