No cejan, ni desaprovechan ocasión alguna para tapar las críticas contra ellos. El último episodio tiene que ver con la CNT. He de reconocer que tengo una simpatía enorme por la CNT, ya que comparto sus objetivos anti estatistas, aunque recurra para ello a las ideas más abrumadoramente falsas.
El anarquismo de la CNT no podía dejar inmune a una rémora del Estado, a uno de sus tentáculos más poderosos, como es la SGAE. Y le dedicó un breve apunte con el simpático título “Por la desaparición de la SGAE, a las barricadas”, y que es una defensa valiente de la libertad de expresión de un portal, alasbarricadas.org, al que la sociedad de autores quiere sangrar 6.000 euros del ala, por haber atentado contra el derecho al honor de Ramoncín. Creo que le llamaron el “rey del pollo frito” o algo por el estilo. Y, claro, aquello no lo podía permitir.
La razón de ser de la SGAE parece consistir en tapar bocas. Las de algunos de sus socios, que parece feroz a la hora de ingerir dinero. La de algunos políticos, que no pondrán jamás en duda las cuentas de esta sociedad. Unas cuentas que se merecerían una campaña como la de los autobuses ateos: “Probablemente las cuentas auditadas de la SGAE no existen. Que Teddy Bautista deje de preocuparse y disfrute de la vida”. El Tribunal de Cuentas, que acaba de juzgar a Julián Muñoz, no ha movido un dedo por conocer las cuentas de la SGAE, que vive de los impuestos. Y de un impuesto especial, creado para ella y otras sociedades de gestión, y que se llama canon digital. Los políticos podrían decir algo al respecto, pero la SGAE sabe como hacerles enmudecer.
Y, por último, están sus críticos, a los que incluso espía. A ellos les quiere callar la boca a golpe de denuncias. Eso sí, tiene que toparse con algún juez que no se haya leído la Constitución, una especie de juez de la LOGSE, o uno de esos que quiere crear Bermejo a dedo. ¿Lo lograrán?