Olvida cuidadosamente mencionar que esa radiactividad es un peligro frente al cual es técnicamente muy sencillo protegerse: basta con concentrar esos residuos (su masa y volumen son relativamente pequeños) y aislarlos adecuadamente en contenedores que pueden vigilarse sin demasiados problemas. Además, el hecho de que siga habiendo radiactividad significa que aún son una fuente potencial de energía explotable con la tecnología adecuada (actualmente en fases de investigación y desarrollo).
Pero Herrera no quiere (falta de interés) o no puede (falta de capacidad intelectual) enterarse y sigue preguntando qué hacer con estos residuos. Al parecer le contesta una "fe pronuclear" (¿una nueva religión para competir con el ecofanatismo rojiverde?) que "ya se encontrará una solución, perpetuándose así la inmadurez tecnológica de la energía nuclear al no saber qué hacer con los residuos que genera". El que no sabe cree que nadie sabe.
Parece que el problema no se resuelve a no ser que la radiactividad desaparezca, lo cual es extraño: no se causa ningún daño a nadie pero aún así tenemos un problema. Y es que los políticos colectivistas son así, ellos deciden cuáles son nuestros problemas, nos lo comunican y nos imponen sus presuntas soluciones.
Parece que "en los países europeos más avanzados el pacto sobre dónde albergar los desechos radiactivos se ha construido consensuando una fecha límite para dejar de generar esos residuos". No se nos informa de cuáles son esos países, pero sospecho que no se trata de que como son avanzados han decidido dejar de generar residuos, sino que más bien Herrera decide que como han decidido dejar de generar residuos deben ser calificados como avanzados. Un país es avanzado si hace lo que Joan Herrera juzgue correcto. Porque es "un error", incluso un "pecado original", "decidir dónde albergar todos los residuos sin consensuar previamente un calendario que determinase hasta cuándo generar residuos". No sorprende que este diputado, experto en el error, recurra a terminología religiosa para defender su particular superstición antinuclear.
Joan Herrera pide rigor para este "espinoso debate de los residuos nucleares": él mismo se descalifica. Después de insistir en que se trata de un problema no resuelto, va y suelta que "la pretensión de resolver dónde poner los residuos sin decidir hasta cuándo seguirán operando las centrales, solventa el principal problema de la energía nuclear: ¿qué hacer con los residuos?". ¿En qué quedamos?
Francisco Capella es director del área de Ciencia y Ética del Instituto Juan de Mariana, creador del proyecto Inteligencia y Libertad y escribe regularmente en su bitácora.