Skip to content

Free is beautiful

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

Se trata de rebatir una opinión muy extendida sobre la supuesta incompatibilidad entre el cristianismo y la economía de mercado.

El Centro Diego de Covarrubias, del que ya les he hablado en estos comentarios, presentó un nuevo libro el pasado mes de septiembre con este título, que traducido al español queda: Libre es bello. Y un subtítulo más provocativo: Por qué los católicos deberían ser liberales, que nos recuerda otras obras de cariz parecido de autores como Thomas E. Wood o Samuel Gregg (de los que también hemos escrito aquí). Su autor es Randy England, un abogado norteamericano; y ha sido traducido por Juan Francisco Otero, miembro del CDC.

En sus palabras de bienvenida, Vicente Boceta, Presidente del Centro, explicaba lo bien que “encaja” esta obra con los objetivos de ese pequeño Think Tank: rebatir una opinión muy extendida sobre la supuesta incompatibilidad entre el cristianismo y la economía de mercado. Al contrario, lo que persigue el CDC es demostrar la enorme cercanía que une estas dos realidades a lo largo de su historia; señalando que el aparente desencuentro se produce solo cuando la actividad económica y empresarial olvida los fundamentos morales que deberían informarla.

A continuación, Juan Francisco Otero describió el contenido del libro que se articula en dos partes: unos principios generales y una exposición temática. De la primera, destacaba algunos elementos del liberalismo en su relación con el pensamiento cristiano: como esa aparente cercanía con el utilitarismo (¿el fin justifica los medios?) que el autor desmonta citando a san Pablo (“¿O debemos hacer el mal para que resulte el bien, como algunos calumniadores nos hacen decir? ¡Estos sí merecen ser condenados! Romanos 3:8), añadiendo que no es liberal justificar que buenas intenciones produzcan actuaciones dañinas. El ejemplo del libro, aplicado a la población reclusa estadounidense, es sin embargo un poco confuso… Ya que en realidad lo que se critica es el utilitarismo del Estado como práctica no liberal. Así lo hacía notar en una pregunta final José Ramón Ferrandis, al que menciono aquí porque acaba de ser nombrado Director Ejecutivo del Centro Covarrubias.

Otros elementos, en relación al poder político, son la exigencia de poner límites al gobierno: algo en lo que liberalismo y cristianismo deberían estar de acuerdo (se cita para ello al cardenal Bellarmino: “depende del consentimiento del pueblo”. Frase que nos resulta muy cercana a los lectores de Francisco Suárez o Juan de Mariana). Junto al  peligro estatista de la subsidiariedad: no se trata de avasallar al individuo con la excusa de la ayuda o la beneficencia. La defensa de la persona y de las sociedades intermedias, con una cita de Pío XI, creo que también es un principio compartido por ambas posturas.

En cuanto a los temas específicamente económicos, tenemos la más conocida discusión sobre los límites de la propiedad privada (liberal) frente a una concepción ética que defiende el bien común (cristianismo). No es fácil resolver aquí esa compleja distinción entre la obligación moral de compartir solidariamente un destino universal de las cosas creadas, y una más eficiente gestión de aquellos bienes realizada por la iniciativa individual; que requiere, por lo tanto, una distribución privada que el autor justifica citando a León XIII (Rerum Novarum), John Locke (Ensayo sobre el gobierno civil), Tomás de Aquino (Summa Theologica) o Pío X (Motu propio, 1903). Una completa exposición de este asunto la pueden encontrar en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, capítulo IV: “El destino universal de los bienes”. En ese mismo capítulo hay una interesante referencia a esa conocida “tragedia de los comunes” o un apartado sobre los precios y los salarios “justos”.

Siguiendo en este campo de la economía, ya en la segunda parte, encontramos unas referencias al tema de la regulación económica, donde se vuelve a hablar de los controles de precios y del “salario mínimo”, de las licencias profesionales (aquí Juan Francisco Otero las comparaba con el sistema de gremios medievales; recordando el actual debate sobre las compañías privadas de taxis), o de la leyes anti-especulación (Randy England opina que “parecen emerger de la envidia o del odio”).

Otro entorno, bien conocido por el autor debido a su experiencia profesional, es el campo del derecho penal: crimen, delitos, castigos, tribunales y -en general- la administración pública. Otero nos explicaba a este propósito la rompedora propuesta de Gustave Molinari (un pensador liberal de comienzos del siglo XX) que defendía la privatización de la seguridad nacional. Y en un sentido más cercano a nuestro debate cristianismo/liberalismo, destacaré una llamativa pregunta de Tomás de Aquino: “¿deben ser delito todos los vicios?”. La interpretación de England es que el dominico “nunca apoya y se opone firmemente a la criminalización de los vicios, más allá de los que dañen al prójimo”. Interesante reflexión, que ofrece un respeto a la libertad individual sin caer en un falso relativismo moral: no se defiende, por poner un ejemplo que sale en el libro, que el consumo de drogas sea una cosa buena; pero “es sencillo comprobar que los enormes perjuicios generados [por el narcotráfico] no vienen de su uso, sino de su prohibición”. Por otra parte, señalaba J.F. Otero, también conviene tener en cuenta que el Estado tiende a inmiscuirse en la definición de lo que sea bueno o malo, vicio o virtud… llegando a manipular nuestras conductas.

