Desde hace cuatro días los estudiantes venezolanos se han tirado a la calle a protestar por la situación económica, la falta de libertades y la nefasta gestión del presidente Maduro. Seguir los acontecimientos en las redes sociales, que se anticipan a los medios tradicionales, me ha permitido reflexionar acerca del tema desde muchos puntos de vista. Por ejemplo desde el marketing.
La peligrosísima libertad
Y fue en una red social en la que conocí a Gaby Castellanos, residente en España, venezolana de sangre y corazón y una de las mujeres más premiadas en el mundo del marketing, la publicidad y la comunicación. Para los chavistas, tal y como dejaron bien claro en el medio La Iguana TV, Gaby es un bicho peligroso al servicio del mal. En un artículo publicado el 16 de febrero titulado “Desde Miami y Madrid: Conozca a quienes manejan la guerra mediática en Venezuela” se señala, entre otras personas, a Gaby Castellanos como una mentirosa al servicio de los opositores políticos, una periodista con poca ética, que incita a la violencia desde las redes sociales. Es cierto que Gaby afirmaba, ya en el 2011, que en Venezuela no hay libertad de expresión. Pero eso es un hecho que quienes viven el día a día, sin privilegios, en Caracas, por ejemplo, lo saben bien. Nicolás Maduro ha comprado el silencio de los medios amenazando con retirar las licencias televisivas si no guardaban el debido silencio respecto a sus errores. Así comenzó el presente bloqueo informativo que ha llegado hasta la censura en las redes tratando de evitar que se subieran imágenes a Twitter, etc.
Los defensores de la libertad, entre los cuales conozco alguno que me honra con su amistad, son “apercibidos”, por decirlo de alguna manera, en forma de arrestos, aparentemente sin relación con un acto o declaración política, pero que les deja claro que es mejor ser prudente y elegir dónde se habla y con quién.
Que una persona ajena a la política, con innumerables reconocimientos por su labor en el mundo de la publicidad y el marketing, no solamente en su país sino a nivel internacional, afirme que no hay libertad de expresión en Venezuela, representa una diana en la línea de flotación del mandato de Maduro. En sus tweets denuncia: “No hay papel de baño. No hay leche, ni para los bebés ni de ninguna clase. Si te asaltan y te pegan un balazo no hay con qué curarte en los hospitales, no hay algodón ni bisturí. No puedes salir a la calle con el teléfono en la mano, te matan, ni ir en el coche con la ventanilla bajada, te matan. No hay que tener dinero para que te secuestren, te secuestran a cambio de tarjetas para recargar el teléfono, pero aprovechan y te violan, la vida no vale nada, cero. Y eso es así para cualquier clase social. El gobierno armó a la gente macarra y sacó gente de la cárcel”. No obstante, ofrece una solución, las redes sociales como Twitter, que permiten zafarse de los grilletes estatales: “Recordad que cada uno de vosotros es un medio de comunicación, vuestro celular/móvil, ojos, voz, no lo olvidéis”.
El marketing político venezolano
Pero, además de las llamadas de alerta los mensajes informativos, o de apoyo, o la replicación de mensajes de otros venezolanos desde la calle, Gaby ha propuesto un análisis de marketing político que me ha hecho reflexionar. En su opinión todo es un proceso de cambio comunicacional, social y político en el mundo. De repente, Venezuela, los venezolanos, cayeron en la cuenta de que son el consumidor y reclamaron su soberanía. La marca Maduro, en muy poco tiempo, ha traído pobreza, hambre, falta de libertad, y el pueblo, que creía que estaba al servicio de la marca, al servicio de los Chávez, los Maduro, los Castro o cualquiera que pretenda que el pueblo trabaje para ellos, para su mayor gloria y riqueza, ha descubierto que puede exigir. ¿Qué? Pues al menos que le devuelvan su libertad de expresión, de buscarse la vida honestamente y de vivir en paz.
Para Gaby, el que todo haya estallado ahora tiene que ver con la carencia de liderazgo comunicacional y carisma de Maduro frente a Chávez en términos de marketing y comunicación. Y, le pese a quien le pese, es cierto. Chávez, haciendo las mismas barbaridades, tenía otra entidad, otro carisma y, o era admirado o temido. Pero Maduro no tiene ni eso. Así que un día los estudiantes dijeron “¡Basta!” y los demás venezolanos decidieron apoyarles. Lo que podía haber quedado en una algarada sirvió de palanca para que germine una oportunidad para Venezuela. Otra cosa es qué resulte de todo esto.
Y llevando el análisis de la experta a nuestro país y, por qué no, a los demás países occidentales, me pregunto si el deterioro en términos de marca, comunicación y persuasión, de nuestros políticos, va a ser también aquí, el detonante de un cambio, esperemos que a mejor, de aquellos en cuyas manos, de manera irresponsable desde mi punto de vista, hemos puesto nuestro futuro.
¡Los comentarios están cerrados para este artículo!