Uno de los libros que recientemente he terminado y del que he disfrutado mucho es La Inteligencia Fracasada de José Antonio Marina. Desde hace un tiempo, este autor ha adquirido cierta relevancia a nivel popular, en especial por sus opiniones e iniciativas relativas a la educación en los colegios.
Sin embargo, el propio autor cae, como en la profecía auto cumplidora, en el mismo mal que señala. Apunta, en el libro citado, que hay personas con una inteligencia fracasada: son aquellos que, a pesar de tener una alta inteligencia computacional, padecen carencias en la capacidad de encaminar sus acciones. Las tres causas principales de este fracaso son, para Marina: la introducción de módulos mentales inadecuados, la ineficiencia de la inteligencia ejecutiva y una equivocada jerarquía de los marcos, es decir, de los ámbitos en los que nos movemos. Para él, la sublimación, el logro máximo de la inteligencia es la ética, que ha conseguido que de animales listos pasemos a ser animales con dignidad.
Pero al lado de estas ideas tan claramente expuestas, considera que los logros más notables de nuestra inteligencia son "la invención de los derechos humanos, los sistemas de protección social, la dignidad o la justicia". Tal cual, todo revuelto.
Además, cuando haciendo caso de su idea según la cual la suprema inteligencia te lleva a la acción, uno se asoma a su proyecto educativo, de nuevo, observa esta mezcolanza terrible de grano y paja que, en realidad, explica gran parte de su predicamento en nuestros días. Frases como "para educar a un niño hace falta la tribu entera" llevan a una terrible confusión. Porque es verdad que los niños son el futuro y que los miembros de cada sociedad deberían preocuparse por ellos. Y, en concreto, en la nuestra, es importante que nos demos cuenta de lo importante que es educar en valores, no desentenderse. Pero de ahí, no se sigue todo lo demás. Y todo lo demás es una propuesta para la futura asignatura "Educación para la ciudadanía" en la que se pretende enseñar los valores éticos y morales de todos a los niños. Y por si alguien piensa que no todos tenemos los mismos valores afirma:
Quienes defienden esa irresponsabilidad se centran en dos o tres temas, sin duda conflictivos, como si fueran los únicos que tienen relevancia ética: el aborto, la ingeniería genética, la homosexualidad y la familia. Durante muchos años los intelectuales de izquierda defendieron con la misma contundencia que los únicos problemas éticos afectaban a la propiedad y al reparto de bienes.
Como si los problemas éticos que cita, además de conflictivos, no estuvieran relacionados con el tema supremo de la propiedad. Como si detrás de la visión ética de la familia no hubiera implícito un modelo de sociedad, un sistema ético, los valores de los que habla.
La pregunta que flota en el aire es "Pero, ¿quién es la tribu?". Si somos todos, ya sabemos que, al menos desde Marx, "todos" somos el Estado… Si usted es marxista, ¡adelante!, como sus hijos según la ley, son de su propiedad, en cierta medida, ya que tiene la patria potestad sobre ellos, deje que los eduque la tribu estatal. Los míos no. Para mí, la tribu inicial del niño es la familia. Y ese es el punto de partida.
¿Cuál es el problema a mi entender? La jerarquía de los marcos es errónea. Primero está el individuo, y después la sociedad. No deciden todos sobre mis hijos, no decide el Estado, ni el colegio, ni mis parientes. Decido yo, que tengo la patria potestad. Señor Marina, me da que, diga lo que diga, esto va a ser un problema de propiedad…
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