En concreto, ratifica la multa de 500 millones de euros, la obligación de sacar al mercado una versión de Windows sin Media Player y el más arcano compromiso de revelar a sus competidores, precio pago, todos los detalles de sus protocolos de red.
El caso es que no parece que Microsoft tenga en la práctica demasiada competencia, pese a los esfuerzos de diversas autoridades antimonopolio de ponérselo fácil a sus competidores. Apple tiene un sistema operativo precioso y seguro, pero bastante bien colocado en una serie de nichos –diseño, autoedición, multimedia– de los que no parece tener mucha intención de salir. Y mientras no tenga algo así como el 20% del mercado, no podrá ni toser a Windows en el ámbito de las aplicaciones especializadas, que es donde el sistema de Bill Gates se sale, más que nada porque es el que tiene todo el mundo, programadores incluidos.
Por su parte, Linux ha tenido década y media para ponerse a la altura de Windows a la hora de cautivar a los usuarios y, por más que se empeñe Mark Shuttleworth y mejore Ubuntu, sigue sin estar ahí. Al gigante de Redmond le ha bastado con abaratar un poco las licencias para que empresas y gobiernos hayan decidido seguir "atados" a Microsoft en lugar de apostar por el software libre. Y es que, como ha quedado claro en quien proclama que lo más importante del mundo es luchar contra el cambio climático mientras se niega a desvelar la factura de la luz de Moncloa, es más fácil hablar que hacer el esfuerzo de ser coherente con lo que se dice.
Pero, sobre todo, el que Mac OS X o Linux den el salto no parece que dependan demasiado de las medidas que Bruselas quiera imponerle a Microsoft en procesos que duran más de diez años, una era geológica para los tiempos en que se mueve esta industria. ¿De qué sirve poner 500 millones de euros de multa u obligar a poner en el mercado una versión de Windows sin Media Player, que no ha comprado ni el Tato? Curiosamente, Redmond ofreció enviar a los ensambladores (HP, Dell, Acer, etc.) una versión de Windows que incluyera Quicktime y Real Player además del reproductor de Microsoft, para que la preinstalaran en sus ordenadores, algo que sin duda habría sido más eficaz si lo que quería la Comisión era reducir el porcentaje de mercado de Media Player y no tocarle las narices a la empresa de Bill Gates porque es enorme, americana y antipática.
La comisaria europea de Competencia, Neelie Kroes, se ha declarado preocupada porque, pese a sus ímprobos esfuerzos, Microsoft sigue creciendo. No debería preocuparse tanto; con Vista ha demostrado que es perfectamente capaz de echar a perder su propio monopolio, como le acaba sucediendo a todo el mundo al cabo del tiempo. Es lo que tiene la competencia, que hace que te lo trabajes; la propia empresa de Gates dio una demostración práctica sacando el Explorer 7 cuando empezó a temer a Firefox o cuando puso en el mercado Windows Mobile o Xbox.
Eso sí, quienes se alegran y se frotan las manos con la desgracia ajena, no estaría de más recordarles que, después de Microsoft, los objetivos de Kroes serán Apple y su tienda iTunes por su cuasimonopolio (oigan, que el palabro no es mío) de las descargas musicales de pago y Google y su dominio del asuntillo ese de las búsquedas en Internet. Da lo mismo que su competencia esté a un click de distancia. A la hora de imponer medidas absurdas no hay nadie como la socialburocracia europea.