La elección de esos días seguramente sea discutible; seguro que a nuestros Cox & Forkum no les hace gracia que celebren todos los años el "Día de la Tierra". Es habitual que celebren los aniversarios de conocidos artistas. Lo hicieron con Da Vinci, Van Gogh, Escher, Miguel Ángel, Picasso o Dalí. El 20 de abril decidieron celebrar el aniversario del nacimiento de Joan Miró.
¿Ustedes se acordaban de que ese día precisamente se cumplían 113 años del nacimiento, cifra redonda donde las haiga? Como no dudo de su sapiencia e infinita memoria no me atreveré a decir que no, pero lo que puedo asegurar es que mi desconocimiento de tan magno evento era total. O lo era hasta que pude ver el logotipo de Google, momento en el que supuse –uno siempre ha sido muy avispado para según que cosas– que se celebraba algo relacionado con el pintor. Claro que al menos yo conocía a Miró, quizá por ser españoles ambos; no es de extrañar que muchas otras personas, a lo largo y ancho del globo, supieran de él por primera vez ese mismo día gracias al enorme efecto publicitario que tienen esos cambios de logotipo de la empresa californiana. Una publicidad que, encima, sale gratis.
Cabía suponer por tanto que la familia, heredera de los derechos de autor de Miró, estaría más contenta que unas castañuelas. Pues no. Google retiró el logotipo a las seis de la tarde, hora de California, medianoche aquí, porque la Artists Rights Society, representantes legales de la familia Miró y de muchos otros pintores del siglo XX en Estados Unidos, amenazó con demandarlos por violación de los derechos de autor. Ya hizo lo mismo en 2002, con motivo del logotipo de Dalí, y por las mismas estúpidas razones. Parece ser que Google no pagó en dinero su homenaje a ninguno de los dos pintores, y los herederos son tan cortitos de miras que no son conscientes de los ingresos adicionales que pueden percibir tras haberse dado a conocer la obra de su progenitor A a tantas personas que la desconocían por completo. Las avispadas tácticas del ARS incluyen algo así como: "soy tu representante y por eso no voy a permitir a nadie que te haga publicidad gratis si no es pagándote".
Si ya el asunto de las patentes merece un buen montón de debates, ejemplos como éste deberían hacer reflexionar a los legisladores sobre la exagerada capacidad que otorga a los propietarios de derechos de autor sobre la libre expresión. Es cierto que, posiblemente, en caso de juicio Google ganaría, pero no sin pagar un buen dinerito a unos cuantos abogados. La ley protege las obras de un pintor, no sus ideas o su estilo. En caso contrario, todas las obras de arte deberían estar pagando a los herederos de alguien, pues la influencia de los grandes maestros del pasado es imposible de eludir y de cuantificar en un juzgado. Pero gracias a la aquiescencia con la que los legisladores amparan la acción que los lobbys de las industrias cinematográfica y musical, el campo de los derechos de autor se ha convertido en un campo de minas de inseguridad jurídica. En España lo podremos ver en pocos meses, cuando se apruebe la nueva Ley de Propiedad Intelectual, con el aplauso del PP, que no pierde la oportunidad de perder una oportunidad.
Es posible que la exigencia de los representantes de los herederos de Miró se base en aquel aforismo de Oscar Wilde: "que hablen de mí aunque sea mal". Pero el caso es que ya hablaban de vosotros, y bien, gracias a Google. Ahora muchos de los que se habían interesado en el arte de Joan Miró lo mirarán con desprecio. Enhorabuena; está claro que habéis heredado derechos y dinero, pero ni una miaja de talento.