Como los profetillas milenaristas y los líderes de sectas que asustan a la gente con previsiones del fin del mundo, los ecologistas nos atizan intentando hacernos sentir culpables por lo que mejor hacemos, progresar y hacer este mundo un poco mejor y más habitable.
La polución, el gran tema de hace años, no hace más que descender en los países desarrollados, lo que les deja escaso margen para la crítica. Últimamente se dirigen a lo que consideran el corazón, el motor de la sociedades libres: la energía. Los hidrocarburos contaminan. Y tienen la esperanza de que en algún momento se agotarán, lo que no está en absoluto claro. La energía que ven como un auténtico peligro es la nuclear, porque para obtenerla solo hace falta un combustible que no es caro y resulta relativamente abundante, el Uranio 235, y capital. Las sociedades libres solo tienen que dedicar parte del capital que generan y tendrán toda la electricidad que necesiten. La energía nuclear es el peor sueño ecologista hecho realidad.
En 1979 la central de Three Mile Island sufrió un colapso. Los sistemas de seguridad funcionaron y salió muy poca radiación al exterior. Greenpeace organizó manifestaciones ante las embajadas estadounidenses de todo el mundo. En 1986, la central nuclear de Chernobyl colapsó, con el resultado de 56 muertes. Greenpeace perdió cuatro años más tarde la oportunidad de manifestarse ante las embajadas de la URSS, algo que de todos modos no hubiera hecho ni en cien años. La central rusa se vino abajo porque el socialismo no se ha destacado por poner la vida de los ciudadanos entre sus prioridades.
Greenpeace tiene sus propios objetivos. Pero no tienen porqué coincidir con el progreso de las sociedades libres y generalmente no lo hacen. De 2000 a 2030 se calcula que las necesidades de energía mundiales aumentarán un 70 por ciento, y la única forma de atender ese aumento es apostando por las fuentes que conocemos, como la nuclear. Es segura, los residuos que genera tienen un control adecuado y para el que se conocen soluciones definitivas, y es barata. No emite CO2, por lo que tampoco contribuiría al efecto invernadero, la ultima bicha del ecologismo.
China planea crear 20 centrales nucleares en los próximos años. Francia produce el 80 por ciento de su electricidad de la energía encerrada en el átomo, Bélgica el 60 por ciento y Suecia el 50. Hay 434 centrales nucleares en todo el mundo, que son suficientes para surtir de electricidad a cerca de mil millones de personas. España es dependiente de las fuentes exteriores de petróleo y gas que están en países inestables, para seguir funcionando. Para optar por la alternativa nuclear necesita capital y conocimiento, y tiene ambos. ¡Ah! Y voluntad política, claro.