"El Gobierno no es razón, tampoco es elocuencia, es fuerza. Opera como el fuego; es un sirviente peligroso y un amo temible; en ningún momento se debe permitir que manos irresponsables lo controlen". George Washington
Hemos oído al director del FMI, Strauss-Kahn (un tipo que cobra casi medio millón de dólares al año), decir que la solución para España es bajar los sueldos (como si fuera el único problema del país). El Gobierno quiere subir la edad de jubilación a los 67 años. A propósito, esta decisión unilateral deja por los suelos la teoría del contrato social entre Gobierno y ciudadano. Ni contrato ni porras, el Gobierno cambia las condiciones del "contrato" con sus ciudadanos según venga el viento. Vemos en todas partes que la solución a la crisis es la misma: más subvenciones a rentistas estatales para comprar votos, más impuestos a la clase media y más dinero a los grandes lobbies económicos. En resumen, distribuciones de renta forzosas de un sector productivo a otros parasitarios y el fortalecimiento de monopolios.
Parece ser que la crisis se arregla sangrando a la clase media, a las empresas y aumentando la caja del Gobierno. ¿Qué entienden los políticos por recuperación? Esta semana se ha rizado el rizo. La Comisión Europea ha respaldado el plan de ajuste griego. No hay nada concreto, pero la solución de la Unión –o de Alemania más concretamente– va a consistir en sacar a flote al Gobierno heleno a costa del sacrificio del resto de la Unión (alemanes especialmente) y de los ciudadanos griegos. Una de las medidas de Grecia ha sido aumentar los impuestos. La pregunta es, ¿qué tipo de recuperación económica es esa que va a dejar peor a sus ciudadanos? La preocupación de Alemania ahora mismo son las finanzas públicas. Lo que quiere solucionar Alemania no es la mala situación de los ciudadanos griegos, sino las cuentas del Estado. La excusa es que éstas pueden afectar al resto de la Unión. Los políticos tratan la situación como si el rescate y sus consecuencias fueran gratuitas.
La errática evolución de los acontecimientos están dejando al mercado temblando. El martes de esta semana el euro subía por las noticias del rescate a Grecia. Al día siguiente la moneda se hundía al saber que no habría ayudas directas para el país. José Blanco atacaba el otro día a los especuladores, pero es que el mayor especulador ahora mismo son los gobiernos con sus cábalas y declaraciones para ver el comportamiento de la prensa y el mercado.
La grandeza de un país no la da el crecimiento de su PIB, ni las cuentas estatales, sino la capacidad de prosperar que tengan sus ciudadanos por ellos mismos. Se trata de obtener una recuperación económica del ciudadano, no del Gobierno. Si ambas entran en conflicto, prima la gente. El Gobierno es el sirviente del ciudadano y no al revés. El modelo de Gobierno omnipotente ha fallado en todo el mundo. Sus políticas monetarias expansivas y su intrusismo en la economía dirigiendo la economía a sectores estratégicos han provocado una fuerte crisis. Cuando los políticos han de enmendar el problema, son incapaces de encontrar ninguna solución y claman más poder.
Al final, todo van a ser cataplasmas para salvar la situación dejando una enorme cantidad de dinero por el camino. La recuperación económica que se está siguiendo en Europa y Estados Unidos no es más que una ilusión contable en los libros del Estado que están llevando al ciudadano a la miseria. Europa está destruyendo la libertad, iniciativa y capital que antes tenía por una confusa idea de un mundo mejor, un Estado grandioso que lo controla y vigila todo para su propio bien.
Los actos irresponsables han de tener consecuencias para que se produzcan los ajustes necesarios y así se aprenda de los errores. Si la negligencia acaba teniendo premio, lo único que podemos esperar es que la situación se repita una y otra vez.
Jorge Valín es miembro del Instituto Juan de Mariana.