Ser tan progre tiene una ventaja: se puede defender la censura por motivos morales sin ser tachado de carca o inquisidor.
Una cosa curiosa de los progres es que en pocos años han cambiado de forma radical su discurso sobre la moral. Han pasado de defender la quema de sujetadores y la chica de los limones salvajes del Caribe como ejemplos de la liberación de las mujeres a condenar la muestra de carne femenina por machista y reaccionaria. Si para la izquierda antes era una cosa perversa que existieran clasificaciones por edad para todo tipo de contenidos, ahora lo realmente moderno es impedir que los niños puedan ver imágenes violentas o con carga sexual. Y claro, como buenos intervencionistas de izquierdas, los señores de Confapa defienden que el Estado se encargue de eso cuando atañe a internet.
La "progresista" organización gallega de Asociaciones de Padres de Alumnos pretende que el Estado controle y restrinja el acceso de los menores de edad a determinados contenidos de internet, entre ellos a YouTube. Cómo hacer eso sin violentar los más elementales derechos, como a la libertad de expresión o la intimidad, es algo que no han explicado. Y no lo han hecho por el simple motivo de que es imposible. Lo que pretenden es que la red esté sometida en España a un régimen en el que se pueda saber no sólo desde que ordenador se visita ciertas páginas, sino también qué persona está ante la pantalla. Sólo conociendo de quién se trata puede a su vez conocerse la edad. El único modo de controlar eso sería estableciendo un sistema obligatorio de identificación personal para conectarse a la red, con los peligros que eso conlleva: bienvenidos a 1984.
El control de los contenidos a los que acceden los menores y la valoración de si son adecuados o no, debe corresponder tan sólo a los padres. Son los progenitores los que deciden si sus hijos pueden ver un programa televisivo o si un libro es adecuado para su edad. Con la red no debe ser diferente. De hecho existen programas de filtrado que los adultos pueden instalar en sus ordenadores para que se encarguen de ello sin tener que estar todo el día pegados a sus vástagos para saber qué webs visitan.
Como buenos progresistas, los señores de la Confapa pretenden que sea el Estado el que haga de padre en su lugar y, de paso, del resto de los españoles con hijos. Y, como perfectos puritanos, no les importa si para eso se violan principios como la libertad de expresión, la intimidad o el derecho a educar a los hijos según sus propios criterios. Unos párrafos más arriba decía que este tipo de propuestas las pueden hacer los progres sin riesgo de ser tachados de carcas o inquisidores. No siempre están a salvo. Desde aquí acusamos a la Confapa precisamente de eso.