La educación de los jóvenes estadounidenses se adquiere en su práctica totalidad en escuelas públicas, que son más del 90% de los colegios del país. El sistema escolar, que había sido tomado crecientemente por el Estado hasta ocuparlo casi por completo, ha estado degradando la formación de sucesivas generaciones de ciudadanos de ese país. En estas condiciones, la calidad de la enseñanza se ha ido convirtiendo en un problema creciente, hasta motivar un informe oficial titulado, significativamente, Una Nación en Peligro (abril de 1983). Hacía falta una reforma, y una de las muchas que se propusieron fue la impulsada por Albert Shanker, presidente de la Federación Americana de Profesores y Ray Budde, profesor retirado.
La visión que defendieron es un buen ejemplo de la practicidad propia de los americanos y su arraigado reformismo tomó la forma de los Charter Schools, escuelas que se sustraían del entramado regulador estatal para seguir otras que los directores de los colegios consideraban más adecuadas. Ambos autores volvieron a expresar sus ideas en sendas publicaciones a finales de los 80, y en 1990 se aprobó la ley federal que concedía a los estados la capacidad de permitir las Charter Schools. El primero en hacerlo, al año siguiente, fue Minnesota, seguida de California en 1992. Desde entonces se han sumado Estado tras Estado hasta alcanzar 42 en 2004. En la actualidad funcionan más de 3.400 escuelas a la carta, según datos de 2005.
Esa concesión tiene sin embargo una condición: la obtención de mejores resultados. Las licencias se suelen otorgar por períodos de tres a cinco años y si no mejoran las escuelas comparables de la zona, la autoridad local retira la carta y cierra el colegio. El simple hecho de que en solo década y media el fenómeno de las Charter Schools se haya multiplicado es prueba de que sus resultados superan los de las escuelas públicas (más del 90 por ciento de los colegios estadounidenses). Este movimiento podría representar toda una reconversión de la educación básica pública, que ha fracasado por completo, en la medida en que sus objetivos sean la educación de los jóvenes.
Un estudio que compara los resultados en lectura y matemáticas de las Charter Schools y de las escuelas públicas revela que las primeras obtienen mejores resultados y, lo que es más significativo, que esta diferencia se amplía con el tiempo. Así, las Charter Schools que llevan funcionando de uno a cuatro años superan en lectura a los públicos en un 2,5% (no hay datos para matemáticas). De cinco a ocho años la ventaja sobre las escuelas públicas es respectivamente del 5,2% y del 4,0%. Y los que llevan de 9 a 11 años (el informe es de diciembre de 2004), aventajan a los gestionados públicamente en un 10,1% y un 10,8 %, respectivamente. Y eso que, por lo general, las Charter Schools tienen un profesorado con menos credenciales y menos experiencia. Generalmente las escuelas a la carta de carácter público cuestan menos que las que funcionan bajo la regulación prevalente.
La principal ventaja de las escuelas a la carta es que permite la libre iniciativa empresarial, la búsqueda de nuevos métodos didácticos, o simplemente de métodos distintos a los impuestos por la regulación pública. Curiosamente se observa en muchas ocasiones una vuelta a las enseñanzas básicas, a lo que se considera los fundamentos de la educación, a las famosas cuatro reglas, con una renovada importancia por la lengua, la historia y las matemáticas frente a las nuevas asignaturas. Esta vuelta a lo tradicional en los contenidos se combina con un uso más intensivo de nuevas tecnologías, como Internet, o de material audiovisual.
Otra ventaja que no se debe dejar de lado y que explica en gran parte el éxito de esta fórmula es que, más allá de los resultados académicos, los padres valoran tener alguna influencia en el tipo de educación que reciben sus hijos. Y las Charter Schools están recuperando la implicación de los padres en la gestión de los colegios. Además, este desprendimiento de la educación estatal erosiona el aspecto de adoctrinamiento que es consustancial a la educación pública.
Las Charter Schools no son un ideal, pero son una grieta en la educación pública estadounidense que cada vez se está haciendo más y más grande.
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