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Beneficios y salarios

Publicado en Libertad Digital

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Una de las controversias más habituales de la economía ha sido la contraposición de intereses entre el capital y el trabajo. Un incremento de los salarios supone una reducción de los beneficios de los capitalistas y, de la misma manera, un incremento de los beneficios sólo puede provenir de una reducción de los salarios que le habrían correspondido al trabajador.

En realidad, la pugna entre salarios y beneficios es mucho más absurda de lo que la izquierda suele plantear. Un incremento de los salarios a costa del capital de la empresa supone una reducción de su rentabilidad, lo que dificulta la reinversión y, en ciertos casos, incluso la amortización. Una capitalización total de los beneficios simplemente imposibilitaría la contratación de mano de obra o la adquisición de materias primas, ya que elevaría la rentabilidad de trabajar fuera de tal empresa.

Dado que el socialismo ha pretendido mezclar el análisis económico del salario y el beneficio con problemas distributivos ligados a la nadería de la justicia social, puede resultar útil eliminar la separación de rentas con el fin de ilustrar mejor el anterior argumento.

Imaginemos un empresario autónomo que no tiene trabajadores asalariados. Este empresario ejercerá una actividad en el mercado que, en caso de ser adecuada, le reportará unos flujos de caja (a partir de aquí hablaremos de flujos de caja en lugar de beneficios porque los primeros son una medición objetiva de la ganancia monetaria de la empresa mientras que los segundos dependen de criterios contables, aun cuando la literatura económica prefiera el segundo término). En este punto, el empresario tendrá dos opciones: o bien reinvertirlos en la empresa o bien sacarlos del circuito fabril e ingresarlo en su cuenta corriente particular a modo de salario.

Dependiendo de la cuantía destinada a cada una de las dos partidas, los efectos serán distintos:

a)      Un primer caso extremo es aquel en que el empresario autónomo no reinvierte ninguna porción de sus flujos de caja, sino que se queda, a título particular, con la totalidad de ellos. En este caso, el empresario será incapaz de amortizar los bienes de capital de su empresa y, una vez se hayan depreciado, tendrá que abandonar el negocio o bien realizar una inversión con cargo a posibles ahorros personales o endeudándose en el mercado de crédito. En cualquiera de estos dos últimos casos, el excesivo consumo pasado le obligará a reducir su consumo futuro para conservar el capital.

b)      El autónomo destina a la reinversión la porción exacta de los flujos caja para lograr la amortización del capital. En este caso, la empresa seguirá en funcionamiento y el autónomo disfrutará del máximo salario posible sin consumir su propio capital. Sin embargo, el margen de maniobra de nuestro empresario será reducido, ya que ni podrá modificar su estructura productiva conforme los antiguos bienes de capital se vayan depreciando (no tenemos en cuenta el efecto expansivo de la amortización o efecto Lohmann-Ruchti porque, en todo caso, implica un ahorro y reinversión adicionales que estamos descartando en este supuesto por dirigirse a engrosar los salarios) ni, por supuesto, podrá plantearse expandir su negocio y aprovechar nuevas oportunidades de ganancia; como mucho podrá adquirir una nueva estructura productiva cuyo valor capital sea idéntico al anterior. El resultado será que el salario disfrutado –salvo por causas ajenas a su acción, como disminución de la competencia o incremento de la demanda de sus bienes– permanecerá más o menos constante a lo largo del tiempo; mientras que el resto de empresas, al acumular nuevo capital a través del ahorro, serán más productivas y podrán pagar mayores salarios. A la larga es posible que las empresas de la competencia le ofrezcan a nuestro autónomo salarios superiores a los que él mismo puede lograr con los flujos de caja derivados de su pobre y primitiva estructura de capital, por lo que probablemente decida abandonar su propia empresa y convertirse en un trabajador por cuenta ajena. Este proceso es precisamente el que tuvo lugar durante la Revolución Industrial entre artesanos y las grandes compañías capitalizadas.

