Cuando cayó el Muro de Berlín, el socialismo real entró en crisis. El capitalismo aparentemente había ganado e incluso la Unión Soviética, que en unos meses se colapsaría y desaparecería, apoyó a los occidentales en el conflicto de Irak, cuando un Saddam Hussein pletórico vio la posibilidad de incorporar a sus dominios el pequeño pero rico estado de Kuwait. Hasta alguno se apresuró a anunciar el fin de la Historia.
Pero el socialismo real simplemente mutó como ya había pasado otras veces y lo hizo donde aún resistía, en las bases de una sociedad occidental un tanto adormilada y empapada de Estado de Bienestar. En unos pocos años, multitud de movimientos alternativos surgieron de la nada, muchos de ellos bajo la marca de la antiglobalización, otros en defensa de los supuestos parias de la Tierra, desde los indígenas a los desheredados de no sé qué herencia planetaria. De entre ellos, el más exitoso y quizá más viejo, el de los defensores del medio ambiente.
La relación de los ecologistas con las tiranías comunistas ya venía de lejos, desde la Guerra Fría cuando la máquina soviética decidió socavar al enemigo desde dentro, usando los buenos sentimientos de muchos junto a su incapacidad para analizar la causalidad de los procesos históricos, sociales y económicos. Esta alianza pragmática aún continúa con los líderes del nuevo movimiento revolucionario mundial, el sempiterno Fidel Castro, el golpista Hugo Chávez y el estrenado Evo Morales, dirigentes de tres países que en el reciente IV Foro Mundial del Agua celebrado en México, presentaron un documento que pedía el reconocimiento del acceso al agua como derecho humano fundamental, un disparate como cualquier otro que se propone desde el socialismo.
El grupo Ecologistas en Acción destacó precisamente la iniciativa de estos modelos de tiranía, apoyados por la UE, con el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero como uno de sus principales garantes:
Ecologistas en Acción considera únicamente como positivas las aportaciones realizadas por los gobiernos de Bolivia, Venezuela, Cuba y Angola, así como las realizadas por la Unión Europea (en cuya realización España ha jugado un papel fundamental), dirigidas a la consideración del acceso al agua potable y al saneamiento como un derecho humano fundamental, así como al establecimiento de criterios de sostenibilidad social y ambiental para la construcción de las grandes presas.
Este papel de Pepito Grillo, este continuo "yo acuso" es una estrategia heredera directamente del totalitarismo y todo hay que decirlo, tiene un resultado tremendamente exitoso.
El ecologismo no es un movimiento que se circunscriba a moralizar solamente sobre temas íntimamente relacionados con el medio ambiente, por el contrario, al estar todo relacionado entre sí, cualquier actividad humana es susceptible de dañar el entorno y por tanto debe ser regulada según sus criterios. Es un sistema global y su aplicación es global y esto es importante ya que muchos tienen la sensación que su vida no va a ser afectada por estos movimientos. El ecologismo y el Estado son dos aliados naturales, éste pone los medios y las herramientas mientras que el segundo aporta la base filosófica, que no científica, que justifican las acciones y los desmanes de los dos.
El ecologismo llega al sistema financiero en forma de ecotasas, de regulación de ciertos sectores mal llamados estratégicos como el de la energía, el urbanismo y las infraestructuras. El ecologismo llega al sector de la empresa en forma de responsabilidad social corporativa, una especie de sentimiento de culpabilidad ajeno a los beneficios que la propia empresa aporta a la sociedad. El ecologismo llega al mundo de la ciencia y la ingeniería en forma de principio de precaución; incluso en una disciplina como la nanotecnología, aún en pañales, los ecologistas han manifestado sus dudas al no saber cómo afectará al medio ambiente los artilugios que de ella vayan surgiendo. El ecologista no sólo nos cuenta qué debemos comer sino que nos dice cómo debemos cultivarlo, cómo etiquetarlo. Nos cuenta dónde debemos vivir y en qué condiciones. Nos dice qué tipo de ocio debemos disfrutar y cuál no. El ecologista nos limita la energía que debemos consumir y nos indica cuál debe ser su fuente. El ecologista nos dice qué podemos vestir y qué no, bien porque es tóxico, bien porque es destructivo para el medio ambiente.
Y para todo estos "consejos" y otros muchos que me dejo en el tintero necesita un aliado fuerte, un aliado que le dote de poder y ese aliado es el Estado que prefiere tenerlo como compañero que enfrentarse a él. Y tiene toda la lógica del mundo; ambos tienen ante todo una naturaleza liberticida.
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