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Atlantic basin

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Durante la primera semana de este mes de julio se han celebrado un par de interesantes seminarios con la idea de fondo del atlantismo. Por orden cronológico, primero fue un curso del Campus FAES (el día 4) y después el VII Foro Atlántico patrocinado por la Fundación Internacional para la Libertad, que se celebró en la Casa de América el 8 de julio (como verían anunciado en la web de nuestro Instituto).

En ambos casos escuché un argumento común con el que pensaba comenzar: la idea de Occidente es mucho más que un espacio geográfico en torno al Océano Atlántico. Se trata de un proyecto cultural y político que descansa en la libertad como forma de organización social. Podemos asegurar que es la raíz de los grandes avances de la historia de la humanidad; y, a pesar de su nombre, está abierto a todas las culturas del mundo. Como indicaba el Presidente Aznar, en la presentación del primer evento, hay países de la Europa más continental que podemos llamar atlánticos (hablaba de Eslovaquia o Polonia); del mismo modo que, como una llamativa paradoja, la nueva Alianza del Pacífico que están promoviendo México, Perú, Chile y Colombia es sin duda también una iniciativa atlantista.

Este curso del Campus FAES se titulaba "La cuenca atlántica: desafíos y oportunidades". Dirigido por Cayetana Álvarez de Toledo, fue inaugurado por Charles Powell (Real Instituto El Cano) y se desarrolló durante dos días en varias mesas presididas por José María Aznar, Josep Piqué, Carlos Alberto Montaner o Ana Palacio. Entre los ponentes destaco a intelectuales como Mario Vargas Llosa, Jorge Edwards y Guy Sorman; o políticos como Sebastián Piñera, María Corina Machado, Michèle Alliot-Marie y Mikulkas Dzurinda.

La Mesa del Presidente Aznar giraba en torno al Atlantic Basin Initiative, un proyecto radicado en el Center for Transatlantic Relations de la John Hopkins University de Massachusetts. Entre sus objetivos destacaré la consecución de un crecimiento sostenible respetando la dignidad humana; o facilitar un entorno favorable al desarrollo empresarial, con la mirada puesta en afianzar la seguridad en lo que podríamos llamar el hemisferio occidental. Esta iniciativa también se preocupa por la cooperación educativa y tecnológica, por la expansión de una cultura de respeto a la Ley, o por atender problemas concretos como por ejemplo la energía. En este sentido, Aznar señalaba el importante futuro que tienen las reservas energéticas en nuestra cuenca atlántica (algo generalmente poco conocido; pero que explicaba desde la comprensión de unos sistemas jurídicos que defienden el derecho a la propiedad individual del subsuelo; lo que permite la existencia de muchas pequeñas empresas libres y a salvo del monopolio estatal). También insistía en ese carácter abierto de la civilización occidental, que por supuesto incluye a todos los países libres de Iberoamérica, pero sin olvidar a algunas naciones africanas que comparten los mismos valores e ideales. En cierta medida, su discurso sale al paso de la proyección de un mundo futuro adscrito al Pacífico: pero no en términos de confrontación, sino de análisis estratégico.

Dentro de las paradojas que he señalado destaca la de Chile, como explicaba con humor el escritor Jorge Edwards: un país alargado (citando a Vicente Huidobro decía que los cuatro puntos cardinales de Chile son tres, el Norte y el Sur) a la orilla del Pacífico, pero que sin reparos puede llamarse atlántico desde sus orígenes. Su libertador, Bernardo O’Higgins, fue hijo natural de un gobernador irlandés al servicio de España. Aunque también reflexionaba sobre cómo las ideas occidentales que llegan a esos países a veces han sufrido transformaciones dramáticas.

Otro destacado conferenciante, Mario Vargas Llosa, insistió en esa idea de un Occidente que trasciende la geografía: habló de la coexistencia en diversidad, del respeto a los derechos humanos y de la necesaria libertad individual (en lo cultural, lo político o lo religioso). Pero también nos recordaba que Occidente ha dado lugar a otras experiencias completamente lamentables, como los nacionalismos y los fascismos. También los países de América Latina han conocido esas "aberraciones"; del mismo modo que el marxismo que todavía perdura en Cuba es una "profunda deformación" producida por la cultura occidental. Sin embargo, terminó reconociéndose optimista respecto al futuro de aquellas naciones iberoamericanas.

Vargas Llosa me sirve de gozne para comentarles más brevemente la edición del Foro Atlántico de este año. Él mismo actuó de introductor a las conferencias celebradas en la Casa de América: seguramente aprovechando su estancia en Madrid, acudieron también Sebastián Piñera, Jorge Edwards, Carlos Alberto Montaner y Maria Corina Machado. A los que añadimos un panel sobre el Nacionalismo (con Francesc de Carreras, Esperanza Aguirre y Rosa Díez) o la presentación de otro libro de la saga del perfecto idiota latinoamericano con Álvaro Vargas Llosa y Plinio Apuleyo Mendoza.

Termino con sus reflexiones sobre los nacionalismos, que consideraba un problema fundamental para la Unión Europea, y muy particularmente para España. Los calificó de algo "dramático" y que no hay que dejarlo resolverse por sí solo. El nacionalismo está reñido con la cultura de la libertad. Hay que saber distinguir entre el aspecto positivo de la pertenencia a un lugar con su exageración, que ha sido en la historia fuente de guerras, discriminación y causa de muchos horrores contra la dignidad humana.

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