Con esta original medida Solbes podría por fin dejar algo con lo que la posteridad le recuerde positivamente antes de que sea definitivamente abjurado por sus fieles. Piénsenlo un instante: el déficit del Estado, que ha alcanzado ya los 10.000 millones de euros, deberían pagarlo quienes eligieron a Zapatero, no todos los españoles en su conjunto. La idea me va gustando más y más a medida que trato de imaginar sus consecuencias. Y no me refiero únicamente al hecho de que a los que, como yo, no votamos a ninguno de estos cantamañanas que se postulan para gobernar nuestras vidas vayamos a quedar libres de toda deuda pública. Aunque, a decir verdad, esa implicación me ayuda verla con ojos golosos.
La consecuencia inmediata sería comprobar cómo el votante se vuelve mucho más cuidadoso a la hora de meter la papeleta en la urna. Porque maldita la gracia que hace el que tu voto a un encantador de serpientes pueda suponer que luego te tires 30 años pagando mensualidades para pagar la renovación de la flota de coches oficiales, los fabulosos aves, las operaciones de cambio de sexo, los pagos por nacimiento de bebés o las magníficas oficinas de la administración pública. El electorado escucharía con atención los discursos y leería los programas, lo que sin duda provocará un fuerte aumento de los ataques de risa así como un importante descenso de la tasa de votantes. Cada nuevo proyecto megalómano y cada nuevo programa social (¿cuál no pretende serlo?) suscitarían reticencias a la hora de votar por nuestros faraones.
Pero dejemos de pensar por el lado de la demanda y atendamos un poco a la oferta. Bajo el marco diseñado magistralmente por el todavía ministro de Economía, ningún político con ganas de dormir en el Palacio de la Moncloa propondría el mantenimiento de televisiones públicas o empresas nacionales de ferrocarril, ni prometería alegremente fiestas públicas, subvenciones al cine o cursos de yoga. El famoso "yo más que tú", típico del Partido Popular cuando se habla de gasto público, desaparecería como por arte de magia y se convertiría en un "yo todavía menos que tú". Por el contrario, los políticos se esforzarían en hacer comprender al electorado que sus proyectos conllevan pocos gastos y ninguna posibilidad de déficit. Tratarían de garantizar un superávit perpetuo y prometerían el reparto de ese superávit en forma de cheques al contribuyente.
Pero las consecuencias van más allá del ámbito político. La misma historia sería reescrita. Los faraones de Egipto serían condenados como tiranos mientras que los reyes hititas pasarían a ser conocidos como grandes hombres de estado que renunciaron a los gastos suntuosos y permitieron a sus súbditos comerciar sin tener que soportar el peso de la deuda pública.
Con esta medida Solbes lograría reescribir la historia, hacer al electorado mucho más responsable y meter a los políticos en cintura. No estaría nada mal para un político que parecía acabado.