Cada año se acompaña de al menos un estudio que analiza en profundidad algún aspecto concreto. El primero de los dos que completan el informe está escrito por el economista español Xavier Sala-i-Martín, y su contenido está eficazmente resumido en el título: La desigualdad global remite a medida que crece la economía.
Sala i Martín ha ganado merecida fama por haberse acercado como ningún otro a la medida de la pobreza y la desigualdad mundiales, gracias a dos criterios: tomar a las personas como unidad de análisis, no a los países, y acercarse al nivel de vida real de la gente, valorando sus niveles de renta en función de la capacidad de compra de la moneda del lugar.
Fijar una línea bajo la cual colgar el cartel de "pobreza" es siempre arbitrario, por lo que Sala i Martín ha utilizado tres, fijadas en uno, dos y tres dólares diarios de renta. Comparando los datos de 1970 con los de 2000, en cualquiera de las tres medidas hay unos 400 millones de personas menos en la pobreza, y eso que en esos 30 años ha aumentado mucho la población total.
De hecho, el porcentaje de la población mundial que entraría en la categoría de pobre ha caído, para un dólar al día de renta, del 15,4 al 5,7 por ciento y para los tres dólares por día del 47 por ciento al 21 por ciento.
Las áreas que más se han incorporado al comercio mundial son las que más eficazmente han superado la pobreza. En el caso del Asia Oriental, el descenso ha sido de un tercio de la población al 2,4 por ciento en el último año del siglo XX. Y la que menos se ha globalizado es la que se ha quedado atrás: el África subsahariana. Somos más ricos y más iguales a medida que hemos ido estrechando nuestras relaciones comerciales.