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Algunas cuestiones disputadas sobre el anarcocapitalismo (XXXVII): el ‘deep state’

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Maniobras a gran escala como la destitución de un presidente no pueden llevarse a cabo solo por acciones de los servicios de inteligencia.

En algún texto anterior hemos explicado, de forma muy esquemática, los distintos tipos de grupos que componen un estado moderno y los principios que pueden explicar su cohesión y organización interna. También expusimos cómo cada Estado concreto cuenta con una configuración particular fruto de su entorno, su historia y la fuerza relativa de cada uno de los grupos que la componen. También en cada momento histórico un Estado determinado cuenta con configuraciones distintas. Por ejemplo, en el caso español, la configuración de actores y su predominancia relativa no es la misma en la España de la Segunda República, en el franquismo y en el actual régimen constitucional. Incluso dentro del mismo régimen las relaciones de poder pueden variar, dado que estas son dinámicas y consecuencia en cada momento de las capacidades de organización de cada grupo, de las distintas coyunturas económicas nacionales o internacionales e incluso de la capacidad política o de liderazgo de los actores que en cada momento configuran la máquina estatal. Esto se da en cualquier Estado moderno que analicemos.

El concepto de un Estado profundo que opera en el interior del Estado y que representaría la  existencia de un grupo de actores que permanecen en el tiempo y que constituirían el verdadero núcleo de poder en un país ha sido poco estudiado en el ámbito académico. Se entiende que tal grupo está formado sólo en parte por actores de origen democrático, constituyendo el resto actores vinculados a la alta administración, en especial a sus aparatos de seguridad e inteligencia o a los sectores económicos asociados a la regulación estatal, como la banca o las grandes empresas de armamento, el famoso complejo militar-industrial al que se refirió Eisenhower en su discurso de despedida de la Casa Blanca. Solo algunos trabajos de Lance DeHaven-Smith o algunos estudios concretos sobre Turquía o Egipto están publicados en revistas o editoriales académicas, y el resto de los trabajos están publicados en webs de investigación, reportajes periodísticos o simplemente relegados al cajón de sastre de las teorías de la conspiración. En estos medios se acostumbra a referirse a él de forma despectiva como cloacas del Estado o bien de forma más neutra como poderes fácticos, pero siempre sin delimitar en concreto a qué nos estamos refiriendo. En algunos países como Marruecos cuenta incluso con nombre propio, el famoso Majden al que se refieren con frecuencia los medios de comunicación al mencionar la estructura interna de poder alrededor del rey. Su presencia se conoce bien en países como Pakistán, Egipto o Turquía cuando los medios se refieren a las duras y en ocasiones cruentas luchas internas que se dan en el interior del aparato estatal.

Pero el concepto se ha puesto de moda cuando al acceder Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos se observaron extrañas maniobras para tratar de deslegitimarlo o incluso promover su destitución desde antes incluso de que tomase posesión. Acusaciones de emplear trampas electorales en connivencia con los rusos, las famosas fake news, o filtraciones sobre relaciones inconvenientes del nuevo presidente fueron noticias cotidianas en los medios de comunicación de todo el mundo. Ahora lo son de nuevo por filtraciones de agentes de inteligencia que le han conducido al inicio de un proceso de impeachment. También, es justo recordarlo, se atribuyeron a sectores de ese poderoso entramado las filtraciones de los correos de Hillary Clinton, de ahí que en algunos sitios, no todos conspiranoicos, se informase sobre guerras internas dentro de ese misterioso aparato estatal. En este contexto se volvió a hablar de nuevo del famoso deep state norteamericano, casi olvidado desde los tiempos del asesinato de los hermanos Kennedy o de las trapacerías de Richard Nixon. También en nuestro país es tema recurrente referirse a él, en relación con determinadas filtraciones de escándalos referidos a políticos en ejercicio, con el apelativo de cloacas del Estado, si bien estuvo más de actualidad con el golpe de Tejero o en determinados episodios de la lucha antiterrorista.

Pero la cuestión relevante aquí sería discutir si existe o no tal organización de personas en el interior de los Estados modernos o si es fruto de un exceso de imaginación de algunos escritores obsesionados por teorías de la conspiración. Si existiese tal organización sería extraño que no hubiese sido ya estudiada y bien conocida. Lo cierto es que salvo algunos estudios recientes, curiosamente en revistas académicas de administración pública de difusión sólo entre especialistas, como Administration & Society o Administrative Theory & Praxis, quizá porque intentan estudiar a las administraciones involucradas en tales actividades, o algunos textos de los años 50 de politólogos americanos como Harold Laswell (su famoso garrison state) o del economista especializado en temas empresariales Seymour Melman (su poco conocido y ya olvidado, a pesar de estar traducido en una ya inencontrable edición mexicana de los 70, El capitalismo del pentágono), poco se sabe del tema.

