Sin embargo, también se emplea para referirse a toda "persona que vive a costa ajena", aprovechándose así del trabajo de los demás. Pues bien, los políticos de toda y clase y condición dependen para sobrevivir, única y exclusivamente, de los recursos que genera la sociedad.
Papá Estado es el aparato burocrático, altamente perfeccionado, en el que tales parásitos habitan y desarrollan su labor con el fin de satisfacer unos determinados intereses, los suyos. Así, dependen del organigrama estatal, entendido éste como toda forma de administración pública. La cuestión es que dicha estructura precisa, a su vez, acaparar recursos ajenos, ya sea riqueza (impuestos) o fuerza laboral (nacionalización económica) para subsistir.
En este particular contexto se desarrolla la histórica pugna Estado versus Mercado, en donde la clase gobernante trata de incrementar su poder a costa de la libertad y propiedad privada del resto de individuos. A lo largo del tiempo, esta relación siempre se ha mantenido de un modo inversamente proporcional. Es decir, a más Estado (o mayor poder político) menos mercado, y viceversa. No por casualidad, el totalitarismo se alza como un modelo en el que impera la anulación plena del individuo. De ahí precisamente que la sociedad prospere a pesar de los políticos y nunca gracias a ellos, tal y como pretenden hacernos creer algunos.
Ahora bien, la virulencia y apetito que muestran estos organismos varía en función de las ideologías que profesen. Los parásitos más intrusivos y devastadores para la salud del anfitrión que los alberga son aquellos que creen firmemente en la función que desempeña el Estado en favor de un concepto etéreo e inexistente denominado "interés general". Es sin duda el caso de todos aquellos políticos que, con independencia de las siglas, abogan por un Estado fuerte y protector para tener bajo cuerda a su mayor enemigo, el mercado.
Por el contrario, los auténticos liberales priman siempre y sin excepción la libertad individual frente a los poderes coactivos del Estado. Es decir, la defensa y desarrollo de los derechos naturales (vida, libertad y propiedad) bajo un Estado mínimo. Por desgracia, vivimos tiempos convulsos en donde los líderes de las principales potencias del planeta están aprovechando la gravísima crisis económica que ellos mismos generaron gracias a la banca central, para extender su función parasitaria sin cortapisas ni ambages de ningún tipo.
Ni siquiera Estados Unidos es ajeno a tal peligro tras el creciente intervencionismo público que sufre el país desde hace varias legislaturas. En la actualidad, el sueño americano que vislumbraron los Padres Fundadores corre el riesgo de desintegrarse por completo bajo la suicida estrategia anticrisis implantada por Bush, Paulson y Greenspan, y que ahora pretende incluso intensificar Obama, Geithner y Bernanke. Y detrás vienen los demás. Japón, Alemania, Francia y, por supuesto, España, entre muchos otros gobiernos, ya que insisten en rescatar a determinados sectores a costa de empobrecer a todos sus ciudadanos.
Por suerte, algunos empresarios españoles parecen despertar ahora del letargo y alzan su voz en contra de nuestros gobernantes con fuerza y meridiana claridad. El presidente de la Cámara de Comercio de Valencia, Arturo Virosque, harto del engaño, ha sido el primer valiente de este país en decir verdades como puños. La situación es "de una gravedad absoluta, como no se había conocido nada igual y nuestros políticos aún se están riendo, aún salen con la sonrisa puesta". ¡Pim!. "Hablo mucho con los empresarios y ya no creen en los políticos porque son todos unos embusteros". ¡Pam! "No han hecho nada. Lo sabían todo desde hace dos años y lo han ocultado". ¡Pum!
"Los jubilados dejarán de cobrar la pensión en 2012" y después "los españoles tendremos que emigrar, saldremos de España en patera". Victoria por KO. Desconozco las recetas económicas que propone Virosque, pero coincido en el diagnóstico. Reacciones de este tipo, análisis realistas como el del profesor Velarde e indignación manifiesta como la mostrada por algún empresario ante el mismísimo Zapatero constituyen, precisamente, la masa crítica que precisa este país para comenzar a afrontar de verdad los graves problemas que se avecinan. No esperen más, puesto que si la cacerolada argentina llega a España, me temo que ya será demasiado tarde para reaccionar. No permitan que los parásitos que habitan este país acaben con el anfitrión.