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Así piensan los antitodo

Publicado en Libertad Digital

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Pero el mensaje real que impulsan los anticapitalistas no es este, la campaña es un medio para llegar a otro fin. Los anticapitalistas sostienen que la diversidad de oferta y la alta división del trabajo nos restan libertad y nos hacen ser las marionetas de los medios de comunicación y empresas. Es el mismo mensaje marxista de siempre pero actualizado.

Lo que no entienden estos grupos, que se sienten alienados y explotados por cualquiera que pase cerca de ellos, es que la diversidad es parte de la riqueza humana. Cada uno de nosotros somos ricos en facultades y actitudes que podemos explotar para beneficiar al resto de la comunidad a cambio de la producción que estas otras personas realizan de forma voluntaria. Prohibir que lo hagan sería esclavizarlos; y expropiarles parte de su producción por fines económicos, sociales o morales sería robarles (irónicamente los impuestos, que tan justos son para los anticapitalistas, se basan en esto). En el sistema capitalista no hay tiranía ni esclavitud, cada uno intercambia y produce según su elección. Si usted es persona de pocas ambiciones no le hará falta trabajar tanto como una que sí lo sea, si a usted no le gusta su trabajo es libre para irse a otro, si usted no quiere comprar algo no tiene porque hacerlo; ninguna empresa le pondrá una pistola en la cabeza para que actúe contra su voluntad.

La respuesta de los grupos anticapitalistas a la libertad suele ser que la sociedad también les condiciona y esclaviza obligándoles a actuar de una forma determinada. El ejemplo más común suele ser el uso del móvil, “si no tengo móvil me siento apartado de la sociedad, el móvil me esclaviza”. La sentencia es falsa. Ni un objeto, ni un ente global, disperso y difuso como la sociedad, nos puede hacer esclavos. Éstos no tienen voluntad propia y por lo tanto no nos pueden obligar a nada.

Toda acción humana, nos guste o no, tiene consecuencias, ya sean sociales o económicas. La reacción de estos grupos a la acción humana es reprimir la responsabilidad y libertad individual abogando por la omnipotencia estatal y por el planificador central que les diga qué hacer, cuándo y cómo. En esta situación no se ha de pensar, sólo obedecer. Su libertad es la esclavitud del resto. Y esta no es la definición de libertad, sino que encaja más en la definición de igualitarismo, socialismo o tiranía.

Afirmar que los pequeños lujos del capitalismo nos hacen esclavos es confundir todos los términos. Usted, quiera o no, tiene control sobre su televisor, éste no le da órdenes para que lo encienda, ningún anuncio nos puede obligar a comprar como unos posesos, su teléfono móvil tampoco le puede obligar a que lo encienda y envíe mensajes a sus amigos o familiares por más promociones que haga su operadora. Otra vez, un objeto material, inanimado y sin voluntad no nos puede esclavizar, sólo las personas individuales pueden conseguirlo mediante la restricción de la libertad individual y de mercado.

Es más, si cree que la televisión le lanza mensajes subliminales para neutralizar su ser puede tirarla a la basura y olvidarse de ella totalmente (yo mejor la vendería); pero si tomamos las medidas de los anticapitalistas, como que el estado apruebe una ley contra su libertad o propiedad por cualquier pretexto social, económico o moral no podrá hacer nada, sino callar y obedecer, revelarse le podrá salir caro.

Aquel que crea que puede conseguir un mundo perfecto impidiendo la acción humana, recurriendo a un visionario económico o social con grandes promesas de igualdad, es un ciego que sólo contribuirá a la destrucción de la libertad y prosperidad de cada uno de nosotros. El comunismo lo intentó, y los resultados fueron nefastos.

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