Si se trata de operaciones de tráfico mercantil no hay mayor dificultad para documentar las entregas. El problema es cuando el dinero procede de comisiones ilegales.
Pero este es un problema sólo para alcaldes y concejales de urbanismo con escrúpulos. En Ciempozuelos las cosas se hacen con orden y todo se registra de forma meticulosa a través de los correspondientes contratos. De esta forma, cuando el banquero andorrano pidió informes sobre la procedencia del capitalazo que los dos ex alcaldes socialistas, Tejeiro y Torrejón, pretendían ingresar en su entidad, no tuvieron el menor reparo en exhibir el documento por el que se aseguraban la percepción de cincuenta y ocho millones de euros –que traducido a "pellones", recuerden, la unidad monetaria para estos casos durante el felipismo, debe ser una burrada– en concepto de comisión por la recalificación de unos terrenos de la localidad.
Hombre, es un paso hacia delante. Si se impone este nuevo modelo de "urbanismo decente", en lugar de depositar las mordidas en bolsas del carrefour o en mochilas de deportes, las inmobiliarias podrán pagar los sobornos de forma convencional, con factura desglosada, y de paso deducirse el IVA en la declaración trimestral, con lo que también las arcas públicas saldrán beneficiadas.
Por supuesto, la corrupción urbanística no es cosa de un solo partido. Por el contrario, es una práctica interiorizada en todas las siglas como una segunda naturaleza. De ahí que en la confección de las listas electorales haya navajazos, no por la Alcaldía, sino por la concejalía de urbanismo Y ello hasta en el municipio más diminuto de la provincia más pequeña.
Por eso sorprende que haya dirigentes políticos, como Simancas, capaces de dar cursillos acelerados de moral pública mientras los maletines vuelan por los pasillos en todas las direcciones. Pero es que los socialistas son muy osados. Como son de izquierdas y se preocupan mucho por los pobres, reclaman que todo les sea perdonado, incluido el expolio a los que, precisamente, tanto afirman defender. La cuestión es que, en efecto, todo se les perdona. En el llamado "cinturón rojo" de Madrid, por ejemplo, no bajan ni un solo voto, así caigan tamayazos de punta. Una prueba más de lo acertado del refranero popular. Ya saben, "palos con gusto…"