Tras visitar varios países en Asia y Oriente Medio, los titulares se han centrado en temas geopolíticos de mucha relevancia, tales como el conflicto entre Israel y Palestina, la guerra de Irak y Afganistán o la amenaza de un Irán nuclear.
Sin embargo, entre la avalancha de informaciones, destaca una a nivel económico cuyo resultado marcará, en gran medida, el futuro de la economía estadounidense y, por ende, del propio sistema monetario internacional vigente. ¿Qué hizo Clinton en Pekín? La respuesta a esta pregunta es clave. La secretaria de Estado viajó al gigante asiático con la misión de recaudar dinero. En concreto, instó a las autoridades chinas a seguir comprando bonos del Tesoro de Estados Unidos para apoyar al presidente Obama en su suicida política de rescates públicos, tanto a nivel financiero como económico.
El régimen de Beijing tiene la sartén por el mango. China es el principal tenedor de bonos estadounidenses del mundo. Tan sólo en 2008, incrementó sus compras de deuda pública un 46%, hasta alcanzar una cifra récord de 696.000 millones de dólares. En total, dispone de unas reservas próximas a los dos billones de dólares, casi el 29% de las existencias a nivel mundial. Sin embargo, la profunda crisis que atraviesa la economía norteamericana insta a la prudencia. Es decir, a diversificar activos e inversiones en otro tipo de divisas, más allá del billete verde.
El problema es que el Gobierno de Washington se enfrenta a la mayor necesidad de financiación exterior de su historia, unos 2,5 billones de dólares tan sólo en 2009 (y en aumento) con el fin de rescatar a su sistema financiero de la quiebra. De hecho, las ayudas aprobadas hasta el momento están debilitando a marchas forzadas la solvencia misma del Fondo de Garantía de Depósitos (FDIC) y de la propia Reserva Federal (FED), de cuya solidez depende, en última instancia, la estabilidad del dólar. Pese a ello, Obama y su equipo económico han depositado toda su confianza en el incremento exponencial de la deuda pública a fin de sostener un edificio que hace aguas.
Algunos de los cálculos que circulan por el mercado estiman que, como mínimo, China tendría que adquirir el mismo volumen de deuda estadounidense que el pasado año para que el Tesoro pueda colocar sus bonos. Sin embargo, su emisión masiva y la profunda recesión que vive la primera potencia mundial se están materializando ya en un creciente riesgo de impago (default). Los seguros que cubren las letras del Tesoro de Estados Unidos cotizan a día de hoy con una prima de riesgo cercana a los 100 puntos, casi 10 veces más que a principios de 2008. Señal inequívoca de que el coste de la financiación del Estado se encarecerá a corto plazo. Por el momento, la rentabilidad de los bonos del Tesoro a 10 años ha escalado desde el 0,44% hasta el 2,65% en lo que va de año.
Y ello, sin contar con que tales planes de estímulo y rescate no lograrán, en ningún caso, reactivar la economía del país. Más bien todo lo contrario. El descontrol del gasto gubernamental tan sólo servirá para perpetuar las malas inversiones acometidas durante los años de expansión crediticia y para disparar un déficit público récord que irá en aumento. De seguir por esta senda, al igual que sucedió con Japón durante los 90, la ansiada recuperación se retrasará durante años.
Ante tal situación, la reacción de Pekín no se ha hecho esperar. Las autoridades chinas reclaman, tanto a Europa como a Estados Unidos, que garanticen el valor de sus inversiones en el exterior. "Esperamos que los países cuyas monedas son los principales activos de nuestra reservas internacionales adopten medidas eficaces para hacer frente a la crisis financiera", según advirtió recientemente Shangpu Fang, subdirector de la Administración Estatal de Divisas del Gobierno chino. "Deben trabajar para mantener la estabilidad económica y financiera y para proteger los intereses y la confianza de los inversores".
Toque de atención nada desdeñable, sobre todo, si se tiene en cuenta que Beijing aspira a convertir el yuan en una moneda de referencia y reserva internacional, en línea con el dólar. En Rusia y los países del Golfo sucede, curiosamente, algo similar. El monopolio que ha vivido el dólar durante los últimos 40 años está en entredicho. Las bases del actual sistema monetario se tambalean y su caída pintará un escenario totalmente nuevo. Si algo está claro es que nada será igual tras esta crisis. De seguir así, Bye, bye dólar, hello ¿…?