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Estar obeso podría ser ilegal

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En el Mundial de Fútbol de Alemania 2006 se ha desencadenado un escándalo, pero no de carácter futbolístico. Parte del ámbito médico y académico británico ha expresado su recelo por el hecho de que determinadas marcas patrocinen el evento deportivo. Según su criterio, empresas como Coca Cola, McDonalds o Budweiser representan con sus productos todo lo contrario a una salud adecuada, último fin del deporte, al menos en teoría. Para los doctores Jeff Collin, del Departamento de Salud Pública de la Universidad de Edimburgo, y Ross MacKenzie, del Centro de Medicina Tropical de Londres:

Los patrocinados de corporaciones dedicadas a la venta de alcohol, comida rápida o bebidas azucaradas pueden complicar claramente las ecuaciones de la salud en deportes individuales y colectivos.

Hace ya varias décadas que la salud se ha convertido en una preocupación que va más allá del ámbito privado y buena parte de la culpa de esta situación nace de la existencia de la Sanidad Pública. Lo que comemos, cómo lo comemos, incluso cómo lo metabolizamos se convierte en un asunto de Estado, sobre todo si acaparan buena parte del presupuesto de la Seguridad Social. En estas circunstancias, consejos y recomendaciones como las anteriores adquieren una trascendencia que sobrepasa incluso las intenciones de los que las exponen.

La salud pública ya ha convertido en problemas públicos prácticas y costumbres que bien podrían haber permanecido en el ámbito privado, lo que seguramente hubiera maximizado el bien general. Las drogas, el alcohol o el tabaco han generado demasiada legislación y la alimentación sana, la dieta mediterránea y otras mandangas de moda son demasiado populares para que los ministros del ramo, siempre tan resueltos para solucionar las mal llamadas "alarmas sociales" por la manida y obtusa forma de la intervención y la legislación, no las incluyan en su carteras.

La alimentación es un desvelo que debería caer bajo la competencia de los padres durante la crianza de los hijos y de la voluntad de los adultos responsables a través del sentido común y, en todo caso, de los seguros médicos. En los últimos años se ha generado una obsesión casi enfermiza en los poderes públicos por impedir que nuestros jóvenes y adolescentes padezcan una serie de desórdenes alimentarios y de conducta que terminan por lo general en casos de obesidad, bulimia o anorexia.

A esta situación también ha contribuido la enorme de cantidad de información relacionada con los "hábitos sanos y adecuados de alimentación" que los medios de comunicación publican cada día, información en la que se combina el mito con la ciencia, mezcla letal si tenemos en cuenta la escasa cultura alimentaria que posee la mayoría de la población y de los burócratas, que en última instancia aprueban las normas que rigen nuestra vida. El resultado es una lista interminable de normas, directivas, leyes, órdenes y otros mandatos que controlan o pretenden controlar todo lo que ingerimos, desde que sólo es una materia prima hasta que nos la llevamos a la boca.

Pero esta situación es sólo el primer paso, en breve, los poderes públicos podrían dar un paso más. Si nadie lo impide, deberemos por ley establecer unas pautas de comportamiento que nos acerquen al cuerpo diez, incluida una actividad física adecuada. Hasta el momento, los gobiernos autonómicos y el Ministerio de Salud de momento promueven con dinero público determinadas actividades que potencian lo que han dado por llamar como actividades de educación para la salud. El programa más ambicioso es el desarrollado por el Ministerio, la Estrategia NAOS recoge las líneas de trabajo principales de la Estrategia para la Nutrición, Actividad Física y prevención de la Obesidad, incluyendo seis convenios firmados con las organizaciones que representan a las industrias de alimentación y distribución.

La razón de estos desvelos es más egoísta de lo que parece. La Sanidad Pública se ha visto sobrepasada hace ya mucho tiempo de forma que determinadas patologías deben ser evitadas en la medida de sus posibilidades y la obesidad teóricamente es controlable. Pero para el político, control quiere decir legislación. Por otra parte, la mitología de la buena comida ha generado ángeles como el aceite de oliva o la dieta mediterránea y demonios como la comida basura o las grasas animales. Las empresas que usan y puede que incluso abusen de las segundas se convierten, como las tabaqueras, en las malas de la película, por mucho que los malos sean los que mal diseñaron y controlan un sistema tan ineficiente como el de la sanidad pública. Y de esos polvos saltamos a estos lodos y en Alemania 2006 disfrutar de una coca cola o una cerveza mientras te comes una hamburguesa, es sobre todo un pecado. Que aproveche.

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