Termino con un capítulo del libro, que seguramente interese a los lectores de esta web: se trata de la correspondencia entre el economista libertario Murray Rothbard y el jesuita James Sadowsky en una disputa sobre el aborto. Aunque dicho de forma muy resumida, para England queda patente que en este caso la postura más liberal sería la que defiende el derecho a la vida del no nacido.

5 Comentarios

  1. Para ser liberal hay que
    Para ser liberal hay que hacer el mínimo esfuerzo de comprender la ética de la libertad ( vida, propiedad, y no agresión ) y las leyes de la prosperidad económica ( contratos voluntarios, libre mercado, empresarialidad, capitalismo, competencia, división el trabajo, seguridad jurídica…). Decidir que esta ética y estas leyes son un bien y aplicarlo a la vida propia.

    Para hacer esto, ser católico o no es irrelevante, de hecho, hay liberales católico y liberales no católicos.

    Entiendo la necesidad de borrar del imaginario la imagen de Jesucristo azotando mercaderes y repartiendo igualitariamente recursos infinitos ( panes y peces ), pero andar imbricando economía y Fe es un dislate.

  2. PIZARRO, en lugar de andar
    PIZARRO, en lugar de andar repartiendo justicia «liberal» con sus comentarios (más bien con sus «sentencias» sobre lo que escriben los autores del Instituto) prodría probar Usted a transigir con ellos y a tolerar más las opiniones que son diferentes a las suyas.

    De paso, podría Usted estudiar un poquito más sobre la ESCUELA DE SALAMANCA para comprobar que el origen de la economía moderna se encuentra justamente en las obras de los escolásticos españoles de los siglos XVI y XVII entre lo que, por cierto, se encuentra el jesuita JUAN DE MARIANA del que hacéis uso de su nombre para promocionar vuestro Instituto.

    A saber, por ejemplo: FRANCISCO DE VITORIA, DOMINGO DE SOTO, DIEGO DE COVARRUBIAS, MARTIN DE AZPILCUETA, TOMAS DE MERCADO, LUIS DE LEÓN, FRANCISCO SUAREZ, LUIS DE MOLINA, JUAN DE MARIANA, JUAN DE LUGO, JUAN SALAS, etc, etc, etc…

    De hecho, según las últimas investigaciones, los filósofos moralistas protestantes como Hugo Grocio, Samuel Pufendorf, John Locke, David Hume, Francis Hutchinson, Adam Smith… copiaron las ideas que cien años antes ya debatían y escribían los escolásticos españoles de la Escuela de Salamanca en los siglos XVI y XVII en España como consecuencia de lidiar con los asuntos y debates derivados del intenso comercio internacional entre Europa y América.

    Todos ellos monjes de las órdenes de los dominicos, jesuitas, agustinos… y, por tanto, todos ellos escolásticos españoles de los siglos XVI y XVII, católicos y practicantes y, gracias a ello, defensores de los derechos de los derechos a la vida, la propiedad, los contratos, el comercio…

    Recomendación:
    ¡ Dedíquese a estudiar y, por favor, sea más tolerante y menos moralista con las opiniones de los demás !

    • En la sección de comentarios
      En la sección de comentarios se realizan comentarios, no se reparte justicia, se moraliza ni se sentencia.

      Los comentarios pueden ser de redundante aprobación o discrepantes, quizás estos más adicionadores. Discrepar no es intransigir o intolerar .

      Acepto la recomendación de estudiar pero no entiendo sus reparos a que también opinemos quienes no tenemos su nivel de estudios.

  3. La mayoría de las religiones,
    La mayoría de las religiones, con dios o sin dios, son esencialmente antiliberales, porque pretenden organizar y santificar al mundo. El liberalismo, con dios o sin dios, es incompatible con la organización y la santificación del mundo. No prescribe nada más que dejar que las gentes se relacionen libremente para que aparezca el orden. Todo lo demás es descripción de la realidad.
    Personalmente, me fío más de los liberales que creen en dios que de los ateos. Para mí es demasiado evidente la tendencia de los intelectuales ateos en contra de la libertad humana. Muchos empiezan de liberales, pero el ateísmo les lleva al socialismo.
    Al final, lo importante es la libertad, no la sabiduría ni la fe.

  4. Las afirmaciones categóricas
    Las afirmaciones categóricas suelen encubrir falacias argumentales. Especialmente, cuando ésas afirmaciones categóricas intentan imponer sobre los demás una visión del mundo desde una supuesta «razón» (racional y científica) aplicada a las ciencias sociales como si se tratasen de ciencias experimentales.

    El «racionalismo» (tanto el constructivista como el de-constructivista) y, también, el ateismo agresivo (excluyente y furibundo en contra de la religión) son religiones seculares (sin Dios) que, al final, terminan atacando alguno de los derechos individuales (vida, libertad, propiedad) o todos ellos.

    Hay que tener cuidado con el extremismo en las religiones tradicionales (ahí está el Estado Islámico mostrando las consecuencias letales del radicalismo de una religión) pero, de un modo especial, hay que tener también muchísimo cuidado en las religiones seculares: comunismo, socialismo, anarquismo, feminismo, cientifismo, ateismo…

    Es una verdad ontológica que FREE IS BEAUTIFUL !!!


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más artículos

Trump 2.0: la incertidumbre contraataca

A Trump lo han encumbrado a la presidencia una colación de intereses contrapuestos que oscilan entre cripto Bros, ultraconservadores, magnates multimillonarios y aislacionistas globales. Pero, este es su juego, es su mundo, él es el protagonista.