Mariano Rajoy, al fin, está legitimado para ello. Jamás un partido acopió tanto poder. El Gobierno central, con las dos Cámaras. Todos los gobiernos autonómicos, con muy pocas excepciones: Canarias, pese a haber ganado las elecciones, y Cataluña y el País Vasco, aunque estos dos últimos gobiernos necesitan de sus votos. Andalucía es una fruta, podrida, eso sí, a punto de caer. Ni el PSOE de mediados de los 80 tuvo tanto poder municipal. Su rival puede quedarse como máxima responsabilidad administrativa la alcaldía de Zaragoza.
Pero, en boca de Mariano Rajoy, esas palabras no son una medalla para alardear de sus triunfos, sino una advertencia. Sólo necesita recordar la impepinable ley gravitatoria: todo lo que sube, tiene que bajar. Pero en esta noria hay un eje que permanece: "En los gobiernos se está y se deja de estar; las alcaldías se ganan y se pierden, pero el partido sigue, el partido permanece. El partido es lo estable". En el apogeo del poder, el partido ha sido el protagonista del XVII congreso del PP. Bien está.
Sólo que, aparte de la pretensión de vaciar al humanismo quitándole el apelativo "cristiano", no ha habido ninguna discusión relevante, al menos, sobre lo que sea el Partido Popular. Si el poder fluye pero el partido permanece, lo primero que habrá que resolver qué es lo que permanece; qué es lo que define al PP y lo que le hará reconocible más allá de la noria de los ciclos políticos. ¿Es el partido de los bajos impuestos? Bien, no he dicho nada, pero ¿es el partido de la libertad? ¿Es el partido de la unidad y la continuidad histórica de España? ¿Es el partido que busca mejorar la sociedad española sin cambiarla de arriba abajo? ¿Desparasitará al Estado? ¿Librará a las instituciones de la mano de los políticos?
No me respondan con el rosario de naderías y vaguedades calculadas de las distintas ponencias. Porque ni dan respuesta a estas preguntas ni pretenden hacerlo ni se las creen sus propios redactores. Quizás un Congreso esté más encaminado al reparto del poder que a la definición del ideario. ¿Cómo criticarlo? Pero este PP, que tanto poder tiene, sigue sonado y contra las cuerdas en el combate ideológico. Si abraza a su adversario es sólo por no recibir más golpes y por no caerse. Y eso no va a cambiar si el propio partido no se lanza a plantear los debates más importantes, en la confianza de que los va a ganar. De otro modo, y contradiciendo lo que dice Mariano Rajoy, lo único que definirá al Partido Popular es la alternancia en el poder.