La cuestión es que en prácticamente todos los Estados modernos parece bien documentado que ha habido a lo largo de su historia crímenes contra la democracia (concepto acuñado por el profesor Lance DeHaven-Smith), esto es, fraudes electorales, difamaciones políticas bien orquestadas, filtraciones delicadas cuyo origen es difícil de explicar, o incluso, aunque son cada vez más raros, asesinatos de políticos destacados que pudieran afectar a los intereses de este supuesto grupo. Estas actividades no son algo nuevo en la historia, pues han existido desde los orígenes del poder político (las novelas de Robert Graves como Yo Claudio o Claudio el dios y su esposa Mesalina describen muy bien las intrigas políticas de la antigua Roma), pero parecía que las modernas sociedades democráticas estaban exentas de ellas. No obstante, a poco que leamos un periódico del día con detenimiento podemos encontrar numerosos ejemplos de su persistencia. Antiguamente se encargaban tales tareas a esbirros de confianza y no era necesaria una sofisticada organización para llevarlas a cabo, pero ¿que ocurre en nuestros racionales y burocratizados Estados modernos, tan abstractos e impersonales ellos? ¿Existe alguna organización de personas especializada y entrenada para el desempeño de tales menesteres? Pero hoy en día, ¿qué persona no especializada sabe cómo manipular unas elecciones, desestabilizar un Gobierno extranjero o vender  de forma oculta armas a países considerados indeseables? Hay que conocer fiscalidad internacional, dominar técnicas contables, saber algo de herestética y sistemas electorales y ser capaz de agitar las redes sociales. ¡Ya nada es como era antes! Para todo se necesita de organizaciones…

Lo cierto es que de existir estas prácticas, y nadie niega que existan, cierto es que en mayor o menor medida dependiendo del tipo de país y de su peculiar cultura política, alguien tiene que llevarlas a cabo. Es más, ese alguien tiene que contar con cierta estructura, organización y cierto grado de especialización en el oficio, dado que a día de hoy, gracias a Dios, no se acostumbra a usar el puñal o el veneno como herramientas (en los casos más crueles se suelen usar sofisticados venenos como el polonio). En estos casos, la primera organización que se nos viene a la mente son los servicios secretos, policías políticas o instituciones de inteligencia con que todos los Estados en mayor o menor medida cuentan: recursos y personal bien entrenado, con hábitos de conducta en los que acostumbra a destacar la discreción. Serían en principio como una administración burocrática más, con sus peculiaridades, como todas, pero regidas por principios semejantes a las demás y en principio subordinadas a los poderes legítimamente constituidos. No sería normal que de estas tareas se encargase una consejería de patrimonio cultural o una dirección general del notariado, por lo que es correcto pensar que estas agencias, o por lo menos sus cuadros dirigentes, o parte de ellos, formen parte de ese deep state. Muchas filtraciones y maniobras parecen salir de ahí, y sus miembros parecen familiarizados con este tipo de asuntos. El caso de Herbert Hoover, director durante décadas del FBI y auténtico poder en la sombra, es un buen ejemplo de la capacidad de poder de este tipo de servicios. Su biografía ilustra más sobre el tema que muchos tratados teóricos. Pero con ellos solos no basta, son necesarios otros actores. Como apuntamos en otros textos, los cuatro grupos que conforman el Estado se organizan entre sí en anarquía, adoptando configuraciones distintas en cada país y con un peso relativo de cada uno de los grupos cambiante tanto en el lugar como en el tiempo. Su situación es la de una suerte de equilibrio con tendencias periódicas a la inestabilidad, en la que en cada uno de los grupos y dentro de cada grupo existen tensiones y competencia por alcanzar los puestos más relevantes de poder.

Maniobras a gran escala como la destitución de un presidente no pueden llevarse a cabo solo por acciones de los servicios de inteligencia. Necesitan del concurso de otros actores que por fuerza ni están subordinados al poder legítimo ni están ni pueden estar coordinados de forma administrativa. Se requiere la complicidad de jueces del más alto nivel, de políticos e incluso de grupos económicos y de comunicación que apoyen la maniobra. Es en estos menesteres donde, por ejemplo, los grupos de comunicación y de legitimación ideológica de los Estados se ganan su derecho a disfrutar de posiciones de poder asociadas a los demás grupos. El caso de la destitución de Dilma Roussef, con independencia del juicio que merezcan sus políticas, parece ser un buen ejemplo y se sabrá a su debido tiempo cuando se investigue con calma (es curioso que en prácticamente todos los Estados modernos existan leyes de secretos oficiales que limitan el acceso a información clasificada aún habiendo pasado muchos años, como bien saben los historiadores). Parece ser que estamos ante la acción coordinada de políticos, incluyendo aliados políticos, jueces, medios de comunicación y agitación callejera inducida por esos medios o por el manejo de redes sociales. Pero no siempre estos intentos triunfan, pues la coalición de grupos que apoyen al político amenazado pueden resistir y contraatacar. Pero lo que puede vislumbrarse es que el poder surgido de las urnas muchas veces no puede resistir la presión de grupos de poder que anidan en el propio Estado y al cual este determinado actor les resulta molesto por la razón que sea.

