Exactamente esto es lo que ha ocurrido en el caso Afinsa-Fórum. Hasta cierto punto es explicable: la gente tiende a hacer caso a los fanfarrones, y el Estado es el mayor de todos ellos; "aquí estoy yo para solucionarlo todo", dice, y todos le miran. Y asienten. Es poderoso, qué duda cabe, y acostumbra a decidir sobre nuestras vidas. Pero la fuerza no es lo mismo que la capacidad y a lo que nos tiene acostumbrados es a fracasar de forma sistemática, una y otra vez, en sus pretendidos propósitos. Por eso las exigencias de más regulación tienen también algo de paradójico. ¿Evitó la regulación el caso Banesto? ¿Evitó el caso Enron? ¿Por qué seguimos pidiéndole al fanfarrón que nos proteja?
Si alguna función tiene el Estado, es la de la definición y protección de nuestros derechos. Para ello basta un Código Civil, otro Penal, un sistema judicial y una Policía. En el escándalo que ha arrastrado a 350.000 ahorradores, la Fiscalía ha acusado a Fórum Filatélico y Afinsa de operar con un "negocio piramidal, carente de lógica económica y abocado al fracaso". ¡Qué razón tiene la Fiscalía! ¡Una lástima que no se sienta excitada en su celo contra la Seguridad Social, que actúa con el mismo "negocio piramidal, carente de lógica económica y abocado al fracaso"! Se ve que el Estado a tanto no llega en nuestra protección, ya que en lugar de luchar contra este fraude, nos lo impone.
Se dirá que si se ha llegado a esta situación es porque algo ha fallado; y es verdad. Ha fallado la cultura financiera, que de estar extendida hubiera limitado el desarrollo de estas sociedades. Han fallado los medios de comunicación que, emponzoñados de política (por culpa del veneno, no del enfermo), no dedican la atención que merecerían otros procesos sociales también importantes. Pero una cosa son las carencias de una sociedad, y otra las responsabilidades, y éstas no alcanzan los demás, que en nada han participado en este asunto. Por eso, la propuesta del PP de crear un "fondo de garantías" ad hoc es una pieza más del arte moderno de la política: demagogia y populismo en propio beneficio, pero pagado con el dinero de los demás. Una propuesta antisocial, que remunera los comportamientos arriesgados y financieramente poco sanos, y envía el mensaje de que nada importa: siempre está el gobierno recaudando el dinero de los demás para pagar los platos rotos y erigirse en salvador. Que los paguen quienes se hayan enriquecido, violando a la vez los principios del Derecho y los de la economía.