c)      El autónomo ahorra parte de sus flujos de caja y los reinvierte en la empresa, quedándose con el remanente en forma de salario. Esta actitud le permite acumular capital, expandir su negocio e incrementar sus flujos de caja futuros, de modo que su salario también aumentará. Aun así, la decisión del autónomo no resulta sencilla; si la reinversión que realiza dentro de su empresa le reporta unos flujos de caja menores a los que podría conseguir invirtiendo en otras empresas y si, para más inri, su salario es menor al que podría obtener trabajando por cuenta ajena, es obvio que el autónomo abandonará su negocio e invertirá en otras empresas (en forma de, por ejemplo, accionista) parte de su salario. Por tanto, el autónomo no invertirá en su propia empresa una porción de los flujos de caja que reduzca la rentabilidad de su capital por debajo del que puede conseguir en otras compañías; y si además el salario restante después de la reinversión es menor al que puede lograr como trabajador por cuenta ajena, liquidará su empresa, invertirá ese capital en comprar acciones y se pondrá a trabajar para otra compañía.

d)     El autónomo ahorra y reinvierte todos los flujos de caja, sin destinar nada a su remuneración personal o salario. Esta estrategia tiene sentido cuando el empresario acaba de descubrir una oportunidad de ganancia muy rentable que requiere de una fuerte inversión actual para su explotación, o bien cuando el autónomo se plantea capitalizar su empresa para enajenarla a un elevado precio en el futuro. En estos casos, renunciamos a consumir en el presente para consumir más en el futuro con cargo a los flujos de caja esperados. No obstante, fijémonos que ésta no puede ser una estrategia permanente del autónomo (a menos que su forma de satisfacer sus fines sea, precisamente, estar ocupado en la empresa), porque en caso contrario obtendría una mayor renta personal trabajando para otra compañía como asalariado.

Una vez analizadas las consecuencias y efectos de las distintas distribuciones de los flujos de caja, nos será sencillo comprender la falsa contraposición de intereses que se plantea en las empresas capitalistas.

Si los trabajadores percibieran el "producto íntegro de su trabajo" como rezan los marxistas, es decir, si se quedaran con todos los flujos de caja de la empresa, ésta desaparecería ante la incapacidad por amortizar el capital y los trabajadores quedarían desempleados.

Si la empresa sólo reinvierte la porción exacta para mantener la estructura vigente de capital, podrá sobrevivir a corto plazo mientras mantenga rentabilidades similares a las del resto de empresas; una vez se convierta en poco competitiva (debido a la falta de inversión en bienes de capital e I+D) y su rentabilidad caiga, los capitalistas desinvertirán y la empresa desparecerá o bien por suspensión de pagos (falta de capital circulante) o bien por depreciación total de su activo fijo.

Si la empresa ahorra y reinvierte parte de sus flujos de caja y logra rentabilidades iguales o superiores a las de la competencia (bien repartiendo dividendos o, preferiblemente incrementando el valor presente de la compañía), permanecerá en el mercado a menos que ese ahorro se haya logrado a costa de reducir los salarios de sus trabajadores por debajo de los que pueden obtener en la competencia, en cuyo caso la compañía se quedará sin mano de obra.

Por último, si la empresa no pagara a sus obreros y sólo se dedicara a reinvertir o repartir los flujos de caja brutos (flujos de caja que no incluyen el pago en salarios), es evidente que ningún trabajador acudiría a ella, serían los propios capitalistas y empresarios los que deberían actuar como autónomos en perspectiva de unos mayores flujos de caja futuros.

En definitiva, dado que es la disposición al pago de los consumidores la que determina la cuantía de esos flujos de caja, entenderemos perfectamente cómo bajo el libre mercado la retribución tanto de trabajadores y capitalistas se realiza en función de su servicio al consumidor y no del expolio interclasista, por muchas mentiras que nos hayan inoculado desde hace más de un siglo de nefasta teoría económica.

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