He recordado esta experiencia, vivida en otras ocasiones, al leer la noticia sobre la entrega a siete ciudadanos británicos de la ciudadanía española. Fría y plana como es la televisión, traslucía sin embargo toda la emoción del momento en que a unos ancianos se les entregaba el pasaporte español. “Hemos tardado, pero hemos vuelto a casa”. En estos momentos en que ser español es discutido y discutible, que unos ciudadanos de la pérfida y admirada Albión quieran serlo con nosotros, ¿no es un acto de generosidad? El que se sumen con emoción a la españolía, abrazada como a una amante recuperada, ¿no es el mayor de los reconocimientos?
Pero no son unas vacaciones en torreviejalicante lo que les une a nuestro país, sino su militancia en las Brigadas Internacionales. Claro, este hecho crea sentimientos encontrados. Parte al menos de estos batallones fueron creados por la Komintern, en una genial operación militar, política y propagandística, con ecos que aún resuenan. Nadie es libre de ganar la guerra que desee, pero desde luego sí lo es de perder cualquier guerra, y decenas de miles de extranjeros vinieron a España a perder la suya.
Algunos, aunque no necesariamente la mayoría, vinieron con la idea de defender la malograda democracia española. ¿Es esto suficiente? Acaso sí. Pero luchar contra el bando nacional no le convierte a uno en demócrata automáticamente. Muchos dieron su vida por implantar en nuestro país el régimen más tiránico que ha conocido el hombre. Muy probablemente también alguno de los que este martes se hicieron españoles. Pero si entonces el criterio no es defender la democracia sino haber luchado en la guerra española, tendríamos que gastar el mismo papel en los pasaportes de aquellos que después de haber sobrevivido a una o dos guerras, la primera en la Legión Cóndor o en las CTV, han vencido al paso implacable de las décadas.
No quiero robarles a los Sam Lesser y demás ese sentimiento de orgullo por ser españoles. Ni tengo intención alguna de sumar para nuestra ciudadanía a los alemanes e italianos que vinieron a hacer la guerra, ni de negársela si la desean. Pero me duele que el Gobierno utilice la condición de ser español como un instrumento al servicio de sus intereses ideológicos. Aunque la patrimonialización de la patria sea cosa de españoles viejos.