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La farsa bancaria se confirma

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¡Oh sorpresa! Resulta que las entidades analizadas han ocultado a los reguladores su exposición a la deuda soberana de los países más débiles de la zona euro (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España). Es decir, han maquillado sus carteras de deuda pública con el objetivo de reflejar una solvencia superior a la real.

Tal y como publica este martes The Wall Street Journal, los bancos han excluido de su contabilidad ciertos activos (basura, cabe suponer) e, incluso, han reducido de forma artificial y maniquea sus respectivas carteras de bonos a corto, esto es, el volumen de deuda que pretendían vender.

Así, por ejemplo, las grandes entidades francesas, que representan hasta el 80% del mercado financiero galo, tan sólo declararon una exposición a la deuda española de 6.600 millones de euros cuando, en realidad, ascendía a 34.700 millones (casi cinco veces más), según los datos del Banco Internacional de Pagos (BIS, el banco de bancos centrales); la griega se reduce a 11.600 millones frente a los 20.000 millones que contabiliza el BIS (el doble); mientras que apenas declararon 4.900 millones de deuda portuguesa frente a los 15.100 que poseen en realidad (el triple).

Y llegados a este punto… ¿Alguien se extraña? El engaño de los stress test era algo sabido y previsible. En estas mismas páginas (aquí y aquí) ya advertimos de que dichas pruebas ofrecerían a la opinión pública una imagen distorsionada e inflada de la solvencia real del sistema financiero europeo y, en especial, de algunos países miembros. La clave del asunto, sin embargo, no consiste en si hubo o no engaño –era evidente que lo habría, tal y como se ha confirmado– sino en si éste ha sido o no consentido deliberadamente por las autoridades públicas competentes.

En primer lugar, cabe recordar que semanas antes de la publicación de las famosas pruebas los reguladores, ésos que en teoría existen para salvaguardar los intereses de los indefensos ciudadanos, pretendían excluir de sus análisis de solvencia los cientos de miles de millones de euros de deuda pública que las grandes entidades europeas acumulan en sus balances. Curioso, ¿verdad? Resulta que en medio de una crisis de deuda pública que ha llegado a tambalear los cimientos mismos de la Unión Monetaria, los poderes públicos estaban dispuestos a esconder debajo de la alfombra dichos activos, descartando así cualquier atisbo de quiebra (default) de países y, por consiguiente, también grandes entidades.

Como es lógico, tal intención fue percibida de inmediato por los inversores como una ocultación inaceptable por lo que, finalmente, los gobiernos se vieron obligados a dar marcha atrás, aunque sólo parcialmente. Y es que si bien los stress test contemplan un cierto descuento en los bonos soberanos, éste tan sólo se aplica a la deuda pública que las entidades europeas pretenden vender a corto plazo (apenas 108.000 millones de euros en el caso de los 10 mayores bancos) y no en la que mantienen hasta su vencimiento (cerca de 400.000 millones). Es decir que, en realidad, dichas pruebas seguían descartando por completo un escenario de quiebra soberana dentro de la Unión y sus posibles efectos sobre la banca.

Y por si ello fuera poco, ahora se descubre que incluso así las entidades no han revelado la exposición real de sus carteras a corto. Y la pregunta es: ¿lo hicieron con la autorización y consentimiento de los reguladores?; ¿de verdad se han arriesgado los bancos a ocultar datos de este calibre a sus respectivos supervisores con la posible sanción que ello podría generar?; ¿quién ha intentado engañar realmente a inversores y depositantes?.. ¿bancos, gobiernos, o más bien ambos?

Ni se engañen ni se dejen engañar. Bancos centrales, bancos y gobiernos tienen intereses comunes y compartidos en este ámbito. Los stress test auspiciados bajo el control gubernamental son una farsa de principio a fin, ya que ni a unos ni a otros les interesa lo más mínimo reflejar la crisis financiera y soberana en ciernes. Uno de los problemas más graves del actual sistema bancario radica, precisamente, en la existencia de supervisores públicos y bancos centrales ideados para mentir, engañar y falsear lo que sea necesario en el momento oportuno con el fin de mantener el modelo en pie. Gobiernos y bancos centrales son los auténticos responsables de la crisis actual, al igual que lo fueron de las pasadas y lo serán de las futuras.

Y, sin embargo, todo está desembocando, poco a poco, en un mayor control gubernamental sobre un sector financiero y monetario intervenido hasta sus entrañas. Por ello, es necesario cambiar el sistema de raíz. La banca libre es la solución a los problemas de la banca central. La farsa bancaria continuará mientras siga existiendo el actual modelo.

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