Sólo un ignorante pude culpar al liberalismo de los males económicos y financieros que hoy padecemos. Ni la avaricia, ni la especulación, y mucho menos la supuesta desregulación financiera, son responsables del actual supercrash. Para aquellos que realmente deseen entender la causa y origen de nuestros males presentes y futuros deben centrar su atención en dos aspectos clave cuyo desarrollo han terminado por suprimir todo atisbo de auténtico liberalismo en las finanzas mundiales.
Por un lado, el monopolio que, desde hace décadas, poseen los bancos centrales para crear dinero de la nada (es decir, emitir billetes sin la necesidad de contar con un respaldo real como el patrón oro). En este sentido, existe un vídeo explicativo, elaborado por el Ludwig von Mises Institute, que resume y explica a la perfección las graves carencias de las que adolece el sistema monetario contemporáneo.
En diversos periodos de la historia de EEUU, la Reserva Federal (Fed) ha contado con poderes excepcionales para expandir el crédito mediante diversos mecanismos, tales como la reserva fraccionaria, la adquisición de deuda pública al Gobierno norteamericano o el mantenimiento de una laxa política monetaria basada en tipos de interés excesivamente bajos.
La historia demuestra que la manipulación monetaria de los bancos centrales ha sido empleada por el poder político para la consecución de sus propios fines, como por ejemplo en la financiación de campañas bélicas o la aprobación de amplios programas de gasto público. Ésta, y no otra, es la raíz de los ciclos económicos. Y es que, tras un largo período de crecimiento basado en la concesión de crédito fácil sin contar con el respaldo de ahorro previo, surge la corrección, el necesario ajuste que, de una u otra forma, termina por imponer el mercado.
De este modo, el Gobierno y su brazo financiero (banca central) son los auténticos culpables de la recesión e, incluso, de la depresión que siempre acontece tras el pinchazo de una burbuja irreal, generada gracias al intervencionismo económico. Tal y como explica el profesor Murray N. Rothbard, la "Reserva Federal controla el sistema monetario de la nación, sin embargo no tiene que rendir cuentas a nadie".
La manipulación arbitraria llevada a cabo en este ámbito provoca una constante depreciación del dinero y del ahorro de los ciudadanos o, lo que es lo mismo, genera inflación y erosiona el poder adquisitivo. Thomas Jefferson adoptó el dólar como moneda oficial de EEUU en 1792, pero ésta contaba entonces con el respaldo del oro. Ya por entonces, los Padres Fundadores advertían de los grandes riesgos del papel moneda.
Y es que, el valor de los billetes respaldados (canjeables) por oro no puede ser manipulado para incrementar el gasto público del Gobierno. No por casualidad el presidente Abraham Lincoln se desvió de esta norma en 1862 y ordenó imprimir papel moneda inconvertible (Greenbacks) para financiar su campaña contra el Sur durante la Guerra Civil de EEUU.
La restauración del patrón oro en 1879 permitió la mayor etapa de crecimiento y prosperidad económica que haya vivido la mayor potencia mundial. Sin embargo, en 1913, bajo la presidencia de Wilson, nace el Sistema de la Reserva Federal. La burbuja que aconteció durante los Felices 20 fue impulsada, en gran medida, por la antigua Fed. El crack del 29 era sólo cuestión de tiempo.
Pese a ello, la banca central logró imponer desde entonces sus reglas con el apoyo de los Gobiernos para operar sin restricciones en su política monetaria. La eliminación de Bretton Woods en 1971, debido a la suspensión de pagos implícita que sufrió entonces EEUU, ha disparado la inflación casi un 300% desde entonces.
El segundo eje que permite comprender correctamente la actual debacle subyace en la estrategia de endeudarse a corto plazo e invertir a largo desarrollada hasta el extremo por la banca comercial, tal y como expone el profesor Antal Fekete. Por desgracia, ambos puntos son ignorados por la gran mayoría de analistas, economistas y, por supuesto, autoridades gubernamentales. Como resultado, estamos condenados nuevamente a repetir los errores del pasado y, por ello, a sufrir igualmente sus consecuencias. Así pues, recuerden a quién culpar cuando las dificultades económicas llamen a su puerta… ¡Es el intervencionismo!