Una de las noticias estrella de esta semana ha sido la utilización del dinero del fondo de pensiones para comprar deuda del Estado. La excusa es, por supuesto, el espíritu de "arrimemos el hombro que nos la damos". Este "todos contra el fuego", que es la base de la cooperación y que en España tenemos tan a flor de piel, esta siendo mal utilizado para emplear el dinero de todos de manera, cuando menos, imprudente.
Los malditos especuladores son menos malditos
Algunos economistas que se definen a ellos mismos como críticos y enarbolan banderas de ultra izquierda, como lo es el movimiento de izquierda extrema y radical ATTAC, justifican esta actuación del gobierno. Me refiero a Eduardo Garzón, al que no hay que confundir con su hermano Alberto, diputado del partido IU.
Con toda tranquilidad, Eduardo Garzón explica en su blog que, lejos de estar mal, está fenomenal eso de concentrar la deuda comprada con pensiones. Ya que las pensiones que usted paga son invertidas por el gobierno sin que usted diga ni pío, pues qué mejor que hacerlo en deuda española. Cuenta con detalle cuál ha sido la variación en el destino del dinero de las pensiones: de diversificar en deuda de diferentes países hemos pasado a tener un 90% invertido en deuda del Estado español. Y claro, la idea es siempre salvífica: al comprar empujamos la prima de riesgo a la baja porque presionamos aumentando la demanda de títulos españoles, así que, el mercado nos favorece. Nosotros nos lo comemos y nos lo guisamos.
Vamos, lo que toda la vida de Dios se ha llamado especulación y que tantos juicios condenatorios ha suscitado desde el comienzo de la crisis. Los especuladores al parecer eran los culpables de casi todo en España. Sin embargo, cuando quien especula lleva sello oficial, la cosa cambia.
Lo que de verdad está pasando
El artículo de Eduardo Garzón termina explicando que, incluso si España quiebra y esa deuda que hemos comprado con el dinero que habría de sostenernos de mayores no se devuelve, no pasa nada. Primero, porque dónde se ha visto que un Estado quiebre. Grecia, Argentina, etc., no deben ser ejemplos suficientes. La razón que aduce es “que siempre se le terminan ofreciendo facilidades para que ello no ocurra”. Muy convincente no es.
En segundo lugar, porque, en último caso, si no se puede devolver todo el dinero, se puede priorizar y devolver el montante de las pensiones antes que todo lo demás. Es decir, como si las instituciones financieras especialmente las que nos tienen que prestar, no establecieran cláusulas especificando que yo le presto pero usted me devuelve a mi el primero, y firme aquí con sangre que no sé si creerle o le presto a un precio prohibitivo.
Y esos son los argumentos de peso que explican que concentrar el riesgo es bueno.
Pero lo que de verdad está pasando es que el fruto del trabajo de los ciudadanos, que ellos creen que en un futuro ha de pagar su retiro, tras una vida de esfuerzo, se está invirtiendo en un activo de riesgo, como lo es la deuda española. Si no lo fuera no tendríamos los problemas que tenemos. Y, además, estamos concentrando en vez de diversificar el riego, como haría cualquier persona con dos dedos de frente.
Hay un tercer aspecto que resalta Daniel Lacalle y que se refiere específicamente a la deuda. Comprar deuda con el dinero de las pensiones es esconderla, es camuflarla bajo instituciones alfombra, como dice Daniel. Es como esos niños que no saben cómo escaquearse de comer lo que no les gusta y esconden la comida odiada bajo las patatas, en la servilleta y donde pueden. Eso no quiere decir que se han acabado el plato: lo han escondido. Pues de igual forma, el gobierno esconde la deuda que puede en las instituciones que no tienen más remedio que tragar: el fondo de pensiones, las entidades intervenidas…
El problema es el fondo del fondo
En el año 2006, el Instituto Juan de Mariana publicó su primer informe, dirigido por la actual vicepresidenta, Raquel Merino. Se llamaba “Una sociedad de propietarios” y proponía que los ciudadanos nos hiciéramos responsables de nuestra riqueza y nuestros ahorros para no depender del Estado, y menos en una edad en la que uno ya comienza a ser dependiente físicamente. Si encima dependes de la pensión que “el Estado te da”, empleando ese lenguaje envenenado que te hace parecer aún más desprovisto de todo, pues mucho peor.
El informe se preguntaba qué pasaría si cada cual gestionase sus ahorros privadamente de manera que pudiera invertirlos para tener una pensión, tan generada por él como la de ahora, pero sobre la que sí pudiera decidir. Los resultados eran rotundos: las pensiones serían casi el doble. Y a pesar de eso, hay cierta prevención hacia la autogestión de la riqueza individual como alternativa.
Sin ir tan lejos, cada vez que se oye alguna voz clamando por el sistema de capitalización, enseguida te saltan a la yugular con aquello de y qué pasa si hay una crisis, es que hay que dejar que la gente invierta mal y se venga abajo?
Bueno, pues la pregunta realmente es ¿hay que dejar que se invierta mal el dinero de la gente? ¿si lo hace el Estado, que debería crear el marco adecuado para que todos disfrutáramos de la riqueza que fuéramos capaces de generar, es menos malo?
En mi opinión, es mucho más sangrante. Hasta que no dejemos de confiar más en el Estado que en nosotros mismos seremos esclavos.
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