Como es lógico, sólo el pueblo de Mallorca, cada uno de sus integrantes, debe decidir a quién considera «suyo» y adónde quiere comprar.
El presidente del Consell de Mallorca es Miquel Ensenyat, un político nacionalista que gobierna gracias a un pacto con el PSOE y Podemos, que se unieron el año pasado para desbancar, allí también, al PP, que fue la fuerza mayoritaria. Declaró sonoramente: «Ser españoles nos sale muy caro». Y a continuación prohibió toda nueva gran superficie comercial.
El razonamiento es curioso, porque si a don Miquel le preocupara realmente lo que pagan los ciudadanos, lo último que debería hacer es bloquear la expansión del comercio libre, y esto independientemente de si piensa que a la población balear le convendría independizarse de España y formar parte de la república progresista de Cataluña. En cualquiera de los casos, ponerle trabas al comercio obligará al pueblo a pagar más o a afrontar más dificultades a la hora de hacer sus compras.
Pero él tiene una explicación, y es la venerable falacia de que los grandes son malos. Él no está en contra del comercio, sino solo de las grandes tiendas. En cambio, asegura, bondadoso y paternal, que los ciudadanos debemos ir a comprar al pequeño comercio: «a los nuestros, los de aquí, que sabemos quiénes son».
Empecemos por esto de que son «los nuestros»: el saber quién es el que nos vende las cosas. Esto puede tener su encanto, y de hecho a mucha gente le gusta comprar en tiendas de barrio. Pero esa no es la cuestión, porque el presidente no pretende que la gente haga lo que le gusta, sino obligarles a que compren donde él quiere, porque resulta que las grandes superficies comerciales no son «los nuestros».
Como es lógico, sólo el pueblo de Mallorca, cada uno de sus integrantes, debe decidir a quién considera «suyo» y adónde quiere comprar. Si la lógica proteccionista y tribal de Miquel Ensenyat y la izquierda socialista y podemita se impone finalmente, el resultado será un daño económico a los ciudadanos de Mallorca. Cabría preguntarles en ese momento qué opinan de la insólita proclamación del presidente: «Ser españoles nos sale muy caro». Estar bajo la férula nacionalista e izquierdista no va a salir barato, precisamente.