Por tanto, parece obvio señalar que en el interior de los Estados existen grupos especializados en la contienda política, y que se especializan en el control directo del mismo. Solo un estudio detallado de cada caso nos puede ilustrar sobre su composición concreta. Es aquí donde estudios como los míticos La élite del poder de C.W. Mills, Quién gobierna Estados Unidos, despliegan todo su poder ilustrativo. Si bien estos estudios se centran solo en Estados Unidos y en una época determinada, ilustran cómo las relaciones informales entre los miembros dirigentes de los aparatos del Estado norteamericano permiten a estos ejercer su dominio, con independencia de quién ocupe la Casa Blanca. La mayoría de los estudios con que contamos son de este tipo, pero se hace más necesaria que nunca la investigación sobre la lógica de funcionamiento interna de los Estados más allá del mero relato histórico o divulgativo (como el  reciente libro sobre el Deep State de Mike Lofgren) y que pase esta a estudiarse como una teoría general del Estado.

7 Comentarios

  1. Hallo¡ Es cierto que ahora
    Hallo¡ Es cierto que ahora los Estados están muy burocratizados. Existen a su vez altos funcionarios, grupos de presión y élites. Tienen poder, pero lo que pueden manipular se acaba sabiendo más pronto o más tarde, sólo hay que ser paciente y saber buscar. Por ejemplo, el número de funcionarios que hay en España me parece excesivo. El Estado y las Autonomías han crecido demasiado, y aunque todos los partidos cacarean sobre el Estado Bienestar, tenemos en España el «cuarto mundo». O lo que es lo mismo, el Estado debe adelgazar-raúl.

  2. Creo que el deep state es un
    Creo que el deep state es un aggiornado deja vu de las intrigas palaciegas, o la eterna ambición de las elites satélites del poder.
    El libertario Ron Paul devela en un reciente articulo el latente germen de esta ambición de dominio , cuyos actores extrañamente no ven como plebeyas «revoluciones» intestinas . Pero eufemismos aparte, no son mas que intentos afrancesados de ataque a las Instituciones o Coup d´ etat, por un efervescente estado subterráneo siempre al acecho .
    https://www.zerohedge.com/political/ron-paul-asks-impeachment-or-cia-coup

  3. ¿Estado por un lado y
    ¿Estado por un lado y compañías privadas por otro? Dicen que la multibestia tiene tentáculos:

    «Aunque [el hecho de que un alto ejecutivo de Twitter sea también un oficial de la unidad de guerra psicológica del ejécito británico] sea ya suficientemente inquietante, quiero llamar vuestra atención sobre un artículo brillante y extremadamente importante que se publicó hace un par de meses en ProPublica y que muchos de vosotros probablemente no habéis leído. Detalla la alarmante e incestuosa relación entre ejecutivos de Amazon y Google y el Departamento de Defensa. Una relación que prácticamente garantiza a estos ejecutivos inmunidad mientras cooperen. Es imposible leer el artículo y terminar pensando que se trata de «simplemente compañías privadas». Es fehaciente que no lo son ~Michael Krieger

    Probablemente no sea nada. Solo una interferencia en la señal de Matrix. Escépticos saludos,
    Adam Selene

    • Lawfull Rebellion Inc.: Me
      Lawfull Rebellion Inc.: Me alegro de volver a saber de sus siempre chispeantes comentarios. Muy buena la nota final que señalaba que «este mensaje se (hetero)destruirá en 30 días».
      Este sábado pasado, en la Libertarian Scholar Conference que organizó el Mises Institute, en la fase de preguntas del panel «Society and State», un señor mayor señaló que mediante una de sus firmas, había tenido negocios con una de las grandes de internet, que al final recuperó su dinero, pero (aviso a navegantes) que «aquellos» estaban más interesados en el «control»… que en ganar dinero.
      Al profesor Bastos le hubiera encantado estar, pues las tres ponencias fueron magníficas:
      – David M. Hart: Was Molinari a true Anarcho-Capitalist?
      – Neema Parvini: Utilising Italian Elite Theory in the Austro-Libertarian Critique of the State
      – Roberta Modugno: The Origin of the State in Rothbard’s Papers
      (habló sobre «A Fable of Our Times» [1961], relato no publicado: https://www.lewrockwell.com/2014/09/murray-n-rothbard/a-fable-for-our-time/

    • Bueno, bien mirado, la
      Bueno, ahora que lo compruebo, la pregunta referida fue al final de la conferencia inagural previa de Michael Rectenwald «The Google Archipelago». Y mi nota al respecto dice que el propósito era/es «control internet»… más que ganar dinero (esto último lo interpreté yo, más que decirlo el señor).

