Coincidiendo con la visita de Barak Obama a Arabia Saudí, la Fundación para la Defensa de las Democracias publicó un estudio en el que el experto en asuntos del Golfo Pérsico David Andrew Weinberg acusa a Washington de ocultar un informe del Centro Internacional para la Religión y la Diplomacia (CIRD) en el que se pone de manifiesto el adoctrinamiento en el odio a los no musulmanes que se perpetra en el sistema educativo saudí.
En 2011 el Departamento de Estado encargó al CIRD un informe sobre los libros de texto saudíes, libros que son exportados gratuitamente a todos los países en los que existen centros de estudios financiados por Riad. El documento, titulado "La tolerancia religiosa en el reino de Arabia Saudí", estaba acabado en 2012, pero Washington no lo ha publicado en su integridad, al contrario de lo que hizo con un estudio similar sobre los textos utilizados en las escuelas israelíes y palestinas.
La Secretaría de Estado aduce que no quiere molestar a los saudíes en un asunto en el que se están haciendo progresos. Sin embargo, antiguos funcionarios del departamento conocedores de este asunto aseguran que el motivo real es evitar dar una imagen pésima del régimen.
Los últimos manuales editados por Arabia Saudí contienen pasajes en los que se deshumaniza a judíos y cristianos, se promueve el asesinato de "desviados" como los homosexuales y se defiende la violencia contra los musulmanes no wahabíes. El libro de Ley Islámica correspondiente al décimo curso anima a los estudiantes a "matar a quien cambie de religión (…) porque no vale la pena mantener a esas personas con vida". También se afirma que "Dios creó a los judíos de monos y cerdos". El texto utilizado por los estudiantes de 12º describe a los judíos y a los cristianos como "las peores criaturas", que, lógicamente, "morarán en el fuego del infierno".
Este material de estudio se envía sin coste a toda la red académica internacional financiada por el régimen saudí, de la que forman parte centros de EEUU, donde un estudiante de un centro de Virginia cumple cadena perpetua por conspirar con Al Qaeda para asesinar al expresidente norteamericano George W. Bush. Y es que Arabia Saudí es un elemento clave en la exportación de yihadistas a todo el mundo, como demostró el informe de la comisión bipartidista sobre los atentados del 11 de septiembre, a través de un sistema educativo del que los jóvenes salen con escasa formación humanística y técnica pero profundamente radicalizados en su particular visión del islam.
El fanatismo religioso es una amenaza para la seguridad global, según aseguran expertos en la materia como el exvicesecretario para Terrorismo e Inteligencia Financiera del Departamento del Tesoro de EEUU Stuart Levey, quien considera "incluso más importante" luchar contra el adoctrinamiento que combatir la financiación del terrorismo, porque
a menos que la próxima generación sea educada en el rechazo al extremismo violento, estaremos siempre obligados a hacer frente al surgimiento de nuevos grupos de simpatizantes del terrorismo.
El rey Abdulá declaró semanas después de su coronación, en 2005, que habían cambiado los libros de texto para erradicar cualquier radicalismo. Lo mismo afirmó poco después el príncipe Saud al Faisal, ministro saudí de Exteriores, en referencia a un vasto programa destinado a revisar todo el sistema educativo para suprimir todo lo que no fueran llamadas a la cooperación y la coexistencia. Un año después de la llegada al trono de Abdulá, Arabia Saudí reconoció que la tarea de revisar los materiales de estudio estaba siendo muy laboriosa, por lo que se necesitarían uno o dos años más para finalizar los trabajos. La Casa Blanca llegó a un acuerdo con Riad para ampliar este plazo hasta mediados de 2008. Sin embargo, nada o muy poco se ha hecho en todo este tiempo, a tenor de los ejemplos antes citados, obtenidos del material utilizado en el actual currículo académico.
La promoción de la libertad religiosa es uno de los ejes cardinales de la acción exterior estadounidense, según han confirmado tanto Obama como su secretario de Estado, John Kerry. En el caso de Arabia Saudí, la tarea de suprimir este adoctrinamiento resulta especialmente imperativa por la cantidad de centros de estudio que tiene diseminados por todo el mundo. Weinberg insiste por este motivo en la necesidad de que la Casa Blanca adopte las medidas necesarias para forzar a los saudíes a reformar sus planes de estudios. También el Congreso norteamericano debería escuchar más a las organizaciones independientes que conocen de primera mano lo que ocurre en aquel país, en lugar de guiarse sólo por las informaciones que les proporciona la Secretaría de Estado.
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