En el discurso, el asesor Zapatero olvida que no es la banca comercial la que establece los tipos de interés, sino el Banco Central Europeo (BCE). Zapatero también olvida que la banca no tiene como función salvar los excesos de un mercado burocratizado hasta la médula ni ayudar a cumplir el programa electoral del partido del Gobierno. Zapatero olvida que la misión de cualquier empresa, la banca incluida, es obtener los máximos beneficios para recompensar a sus accionistas y consumidores. Son éstos los únicos miembros de la sociedad a los que debe satisfacer sin condiciones si pretende permanecer viva y evitar que cualquier otra entidad se la coma.
La banca no tiene la clave ni el poder de abaratar la vivienda en España por más baratas que sean sus hipotecas. Tampoco los políticos. El encarecimiento del precio de la vivienda se ha debido a la obsesión del BCE en aumentar continuamente la oferta monetaria y el dinero barato, así como la consolidación de un mercado inmobiliario burocratizado donde una sola persona tiene el poder de recalificar cualquier terreno a su antojo hasta convertir el sector en sinónimo de corrupción.
El presidente tendría que dejarse de consejos populistas y carentes de sentido para reaccionar ante datos como los que aportó el profesor Barea. Las familias tienen una deuda superior al 130% y las empresas pasan del 160%. Como la banca se dedique a ofrecer más dinero barato, no sólo entrará en pérdidas sino que pondrá en jaque toda la sociedad ante una contracción de la demanda aún más dura. Por alguna extraña razón, ZP cree que cualquiera puede endeudarse hasta el infinito sin que nunca ocurra nada. Nadie sensato puede defender este tipo de política suicida. Ese fue el planteamiento de Lord Keynes hace más de setenta años y sus consecuencias aún las estamos sufriendo.
¿Quiere ZP ayudar a la gente con acciones de verdad y no quedarse en las palabras? Elimine el salario mínimo que sólo desemplea a los jóvenes, inmigrantes y personas laboralmente poco cualificadas. Elimine la burocracia para la creación de empresas. Deje de subvencionar sectores que nadie necesita como el de la agricultura nacional y que además limitan recursos y creatividad empresarial en otras ramas productivas, o que incluso mantienen posiciones contradictorias como la del tabaco, que por una parte lo prohíben y por la otra el Gobierno se dedica a subvencionar sus plantaciones. Reduzca el gasto estatal drásticamente y luego elimine impuestos. Deje de comprar los DVD de Al Gore para las escuelas por encima del precio de mercado y cárguese a su séquito de 682 asesores. Déjese de engaños.
La hipoteca más cara de los españoles no es la que tenemos con los bancos, sino aquella a la que no podemos renunciar por ley, la que nos ata a la extorsión del Gobierno.