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Discriminar para fastidiar

Publicado en Libertad Digital

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Un individuo entra en un concesionario de automóviles; se ha quedado sin coche y necesita adquirir uno nuevo. El vendedor esboza su mejor sonrisa y le enseña todas las ofertas disponibles; al final, después de mirar cada uno de los vehículos, está indeciso entre dos: uno rojo y otro azul.

El vendedor le describe la situación: "Los dos coches tienen un precio de 20.000 euros. Sin embargo, la adquisición del automóvil rojo acarrea el cumplimiento de las siguientes condiciones: hay que pagar un impuesto de 1.000 euros destinados a un centro de reciclaje de neumáticos; puedo obligarle en cualquier momento del año a que me preste su coche; y además será sancionado con dureza en caso de que su esposa tenga un coche de características similares y usted utilice para este vehículo un combustible de peor calidad".

El cliente, atónito, le pregunta:

– ¿Y si compro el coche azul?

– No, en ese caso paga los 20.000 euros y se olvida – le responde con celeridad el vendedor.

– ¿Hay algún truco? ¿Acaso el coche rojo tiene unas prestaciones superiores a las del azul y no me he dado cuenta?

– No, no, nada de eso, son exactamente iguales.

Obviamente, este y todos los clientes comprarán el coche azul; el automóvil rojo engrosará el escaparate cubierto de polvo. De hecho, el vendedor, si no está dispuesto a (o no puede) renunciar a sus estrafalarias condiciones contractuales, sólo podrá dar salida a los automóviles rojos si rebaja sustancialmente el precio de venta.

¿Tiene este pintoresco ejemplo algo que ver con la realidad? Por desgracia, más de lo que muchos habrán imaginado. Sustituyan coche azul por "hombre", coche rojo por "mujer", cliente por "empleador", impuesto de 1000 euros por "permiso de maternidad retribuido", pérdida de disponibilidad por "permisos de lactancia y por conciliación de la vida laboral y familiar" y utilizar otro combustible distinto por "discriminación salarial o funcional para categorías profesionales equivalentes".

En otras palabras, la supuesta discriminación "positiva" que el Derecho Laboral impone sobre los empresarios a favor de las mujeres genera, como en el ejemplo de los automóviles, una lógica tendencia a preferir contratar a un hombre antes que a una mujer o, en todo caso, a contratar a una mujer pero pagándole menos que a un hombre.

No quiero decir con esto que los datos de una diferencia salarial del 40% merezcan de credibilidad alguna, sino más bien que la mayor tasa de paro femenino y los casos de desventaja en el empleo contrarios a la mujer que todos conocemos, traen su causa de regulaciones estatales con la presunta voluntad de beneficiar al "sexo débil".

El derecho laboral y las torpes discriminaciones coactivas deben ser eliminados. Los salarios y los puestos de trabajo de las mujeres –y de los hombres– lo agradecerán.

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