    • Lluïs:
      Lluïs:
      Gracias por sus amables palabras. Me ha hecho reír lo de los «chispeantes comentarios». Dado que Adam Selene y Simon Jester son sistemas de inteligencia artificial todavía no optimizados para la interacción social, permita que sea un servidor, en calidad de «humano de guardia» quien le responda. Ya de paso, así me siento un poco menos obsoleto.

      La anécdota que cuenta suena a un modus operandi de Google que ha sido habitual desde hace muchos años. Los dueños de sitios web que utilizaban la red de publicidad de Google para obtener ingresos muchas veces se encontraban con un mensaje de la compañía diciéndoles que su cuenta había sido cancelada por quebrantar las condiciones del servicio, pero nunca les decían cuáles eran las condiciones que habían incumplido. El caso es que el saldo que tenían acumulado, desde la última transferencia a su cuenta bancaria (no sé si lo recuerdo bien, pero creo que era con periodicidad trimestral tal vez), como compensación por mostrar los anuncios de Google, se lo quedaba la compañía cuando cancelaba la cuenta del webmaster, causando así un perjuicio económico adicional además de el de quedarse sin la cuenta de AdSense. Imagino que ahora seguirá pasando lo mismo.

      Con la censura que las grandes compañías que dominan internet (Google, Facebook, Twitter, etc.) llevan unos años aplicando con fruición pasa algo parecido. Muchas veces las cuentas de los usuarios molestos son canceladas sin más explicación que la vaga alegación de haber incumplido las condiciones del servicio. Cualquier intento posterior de comunicación con la compañía de turno es inútil. Los únicos que tienen posibilidad de conseguir una rectificación por parte de la compañía de turno son quienes gozan de un público lo suficientemente amplio y motivado como para armar revuelo cuando se produce el silenciamiento del objetivo a ser amordazado. Y esto, un levantamiento público de indignación, no es lo mismo que un procedimiento de apelación razonable. Esto último simplemente no existe. Al fin y al cabo, «son compañías privadas y pueden hacer lo que quieran». Eso dicen los que defienden la censura en nombre de la libertad. No debemos olvidar que, muchas veces, el silenciamiento de los objetivos es sistemático por parte de estas «compañías privadas». El caso de Alex Jones es paradigmático a este respecto: de repente, y en el plazo de unas pocas horas, toda una serie de compañías «borraron» a Alex Jones, una tras otra, consecutivamente. Es obvio que estaba planeado de antemano y actuaron de forma coordinada.

      El artículo de ProPublica sobre el que llama la atención Michael Krieger (mensaje de Adam Selene más arriba), denuncia el grado de «compadreo» al que han llegado directivos de Google y Amazon con el Departamento de Defensa a propósito de un contrato para proveer servicios de «la nube» al DoD. Sin embargo, bajo la apariencia de actores privados, el caracter de brazos del Estado de estas compañías llega en varios casos al origen mismo de las compañías. No en vano, la CIA tiene su propia firma de venture capital: In-Q-Tel. Puede que el hecho de que DARPA cancelara el proyecto LifeLog al mismo tiempo que Facebook fuera formalmente constituida no sea una coincidencia casual después de todo.

      Mi impresión es que «el lado luminoso» de Internet alcanzó su máximo a mediados de la década pasada. Ahora presenciamos el ascenso del «reverso tenebroso». Y mi convicción, que el mundo dista mucho de ser como quieren que creamos que es.

      Saludos cordiales,
      Jubal

  4. Un ejemplo de «deep state» es
    Un ejemplo de «deep state» es la burocracia de la Defensa. El Ministerio de Defensa es un puesto poco apetecible para un político porque su poder es mínimo y está condicionado por los acuerdos que adopta el Mando (en abstracto). Por ejemplo, tras el caso Miravete (en Huesca, 1997, el Sargento Miravete, ebrio, mató de un disparo al cabo Samuel Ferrer), la ley seca que afectaba a todos los cuarteles en España se aplicó de forma bastante laxa: durante las comidas se permitía beber cerveza o vino y en los bares (fuera de la jornada laboral) no se vendían bebidas de «alta» graduación.


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